Hoy publicamos una reflexión de una mamá, Sonia, tras conocer la noticia de la carta que Diego, de 11 años, dejó a su familia antes de suicidarse, en la que les confiesa: “No aguanto ir al colegio”. Sonia ha querido que publicáramos su reflexión porque espera que sus palabras sirvan para concienciar sobre la necesidad de poner freno a esta lacra. Para Sonia, al igual que para Carmen Cabestany, profesora, secretaria de No al Acoso Escolar y que pronunció una imprescindible ponencia sobre el tema, la educación en la empatía y el compromiso de todos es la clave para erradicar este problema social.
La noticia de la muerte de Diego, el niño de 11 añitos que se suicidó, me hace ponerme a pensar. Y como sé de qué va el tema me llega de una manera especial y me toca algo más que una simple noticia. Vengo de una familia de 4 hermanos y el más pequeño de todos sufrió acoso escolar. Todos sufrimos las consecuencias de ese acoso con él: los llantos para no ir a clase, las enfermedades, la angustia, además de los malos tratos tanto físicos como psicológicos que sufrió sin que nadie hiciera nada para parar lo que estaba pasando. Mis padres fueron mil veces al cole a hablar con el director, con la tutora, con los profes y nadie ponía una solución. Al revés, parecía que culpaban a mi hermano de lo que pasaba porque era él quien se quedaba sin recreo, era él quien se perdía fiestas y actos porque podía pasar algo… Recuerdo que salíamos al recreo en diferentes horarios y yo intente que me dejasen salir con él para defenderlo pero la respuesta fue negativa por parte del centro. Mis padres llegaron incluso a seguir a los niños que le pegaban para llegar hasta sus casas y hablar con sus padres pero tampoco eso solucionó nada porque o se negaban a aceptar que fuese verdad o pasaban del tema….y eso sirvió para aumentar aún más las amenzas. Lo pasamos francamente mal y como es lógico es un tema que en mi casa nos preocupa muchísimo y que intentamos recalcar a los peques para que sepan que hay cosas que JAMÁS se deben hacer o decir.
Hoy soy madre de dos niños. El mayor, que tiene 8 años, va a ese mismo colegio y desde que tenía 6 ha tenido algunos problemas de burlas y golpes. Con 6 añitos ya tuve que ir a hablar con la tutora de mi hijo porque algunos niños se reían de él y le llegaban a empujar y poner la zancadilla en repetidas ocasiones (cosa que me parece increíble porque con esa edad deberían pensar solo en jugar)… Esta profesora cortó el tema de raíz y la cosa no fue a más. Pero al comenzar el curso pasado me empezó a contar algunas cosas y un día llegó lleno de moratones y contándome que en el recreo 4 niños lo agarraron para pegarle, lo tiraron al suelo y le pegaron incluso patadas en las costillas. Me presenté en el colegio, tuve que ir varias veces porque seguía teniendo problemas (burlas, insultos, golpes…cosas como tirarle la gorra en la taza del water) pero después de amenazar con ponerle una denuncia al colegio en la Consejería de Educación la cosa paró. Pero este curso de nuevo ha vuelto a tener problemas esta vez con tres niñas de su misma clase que se ríen de él y algunas cosas más. Mi sorpresa llegó cuando pregunté a las madres de algunos niños si saben algo de lo que me cuenta mi hijo (sin dar nombres ni contar lo que ha pasado) y no sólo me confirmaron lo que él me había contado y me comentaron que dos niñas más son objeto de burlas. Me fui a hablar con la tutora y me recibió enfadadísima porque según ella no había necesidad de poner en boca de todo el mundo a esas niñas, consideró que es ella quien debe resolver las cosas que pasan en el aula con los niños y me informó de que ella nunca había visto nada y me dijo que mi hijo es “demasiado sensible” (cosa que me molesta muchísimo porque ser sensible no es malo ni motivo para que se rían de él). Me llegó a decir que si yo, en vez de quitarle importancia, me pongo a buscar problemas, pues el niño se pone peor. Finalmente me hizo firmar un acuerdo: que no voy a hablar del tema más que con ella. Con las familias de esas niñas la reacción no es mucho mejor, llegan incluso a decirme que no creen que eso sea cierto.
Con todo esto vengo a decir que el tema es mucho más serio de lo que muchos piensan. Creo que en los colegios no se presta la atención necesaria y que muchas veces se dejan pasar cosas que no deberían pasar. Hay que llamar a cada cosa por su nombre y parar las burlas a tiempo puede ser un cambio enorme en la vida de una familia (porque es la familia entera la que sufre las consecuencias y no son pocas precisamente) Y sobre todo lo que más importa es la educación que les demos en casa. De nada valen números de teléfono para que los niños llamen si sufren acoso: el acoso se acaba cuando los niños estén educados en la igualdad y el respeto. Pero para eso tienen que ver un ejemplo de igualdad y respeto en casa. Si en casa se trata a todos con respeto sin importar que sean diferentes ellos respetarán. Y sobre todo hay que enseñarles a tener empatía: “Si tú te sientes mal cuando te insultan, ¿por qué insultas? Si a ti te duelen los golpes, ¿por qué pegas?”
Como madre y sabiendo de buena tinta lo que significa el acoso creo firmemente que si en casa hacemos un trabajo de educación desde bebés estas cosas no pasarían…. Si un niño no crece viendo burlas, si no ve desigualdad ,si no crece viendo la violencia como algo normal, difícilmente se reirá, burlará o pegará, no acosará a otros niños porque sabrá que eso no es lo que debe ser. Y desde los centro escolares, no se debería dejar pasar las cosas. Nunca se sabe lo que un niño puede sufrir hasta que muchas veces el daño está hecho.
Espero que al menos mi historia sirva para concienciar y que mucha gente entienda que lo que en un principio puede parecer una cosa de niños no lo es tanto y que TODOS tenemos que cambiar la educación que damos a los niños para que no se vuelva a repetir la historia de Diego con ningún otro niño…. Que no haya más como él ni como mi hermano, como tantos niños y niñas que sufren un infierno y que ven como día a día están obligados a convivir con aquellos que les hacen la vida imposible y, peor aún, ven que aquellos que deberían defenderlos y cuidarlos dejan (dejamos) que lo que les hiere siga pasando sin ponerle freno.
Imagen: Bully. Thomas Ricker/Flickr