Gestionar según que situaciones no es nada fácil porque, muchas veces, no estamos preparados para ellas. Quizá son situaciones que nos asustan, con las que no nos sentimos cómodos o simplemente, que nunca nos hemos enfrentado a ellas.
En estos momentos, es muy normal querer tirar del control… Es algo que nos da seguridad y aporta paz a nuestro cerebro. ¿Cuál es el problema? Cuando entendemos la crianza como una forma de controlar aquellas situaciones que no sabemos gestionar.
El riesgo de controlar los conflictos en vez de gestionarlos
Es una línea muy delgada, porque tener controlada una situación es el primer paso para saber cómo gestionarla. El problema llega cuando la necesidad va más allá y necesitas controlar no solo la situación sino también a las personas que forman parte de esa situación.
Es decir, cuando nuestras acciones pasan por manipular los comportamientos de los niños, para que ocurra aquello con lo que estoy tranquilo o para que la situación se resuelva como yo creo que es correcto.
Dejas de respetar los pensamientos, los sentimientos y los comportamientos de tus hijos, porque necesitas que los tuyos prevalezcan. Incluso buscas la forma de convencer al niño de que tu forma de pensar, sentir y comportarte son los correctos, porque esto te hace sentir calma.
Normalmente suele ocurrir porque tenemos una forma “correcta” de que se hagan las cosas y cuesta salir de esa creencia. Cada uno tiene SU forma de ver la vida y tenemos nuestra propia vara de medir, eso nos lleva a pensar: “Las cosas son de este modo o no están bien hechas”.
Cómo puedo gestionar y no caer en el control
Gestionar una situación pasa por entender que las situaciones pueden resolverse de diferente manera y que nuestra forma de verlo no tiene porque ser la más acertada… Cada situación es única y desde la colaboración es más fácil conseguir acuerdos y soluciones.
Para soltar la necesidad de control y poder gestionar las situaciones necesitas:
- Honestidad emocional: Explicar lo que está ocurriendo desde como te sientes tu, sin necesidad de valorar o juzgar lo que tu hijo siente. Y dar el paso de contar qué necesitas para resolver esa situación. También es necesario que escuches cómo se siente tu hijo y qué necesita.
- Necesidades, prioridades y líneas rojas: Reflexionar, tener claras y conocerlas es el primer paso. Para poder expresar lo que necesitas y cómo te sientes tienes que conocerlas y ponerlas en común. Gracias a ello tus peticiones no serán un “capricho” sino que tendrán un porqué detrás, y esto ayuda a que tu hijo pueda entenderlas.
- Pedir colaboración en lugar de imponer las cosas: Si conocemos las necesidades, las prioridades y las líneas rojas (tanto las nuestras como las de los demás) la colaboración será mucho más fácil porque sabremos desde donde partimos y el porqué nos la están pidiendo. Las imposiciones se sienten como una amenaza y nuestro cerebro actúa defendiéndose de ellas. El aprendizaje es mucho mayor si existe una explicación detrás de aquello que estamos pidiendo.
- Dejar de creer que la educación es, únicamente, contar con herramientas: Cuando basamos la crianza en herramientas y estrategias acabas cayendo en la creencia de que son varitas mágicas y cuando esto ocurre terminas utilizándolas para controlar las situaciones.
El control no es respetuoso, ni con la situación ni con las personas que están involucradas en ellas, porque se basa en una relación de verticalidad.
Cuando quieres controlar todas las situaciones, además de ser agotador, estás dejando de lado a los demás. Suele ser algo en lo que caemos mucho en la crianza, por eso te invito a que, en primer lugar, te preguntes si estás respetando realmente a tus hijos. En el artículo Respetar a tus hijos: ¿Lo estás haciendo de verdad? te doy algunas claves para que puedas saberlo.
Rosa Rasche Santaolalla, asesora de familias. Formada en psicología infantil y adolescente, gestión emocional, Encouragement Consultant y Disciplina Positiva. Creadora de Embarazo y Crianza (www.embarazoycrianza.com) desde donde ayudo a las familias a encontrar su camino y a vivir una crianza alejada de la culpa y la ansiedad