Noelia López-Cheda nos hizo en un taller una pregunta muy poderosa: “Si nuestro hijo tiene un cinco en Matemáticas y un 10 en Dibujo, ¿cuántos lo apuntaríamos a clases de mates?, ¿y a clases de dibujo?”. Buena pregunta, ¿verdad? Menuda tesitura complicada… Sobre esto va la historia de Julia.
Cuando Julia era pequeña, le encantaba escribir. Era sin duda su hobby favorito. Los fines de semana que no salía se quedaba en su habitación horas y horas creando historias y mundos paralelos. Sus padres, muy preocupados por su socialización y por su pobre coordinación motora, le apuntaron a grupos de scouts y gimnasia con la esperanza de que estas extraescolares supusieran mejoras en los puntos débiles de Julia. Nadie, ni siquiera Julia pensó en la posibilidad de apuntarla a clases de escritura.
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Ahora que Julia es madre, quiere que su hija Emma, de 14 años, haga alguna actividad extraescolar que le guste porque la ve desmotivada, apática y con pocas ganas de volver a las actividades que tenía antes de la pandemia. Necesita, piensa Julia, una actividad que le apasione, que le ilusione, porque está muy apagada.
Le podría apuntar a algún deporte, porque ahora se mueve poco, o a clases de piano, porque tiene un teclado que ya no quiere usar. Así aprovecharía y compensaría con esas actividades la falta de movimiento o el gasto que hizo en un teclado que pidió ella. Pero lo piensa mejor y se repite: Emma necesita alguna actividad que de verdad le encante y le motive. Y recuerda que a su hija le encanta pintar, que, de hecho, lo hace muy bien y que tiene libretas y libretas llenas de dibujos.
Además, tras el confinamiento Julia se ha apuntado a un curso online de escritura y le está entusiasmando potenciar un hobby que tenía medio abandonado. Así que le propone a Emma apuntarla a un curso de dibujo y muy pronto ve el cambio en su hija: está más motivada, vuelve a hablar con pasión de muchas cosas, se interesa por perfeccionar su técnica, se pone retos para sentir que avanza… Emma ni siquiera espera con la pintura que nadie le diga lo bien que lo hace, simplemente le motiva disfrutar, experimentar, aprender.
Tres grandes claves para cuidar el talento de nuestros hijos
- Observar: Como nos decía Fernando Botella en una ponencia, “para descubrir talento hay que preguntar adecuadamente, acompañarlos en el camino de su vida, preguntando, escuchando y observando”.
- Respetar y cuidar: Es muy importante tener en cuenta estas palabras de Ken Robinson: “Nuestros hijos extienden sus sueños bajo nuestros pies y debemos pisar suavemente”.
- Recordar que la ilusión y la motivación son las más importantes maestras. Como dice de forma genial el gran Carles Capdevila en un vídeo de nuestra plataforma, “de ilusión se vive, y se aprende”. En este vídeo cuenta la historia de unos amigos muy preocupados porque su hijo quería ser mago, y nos pide que no menospreciemos “la motivación imparable que es que te haga ilusión una cosa”.
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