La idea de un adolescente se nos presenta por norma general a las madres y padres como un niño o niña de aproximadamente unos 10 años en adelante. Sabemos que es un proceso individual y no tiene fecha concreta o definida para su inicio. No obstante, se nos hace raro
pensar que ya a los 8 años algunos peques comiencen su desarrollo hacia la adultez a edades tan tempranas.
Pues bien, tengo mellizas de 8 años. Una de ellas continúa en su etapa infantil, aunque emocionalmente hablando se gestiona muy bien, y la otra, ya está cambiando su manera de ver, hacer y sentir las cosas. La noto mucho más independiente, apenas se despide a la entrada del cole, tiene otras inquietudes y camina por la vida como si todo le diera igual a la par que se toma a la tremenda cualquier cosa.
Mi hija camina por la vida como si todo le diera igual a la par que se toma a la tremenda cualquier cosa.
Es extraño, pensé, pero tras leer unos cuantos libros como Resetea tu mente de Mario Alonso Puig, Guía para ser buenos padres de hijos adolescentes de Fernando Alberca o Tormenta cerebral de Daniel Siegel, llegué a la conclusión de que probablemente mi niña estuviera
empezando a experimentar el proceso de cambio de la infancia a la pubertad. Porque no es lo mismo la pubertad que la adolescencia. La adolescencia es un proceso más amplio con cambios físicos, psicosociales y emocionales que se inicia con la pubertad, mientras que ésta es un evento biológico. Lo explican muy bien en un estudio llamado “Pubertad y adolescencia” de M. Güemes-Hidalgo, M.J. Penal González-Fierro y M.I. Hidalgo Vicario.
No es lo mismo la pubertad que la adolescencia.
No sé cual es la razón, quizás, el ritmo frenético en el que vivimos, ya que la humanidad conlleva miles de años de evolución y en apenas unos cientos de años ha cambiado por completo nuestro mundo a un ritmo vertiginoso. Además pareciera que no quisiéramos que los niños fueran niños con tanta estimulación temprana, escuelas de “alto rendimiento “ o tardes repletas de extraescolares, hablando desde la propia experiencia. Tal vez nos cuesta ralentizar y dejar los procesos fluir. Puede también que sea por nuestra manera de comer tanto alimento procesado, la falta de contacto con la naturaleza, los hábitos sedentarios de la mayoría de nosotros y el estrés que nos provoca llevar tal ritmo de vida, el que de una u otra manera influya en los cambios que conciernen a las nuevas generaciones.
En definitiva, parece ser que los cambios de niño a adolescente se presentan con mayor prontitud, nos guste o no y, no sé vosotros y vosotras, pero para mí es un placer acompañar a mis niñas en el proceso. ¡Feliz etapa adolescente!