Es autor del libro Meditación para niños. Hablamos con él sobre la meditación, el mindfulness y propuestas para incorporar estos hábitos en el día a día familiar. “Como los niños ya están en el aquí y ahora, no los saquemos de ahí. No les digamos: venga, que llego tarde. En lugar de decir “vamos a meditar por la tarde”, vamos a tratar como adultos de no castrar sus capacidades meditativas”, nos dice.
¿Cómo nació la idea de este libro?
Los anteriores libros los había escrito de cara a los centros educativos en el marco del Programa TREVA (Técnicas de Relajación Vicencial en el Aula), en el que trabajamos el mindfulness como programa establecido en centros de toda España. No teníamos manual para sacar el mindfulness de las aulas, especialmente para niños de 6 a 11 años. También quería clarificar conceptos.
¿Qué mensaje fundamental quieres dejar a tus lectores?
El primero es que en el kit de nuestro nacimiento ya venimos con las nueve habilidades psicocorporales de relajación y mindfulness. Si las tenemos, desarrollémoslas porque si lo hacemos seremos más felices. Se nos ha dado esta capacidad de mirar al interior. El ser humano tiene un ágora interior que si desde pequeñito se cultiva es un potencial muy grande. En contra de lo que parece, el libro no es para niños, es para papás y mamás, para que nos lo curremos y lo hagamos con ellos. Es peligroso que una madre o un padre quiera hacer esto pero no lo haga él primero.
¿Qué beneficios puede tener para padres, madres, nuestros hijos y nuestro vínculo la meditación?
Quiero subrayar que no debiéramos hacer mindfulness por sus beneficios, de la misma forma que no desarrollamos nuestras relaciones humanas o nos casamos por los beneficios. Pero sí que es cierto que obtenemos unos beneficios: cognitivos (desarrollo de la capacidad de atención, de memoria, abstracción), emocionales (autoestima, autoconfianza, autoimagen, autoconcepto, habilidades interpersonales como la empatía y la asertividad). Si un niño desarrolla todo esto, el ágora o la plaza de la tribu que hay en casa será mucho más empática, más compasiva, ante un problema lo normalizaremos, perdonaremos… Nos hace seres más compasivos, entendiendo esto como un salir del perfeccionismo y del narcisismo, de la competitividad y de la eficacia y llegar a ser mejores personas. Todos en el planeta creemos que una mejor persona es la que no se tiene solo en cuenta a sí misma. Una familia que medita es una familia que lubrica estos valores de autonomía emocional, de desarrollar la belleza interior, la empatía, saber perdonar y desarrollarnos. Quiero desmitificar, no hace falta que ahora en todas las casas tengamos una habitación con incienso y un Buda, lo que tenemos que hacer es recuperar silencios, formas de estar tranquilos, escuchar nuestras emociones. Hoy día no hay referentes de silencio en nuestras casas, porque nos levantamos con la radio, comemos con la tele, estamos distraídos, uno come un trozo de pizza con prisa en el pasillo… Es normal que tengamos este estrés que tenemos.
¿Por qué no te gusta la idea de hacer mindfulness por los beneficios?
Entonces se cosifica la meditación, que es algo que en sí mismo tiene sentido. No hago meditación en la escuela para que estudien más mates, sino porque desarrolla las competencias emocionales de las personas. La persona que medita está más a gusto consigo misma, pero no lo hago para estar más a gusto, sino por necesidad. Es como un nutriente. Es que medito porque estoy como una moto. No me refiero a meditar de un modo ortodoxo. Y cuando estudiaba música y estaba con la guitarra clásica era algo muy cercano a meditar.
¿Cómo podemos animar a un niño de 6 años a meditar?
En un niño de 6 años, más que decirle vamos a meditar, deberíamos tener en cuenta sus facultades meditativas. Un niño o niña se sienta a ver la tele en posición de loto, con la columna rectita. Tenemos que tener en cuenta que no se nos vaya luego por aprendizajes y por caer en el desánimo la capacidad de estar con la postura que hay que estar, ni su capacidad de fantasía y de observarlo todo, la capacidad contemplativa que luego queremos recuperar (el niño se queda embobado mirando las l pompas de jabón o las nubes). Como los niños ya están en el aquí y ahora, no los saquemos de ahí. No les digamos: venga, que llego tarde. En lugar de decir “vamos a meditar por la tarde”, vamos a tratar como adultos de no castrar sus capacidades meditativas. Si queremos animar a un niño de 6 años habrá que reducir su nivel de distracción: vamos a centrarnos en lo que vemos o escuchamos. Por ejemplo, observar el movimiento de las nubes. O vamos a comer esta galleta lentísimamente. Es trabajar la atención y la lentitud. O vamos a vestirnos con elegancia, poco a poco, con una música de fondo. Ese crear esa atmósfera siempre será más potente que quedar con mi hijo de diez a diez y cuarto para meditar. Además, si tenemos diez minutitos podemos crear un escenario de intimidad donde se le diga al niño que vamos a hacer algo especial. Empezar con unas respiraciones profundas, recoger la atención y traerla al cuerpo, a la respiración, observar las emociones que hay en el pecho como nubes que pasan y que son parte de nosotros pero no son todo nosotros. Cuando más acepte que hoy están esas nubes y mañana no, el niño puede normalizar que tiene pena algunas veces pero no identificarse con ella. Se trata de aceptar las emociones negativas, perdonarse, perdonar a los demás.
