Conchita: “Es importante que le pasemos a nuestros hijos nuestra mejor versión, no la versión entera”

“No sé si he hecho bien en traerte a este mundo de locos. Yo quiero pensar que acerté y te sabré proteger (…). Y en medio de todo, yo sé que habrá un día en el que tu mano tendré que soltar. Y ya, de reojo, te intentaré cuidar”.

 

Puede que esta sea una de las canciones que mejor refleja lo que es convertirse en madre o padre: los miedos, las dudas, la transformación, el amor puro e incondicional y la madeja de sentimientos y emociones que nos embargan. Y puede que ‘Trespatas y Olivia’ sea uno de los cuentos que con más acierto plasme el bonito vínculo que se establece entre nuestros hijos y otro ser al que aman: sus perros. Ahora, la cantante y compositora Conchita ha unido su talento al de la ilustradora y escritora Amparo Fontanet para crear un cuento lleno de valores como la espera, la tolerancia a la frustración y el amor. Un cuento que, además, posee, su propia banda sonora en forma de canciones infantiles. Por eso hemos hablado con la artista.

 

P. ¿Por qué este cuento y por qué añadirle una ‘banda sonora’?

 

R. Conocí a Amparo hace muchos años en unas clases de claqué para una de mis canciones. Siempre pienso que las cosas pasan por algo, y es que ahí conocí a mucha gente, pero con Amparo hice una relación más estrecha. El caso es que siempre me enseñaba sus dibujos, y es algo que admiraba mucho de ella, porque yo dibujo fatal. Ya entonces pintaba a ‘Trespatas y Olivia’ y me decía ‘Me encantaría hacer un cuento con estos personajes’. Yo, por mi parte, llevaba mucho tiempo queriendo hacer canciones infantiles porque tengo un público de familia, me siguen niños, pero también personas demás de 30. Así que de repente se me ocurrió juntarnos. Al principio pensamos en un musical, luego hemos ido cambiando un millón de veces de idea. Al final llevamos con esto desde la pandemia y se puede decir que esto nos salvó porque nos ilusionó. Amparo me mandaba versiones e íbamos dándole forma. Tardamos un montón. La idea era crear algo bonito, un proyecto bonito. Y yo, siendo madre, al final estoy muy metida en el mundo de la imaginación.

 

P. En el mundo de la imaginación y de la educación emocional. Porque con este cuento transmitís valores y ayudáis a adultos y a niños a canalizar  por ejemplo la frustración… 

 

R. Sí. Es obvio que nos educaron de una manera determinada y ahora la mayoría estamos intentando recordar cómo nos educaron y lo que estuvo mal, pero es que era la manera en la que sabían. Es difícil. Y estamos intentando hacer las cosas de otra forma. Por ejemplo, no podemos decirles que no griten mientras les gritamos. Somos humanos, es cierto, y todos gritamos. Pero también ahora somos más conscientes de que tenemos que estar ahí para ellos y de que tenemos que entender que hay procesos en el niño para los que no están preparados. Todos necesitamos parar, respirar y pensar, tenemos que aprender que podemos tener un problema, pero ese problema tiene solución y que podemos enfocarlo de otro modo. Una frase que me encanta es la de ‘llenarme de posibilidades’. Al principio los niños no lo entienden.

Yo con mi hijo Leo me doy cuenta de que sí cala si repito las cosas despacito. El otro día, por ejemplo, se nos cayó algo al suelo y se formó un desastre y Leo me miró y me dijo ‘tiene solución’. Así que creo que todo eso se les queda, aunque en el momento no sean capaces porque no lo saben gestionar. Y creo que no hundirnos es la base de la felicidad. Siempre nos ponemos en lo peor y tenemos que pensar que lo peor casi nunca pasa.

 

P. Claro, pero cuando somos madres y padres es normal que tengamos miedos que hasta entonces no teníamos. En realidad es como si no fuéramos los mismos, ¿no?

 

R. ¡Es que ser madre te cambia tantísimo…! Uno no es consciente. No puedes imaginarte lo que te cambia la vida, te conviertes en otra persona, quiero pensar que otra persona mejor. Pero sí, de golpe pones en tu cara todos tus miedos y manías y no quieres pasárselas a él. Queremos pasarle nuestra mejor versión, no la versión entera. Yo, por mi parte, intento que no se dé cuenta de que soy muy desordenada. Fíjate, una vez le dije ‘Yo me mareo en el coche’. Y hace poco veo que me dice lo mismo. Es decir, que las palabras y todo lo que decimos deja huella.

Luego colocamos las prioridades de otro modo. En mi caso, cuando pensé en ser madre tenía miedo de renunciar a muchas cosas en la música y de tener que decir que no. Pero en realidad, muchas veces renuncio pero porque lo elijo yo. Es que ser madre te convierte en otra persona  y eso en la música se refleja. En mis primeros discos estaba pasando por un desamor y me salía eso, y ahora me salen otras cosas.

 

P. La renuncia al final es algo recurrente en la maternidad y la paternidad. Sin embargo, ¿tú lo ves más como una elección que como una renuncia?

 

R. Sí. Yo lo que intento es, aunque la gira sea larga, irme solo un día a la semana, por ejemplo irme un viernes y volver el sábado. Al principio estaba frustrada con los horarios. Me costaba mucho porque solía escribir por las tardes y por las noches. Ahora he aprendido a sentarme al piano a las 9 de la mañana. Y si me sale a las doce de la noche intento guardarme esa musa para la mañana siguiente. Lo que sí es cierto es que hago mil cosas más que antes, que si disco nuevo, que si cuento y canciones… claro que tengo la sensación de que no tengo tiempo, pero soy más productiva que antes. Aunque también echo de menos tirarme a ver una película, pero soy consciente y uso mejor el tiempo.

 

P. ¿Habrá más ‘Trespatas y Olivia’? 

R. La idea es continuar y que ‘Traspatas y Olivia’ vivan más aventuras. Nos costó mucho sacar este cuento porque cambiamos el final varias veces y creo que al final tiene una historia bonita, que es lo que siempre buscamos, que nos enseñe algún valor, que nos enseñe a buscar soluciones. Lo que Amparo y yo queremos es que se entienda este vínculo que da mucha ternura. Es la relación que me gustaría que Leo tuviera con sus amigos. Creo que al final lo que necesitamos es tener gente cerca que nos quiera y que nos cuide, sean personas o perros.

Yo siempre he tenido perro, con 6 años tuve el primero, que lo encontramos abandonado. Murió cuando tenía 18. Luego he tenido más, siempre he tenido, porque creo que es muy bonito crecer con un perro. Aprendes a querer sin hablar. Y es vital que un niño entienda que el amor se da con los gestos también, y que entienda la responsabilidad de cuidar de alguien. Lo bonito de Trespatas, además, que no se hace casi mención en el libro, es que es diferente. Felipe es distinto pero es una manera de normalizarlo.

 

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Lara Fernández

Mamá, periodista y maestra de Educación Infantil

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