Laura Baena es la fundadora del archiconocido Club de Malasmadres, una comunidad emocional que rompe, con mucho sentido del humor, la imagen idílica de madre perfecta y entregada. De ese sentido del humor hizo gala en su ponencia en nuestro encuentro, en el que nos dio “10 claves para educar sin morir en el intento”.
Laura comenzó su intervención con el humor que caracteriza al club: “Cuando me llamaron de Gestionando Hijos para participar en un evento sobre educación, pensé: “Pues no lo estoy haciendo tan mal como pensaba””. Aunque confiesa que el subidón le duró muy poco. Hace cuatro años que Laura es malamadre y por eso sabe que “educar sin morir en el intento” es posible gracias a 10 claves. La primera clave, es informarse: “Cuando una va a ser madre, una cree que todo ese conocimiento que tiene su madre le va a llegar por ciencia infusa. Pero luego no, te encuentras con un buenhijo, con 2 o con 3 si estás loca que viene sin manual de instrucciones. Ahora toca sacarse el doctorado de maternidad en tiempo récord. Con el primero, te lees un libro, dos, tres, te lees todo lo que te regalan, arrasas con todo en la biblioteca”, pero, eso sí: “leerse la bibliografía completa de cómo actuar en cada situación se lo dejamos a las madres alfa”, término que el Club ha acuñado para referirse a esas madres perfectas, “que las malasmadres tenemos mucho sueño”.
La segunda clave, nos dice Laura, “es no gritar. Es un mantra en mi día a día. Yo lo intento, pero me sale la verdulera que llevo dentro y me dejo llevar. Hay días que, aunque la buenahija2 me perfore los tímpanos, tiene 8 meses, consigo entrar en estado zen y la gente me dice: “¡Qué bien lo llevas!” mientras el tic nervioso va in crescendo”. Y Laura nos habló de los “yo nuncas”, esas promesas que vas a cumplir cuando seas madre, como “Yo nunca perderé los nervios ni les gritaré”.
La tercera clave es “paciencia infinita. Dosis extra le compro a la Boticaria García todas las semanas. Pero a más paciencia más arrugas, la mala leche que te entra por algún lado tiene que salir. Siempre hay un plan B, en el supermercado murmurar, mirando de reojo con desdén: esa niña no es mía”, nos dice Laura. Aunque nada de eso te libra de que te encasillen como malamadre: “Hagas lo que hagas, si tienes paciencia y les dejas hacer eres malamadre, si no tienes paciencia y te pones dura, eres malamadre”.
La cuarta clave es los deberes. Laura lamenta que “no vamos a ser la generación que viva sin deberes. Hay que hacerse a la idea de que te va tocar: a los baños, a las cenas, a los buenoshijos, al trabajo, se va a sumar dos horas de compartir intensamente con tu hijo los deberes”. Y muy relacionado con los deberes, las manualidades: ”hacer la catedral de tu ciudad en palillos con la buenahija es toda una aventura. Yo sé que en los colegios mandan las manualidades para tener ese vínculo. Hay que ser fuerte y no dejarse llevar por la competitividad de los grupos de WhatsApp de las madres del colegio. No los miréis, menos en estas épocas, silenciadlo, que vais a ver cómo van haciendo la estrella esa, mientras tú la has buscado por Internet, 10 euros, es que no merece la pena”.
La sexta clave es grandes respuestas a grandes preguntas, como “por qué tienes la tripa gorda si la buenahija2 ya ha salido si existen los Reyes Magos, qué es Dios o cómo nacen los niños”.
La séptima clave es poner castigos: “Yo decía que poner castigos era lo peor del mundo. Mil veces le he castigado esta semana. Y dos mil veces le he levantado el castigo. Poner límites me parece lo más difícil del mundo. Yo todavía no lo he conseguido. Y pasan estas cosas, ese momento en el que estás tan cansada y dices: Haced lo que queráis, pero dejadme en paz”.
La octava clave son los chantajes, “pero yo no los hago, ¿eh? Eso de sobornar con chuches, película de Frozen… En la puerta del colegio digo: “No, mi niña no come chuches, ella solo come galletas ecológicas, frutas en cantidades ingentes y agua. ¿Fanta? Nooo, en la vida”. Y la buenahija viene desde la otra punta y te dice: “Mamá, no mientas, que ayer me tomé una bolsa gigante de gusanitos y un donut”. Y Laura nos presenta otro “Yo nunca”: “Yo nunca le daré chocolate para hacerle callar. Eso hasta que llega el momento en que tienes que anestesiarte de los chillidos constantes y coges lo primero que pillas”.
La novena clave es los despistes. “Cuando una es madre, se le ve mermada la capacidad de reacción, los reflejos y la memoria”. Laura nos cuenta que hay que “recordar el día que tiene gimnasia, “psicomotricidad”, como lo llaman ahora, recordar si le han dado pasta o pescado, o recordar de quién es el cumpleaños esta tarde”… Laura reconoce que “vas por la vida con despistes, como cuando en la circular del colegio te dicen que le tienes que disfrazar de pastor y en el chino ya no queda disfraz de pastor, a ver qué hacemos las malasmadres que no sabemos coser”.
Y la décima clave es que “educar con humor es una de las mejores cosas que podemos hacer, que no somos perfectos ni venimos con manual de instrucciones y que de los errores se aprende”. Por eso, con humor, habló de compañeros de las malasmadres como “el sentimiento de culpa, que es el que está ahí acechándote, pégale una patada y a partir de ahí vamos a educar mejor”. Y de la importancia de no mirar atrás: “¿Para qué vamos a hacernos daño a nosotros mismos pensando qué hacíamos un viernes por la tarde cuando no éramos padres?”. Y también de la nueva dimensión que toma el término optimismo cuando eres madre: “Optimismo es la clave para todas las madres para sobrevivir. El optimismo es lo que te hace levantarte cada día. Y yo hoy con optimismo me levanto y digo: esta noche voy a dormir ocho horas. O me voy a la playa con un libro y digo: este libro me lo leo en la playa. O llegan las vacaciones de Navidad y digo: estas vacaciones voy a descansar”. Otro de los ingredientes en la vida de las malasmadres, aderezada con mucho humor, son las “mentirijillas piadosas que dan sal a la vida. Que la niña te dice “Qué bueno está el arroz, mamá” y tú no le dices que es del chino, que no lo has hecho tú”. Y también nos habló de las nuevas metas o sueños de las malasmadres: “ese día en que los niños sean grandes y te puedas depilar las dos piernas el mismo día”, o un sueño mayor, como un viaje sin niños al año: “debería estar subvencionado por el Estado. A ver si nos escucha alguien, ahora que estamos de elecciones, eso daría muchos puntos”. Y ya un poco más en serio, Laura se preguntó: ”¿por qué educa una mejor? Porque asume las limitaciones, asumes que no llegas a todo, que no eres esa madre perfecta que te impone la sociedad, asumes que a partir de ahí `puedes educar con una sonrisa a tus hijos y luchar por no perder nuestra identidad como mujer, porque no vamos a renunciar a ver crecer a nuestros hijos, no vamos a renunciar a nuestra carrera profesional y porque, aunque no sepamos hacer croquetas, todas las noches los llevaremos a la luna”.
Empieza la semana con buen humor con esta ponencia con la que seguro que te identificarás.