¿Qué ejercicio o práctica podrías sugerir?
Te digo tres fundamentales. Uno que es para relajación, para el tono muscular. Cuando nosotros estamos tensos estamos en contra de la gravedad. El ejercicio es que el niño es una marioneta. Yo mismo le puedo coger de las muñecas para ver si realmente se está dejando manipular. Para trabajar la atención y traerla al presente, llevar la atención a la propia respiración, a como el aire entra, contar todas las veces que entra, o sentir en la nariz el fresquito del aire que entra y el calor del aire cuando sale. O poner una mano en el pecho y otra en el vientre y ver cómo suben las manos porque se llena de aire el cuerpo. Este ejercicio en la piscina, si estamos cómodos y apoyamos la nuca en el bordillo y dejamos que el cuerpo flote, es buenísimo. La respiración consciente se podría trabajar con una imagen, por ejemplo imaginando el movimiento de una ola (si inspiro la ola viene, al espirar la ola se va). Otra forma es pronunciando afirmaciones positivas: “Me relajo”, el nombre de alguien que me guste… Porque mientras me digo algo estoy presente. También podemos hacer respiración consciente con el movimiento, mientras inspiro muevo un brazo, al espirar vuelve a su posición. Por último, propongo ser consciente de las emociones, enseñar a nuestros hijos que en nuestra barriguita tenemos huéspedes, como el hermano King-Kong miedo, o la princesa celosa. Crear personajes para las emociones, que nos visitan en nuestra casa y ninguno es malo, son amigos. Así verbalizarán: ahora me está visitando el amigo King Kong. También otra forma de hablar de emociones es con el clima interior: si en mi interior hace bueno pero hay alguna nube, si hay mucho viento. Otra es el cuelga-emociones, al igual que cuando colgamos la cazadora: si nuestro hijo viene a comer con morritos le decimos “vete al cuelga-emociones y cuelga los morritos”. A lo mejor vuelve con los morritos y no pasa nada, le hemos hecho ser consciente y ayudamos a verbalizar. Luego vemos al acabar ese acto si sigue colgado. Y muchas veces el niño nos dice: “Anda, se me han llevado los celos”. E incluso antes de poner una etiqueta que identifiquen dónde lo sienten, en el pecho, en el cuello, en el estómago. Por ejemplo, muchos decimos “los tenemos por corbata”, y es que la sensación de miedo o angustia está ahí. Y además es importante escanear el cuerpo lentamente: cómo está mi cuello, si hay tensión, si me aprieta el calcetín… Esta capacidad de observar mis sensaciones desarrolla la atención.
¿Cómo recomendarías incorporar este ratito especial de meditación en la rutina diaria?
Las cosas hay que hacerlas a diario con los niños. Más vale cinco minutos cada día que 20 minutos los sábados. Yo incorporaría empezar las mañanas así: con respiración consciente, empezar juntos a hacer silencio. Esto une a las familias mucho. Y además si se puede, a la noche, tras la hora del cuento el niño se pone en estado de confianza, así que podríamos aprovechar ese estado para invitarle a tomar unas respiraciones, a repasar el estado de su cuerpo antes de dormirse. Si esto no se sistematiza cae en el olvido.
¿Por qué se habla tanto de mindfulness o meditación?
No se inventa nada con el mindfulness, todas las culturas han tenido sus formas de explorar la interioridad. Se habla de esto tanto ahora por necesidad. Como esto se ha llevado siempre desde la religión o el arte, al llevarlo al mundo de la ciencia y hacerse un mundo más laico, como todas las personas somos espirituales, necesitamos esa agua de la espiritualidad. Pero nos metemos en esa vorágine de la excelencia y nos olvidamos. Eso que está en todas las culturas, del amor al prójimo, el conocerse a uno mismo, la solidaridad, ahora nos viene dado por la ciencia que nos dice que si se entrena esto mejora mi forma de vivir. Es verdad que hay mucho de moda, pero creo que lo fundamental es la necesidad. Llamamos meditación a la habilidad de seleccionar un objeto de la atención y mantenerlo fijamente, ya sea la mente, un estímulo visual, una frase.