Veinte años y un día de paternidad (“que suena a condena, pero es una de las condenas más divertidas y apasionantes”) dan para mucho y de todo ello habló Carles Capdevila en su genial ponencia en Madrid, donde rememoró todas las etapas de la vida de sus cuatro hijos: desde las preguntas impertinentes de los vecinos al conocer el embarazo (les preguntaban si era buscado o no y Carles opina que “la vida privada de los padres y madres se convierte en patrimonio de la Humanidad”) hasta el momento que nunca pensó vivir: recoger a su hija mayor de un concierto por la noche.
En medio de las carcajadas del público, Carles compartió 10 lecciones que le han dejado esta condena, como que cada niño es distinto, que los niños prodigios son pocos, que los riesgos existen o que la paternidad y la maternidad nos provocan contradicciones.
Entre la compra del Predictor seguida del abrazo del farmacéutico cuando se enteró del resultado (cosa que al principio le sorprendió pero ahora “20 años después he calculado lo que le he pagado a este señor en antibióticos, Dalsy y homeopatía y considero que me abrazó poco”) y el incumplimiento de una promesa que había incluso grabado en la radio (nunca ir a buscar a un hijo por la noche), Carles nos habló del sagradísimo secreto de confesión en las escuelas infantiles, cuyas maestras jamás revelan quién ha mordido a tu hijo, y de los parques de arena (que para Carles son como un “ring” y ante los cuales si le dices a un niño “Sobre todo, no te manches y no te pelees”, como él escuchó a una madre, la respuesta suya será “¿Entonces a qué hemos venido?”).
En la ponencia, también se habló de la extendida frase de “Hay que compartir, compartir está bien”. Carles nos propone aplicarlo pidiendo compartir el Iphone 6 de alguien a cambio de un Nokia que tiene 10 años.
Capdevila también habló de los deberes (y nos confesó que, cuando la tutora de su segundo hijo les dijo que tendrían que estar pendientes porque su hijo no hacía los deberes, “le eché una bronca a la mayor diciéndole: “Avisa que llevas dos años haciendo deberes sin decir nada, porque hemos hecho el ridículo, parecíamos padres novatos”).
Carles también quiso hablar del fútbol y de la poca deportividad de los padres del fútbol, que quieren entrenar al entrenador para que favorezca a sus hijos o que, como él mismo recuerda, exigen que no se anule un gol en fuera de juego “con la ilusión que le ha hecho a mi hijo marcarlo”, una frase que para Carles representa todo lo contrario a educar.
Hablamos también de la obsesión por los niños prodigio (“de esos hay pocos”, nos decía) y del sentido del ridículo que no tenemos los padres (de ello dan cuenta historias que a Carles le cuentan algunos pediatras, como la de los padres que descubrieron que su hijo, que cena poco, come cosas que encuentra en el suelo y ahora “esterilizan primero el suelo y le dejan trozos de tortilla”). Carles asegura que “a veces antes de acostarme pienso en este niño: eres un niño y necesitas unos adultos serios, que estén de pie, con confianza, con seguridad, y ves a tu padre y tu madre de rodillas dejando tortilla en el suelo para que te lo comas. Es para irte de casa aquel mismo día y decir: “Peor que aquí no estaré”. Así que nos dice que los padres de esta historia real serán de los que dicen que harían cualquier cosa por su hijo. Y él les aconsejaría: “El ridículo intentad no hacerlo tanto”.
Hablando del riesgo, Carles tocó también otro momento importante en la vida de los hijos y padres: los campamentos. Carles nos contó que cuando fue a despedir a su hija de siete años que se iba dos semanas a unas tiendas de campaña, trataba de contener las lágrimas pero la madre a su lado estaba llorando. Y le preguntó quién era su hijo. La respuesta fue sorprendente: “Es el monitor”. Y luego le contó algo que seguro que Carles no quería haber sabido: “Es que es muy despistado y pierde todo”. Con razón 13 días después su hija les comentó que su monitor era muy raro porque estaba cada dos por tres contándoles.
Por último, Carles nos habló de su promesa incumplida tras criticar en la radio a “esos padres patéticos que esperan en las puertas de las discotecas a sus hijos porque han ido a buscarles en coche y en pijama” (y aquí nos confiesa que al menos no ha ido en pijama “por ahora”) y nos recordó que la paternidad y la maternidad es la experiencia que más contradicciones provoca porque “un padre o madre es un individuo obsesionado con que su hijo aprenda a hablar y a andar y cuando lo ha conseguido se pasa el día diciéndole que se siente y que se calle”.
Seguro que disfrutáis y os divertís con todas estas experiencias, con muchas de las cuales probablemente os identifiquéis, de estos 20 años y un día de paternidad. Capdevila nos brinda de nuevo un monólogo genial para volver a subrayar la importancia de divertirse mientras educamos.
Reflexiones sobre educar de Carles Capdevila