María Ángeles Jové Pons se pone en la piel de nuestro hijo o hija para pedirnos que le enseñemos a través de una mirada amorosa y segura, una sonrisa limpia y divertida, unas manos que sostienen y acompañan y unas palabras valientes que comprometan. Porque todos estos elementos tienen un gran poder: hacer de nuestro hijo o hija una persona que se sepa valiosa y que emprenda con coraje el camino de su propia vida.
Papá, mamá… ¡Miradme a los ojos! Poneos a mi altura y miradme directamente a los ojos. Con ojos de niño, de niña… ¡No importa! pero que sea una mirada transparente para que nos encontremos ¡Así será más fácil, ya lo veréis! Vais a ser mis referentes y necesito conoceros, ver vuestra alma y también sentirme visto. Sentir que descubrís mi esencia y me aceptáis incondicionalmente.
Con ojos seguros porque no quiero moverme en arenas movedizas y tengo que conocer bien los límites para sentirme a salvo. Miradme con ojos pacientes y generosos pues tengo que aprender muchas cosas, ¡muchísimas! y no va a ser fácil para mí… Con ojos que inspiren y alienten pues tengo que creer en mí. ¡Tenéis que hacerme más grande de lo que yo mismo creo ser! Con una mirada que confía y, así, me respalde y fortalezca.
Con ojos cómplices pues así sabré que cuando me sienta triste, impotente y tenga miedo, el mejor lugar donde puedo estar es con vosotros.
Con ojos curiosos, incansables que quieren descubrir quién soy y que me permiten serlo, dándome el espacio necesario para que pueda expresarme, descubrirme, mostrarme al mundo con humildad y con toda mi belleza.
Una mirada sin juicios que legitime mis errores y los convierta en oportunidades de aprendizaje. Una mirada perseverante que me explique que voy a caer muchas veces, que no hay respuestas para todo y que todos nos perdemos y nos encontramos en el camino.
Papá, mamá… ¡Sonreídme! ¿Me regaláis otra sonrisa? ¿Podéis repetirla, por favor? Una sonrisa amplia, una sonrisa limpia, una sonrisa alegre… Que me contagie las ganas de vivir, de disfrutar de la vida, de explorar el mundo que tengo ante mí, que me invite a ser curioso… ¡Son tantas cosas por conocer! ¡Tantas oportunidades que aparecerán!
Una sonrisa constante que me explique el valor y la grandeza del esfuerzo. Que anime a que me levante de nuevo. Que diga que puedo, que soy capaz y que me lo merezco. Una sonrisa altruista que no espera nada a cambio. Desinteresada y abundante por naturaleza. Que me muestre lo que significa la amistad y la solidaridad porque es confiada.
Una sonrisa franca y afectuosa que me ayude a expresar emociones, que invite a compartir mis sentimientos y, así, aprenda a saber quién soy y que me conozcáis mejor. Una mirada serena que calme los momentos difíciles y que me enseñe a reconectar con vosotros y conmigo mismo. Que promueva encuentros donde hay distancia, tranquilidad y paz donde hay desasosiego.
Una sonrisa divertida y juguetona que me haga reír, gozar, disfrutar mucho, porque necesito compartir experiencias intensas con vosotros que fomenten la conexión.
Papá, mamá… Extended vuestros brazos y manos hacia mí. ¡Abrazadme! ¡Abrazadme fuerte! Necesito vuestras manos para aprender a dar y a recibir. A veces, a dar mucho y recibir poco. Manos que son ejemplo para mí. Manos que reconozco en la oscuridad. Estaré muy pendiente de lo que hacen vuestras manos, muy atento…
Manos que trabajan, manos que descansan merecidamente. Manos incansables que se sacrifican. Manos que curan, manos sanadoras que mitigan el dolor y alivian el sufrimiento. Manos que regalan todos los días, manos que renuncian. Manos que cuidan, acarician y no cesan de ofrecer cariño. Manos que sostienen, acompañan y comparten.
Manos que crean, manos colaboradoras, manos que son fuertes y suaves al mismo tiempo. Manos que esperan y gozan. Manos que buscan, manos que encuentran. Manos que aceptan y acogen sin poner medida. Manos que juegan, manos que rezan. Manos que me explican que soy valioso.
Papá, mamá… ¡Enseñadme palabras valientes! Palabras que no tienen miedo.
Palabras claras, nítidas que me guíen cuando esté perdido o confundido.
Palabras que hagan reflexionar y me impulsen a crecer, progresar. Palabras que dejen huella en mí, que impregnen mi corazón y me emocionen, que me hagan sentir hondo, muy hondo. Palabras que elogian porque necesito reconocimiento y también palabras que indiquen que siempre puedo mejorar. Palabras de gratitud pues sin ellas no podré ser feliz.
Palabras que respetan para aprender a respetar y a respetarme, palabras que defienden lo que es de uno y lo que es de los otros. Palabras que comprometen para entender el significado de la palabra dada. Palabras sinceras y honestas que buscan siempre la verdad aunque se esconda. Que exponen la verdad sin tapujos y a plena luz. Palabras que perdonan, que consuelan y reconcilian porque todos nos equivocamos y nos herimos. Palabras responsables y emprendedoras que ayuden a hacerme cargo de la empresa más importante: MI VIDA. Palabras amorosas que me enseñen a AMAR.
Papá, mamá, enseñadme todo esto, pues aquello que ahora es vuestro y me mostráis, un día será mío y formará siempre parte de mí.
Imagen de portada: Unsplash/Pixabay.