Es tal vez una de las mayores preocupaciones de madres y padres (excepto si tienen un hijo único, claro ;)). Las constantes peleas entre hermanos, los celos y envidias entre ellos, nos desesperan, porque aspiramos a la buena armonía familiar. ¿Cómo podemos abordar esta situación, que, sin duda, nos parece un problema? Os lo contamos con una historia y os ofrecemos claves de la mano de nuestros expertos.
Cuando Diana adivinó la llegada de su hermano pequeño (es decir, cuando unos amigos prestaron un moisés a sus padres), la pequeña, con tan solo tres años, empezó a expresar inequívocamente ira: exigió que la cuna saliese de casa y la arrastró como buenamente pudo hacia la puerta. Cuando llegó su hermano Pedro, Diana se debatía entre la ternura de observar cómo dormía, las ganas de estrujarlo entre el amor desmedido y la rabia por su presencia y el reclamo de más atención y cariño. Según fueron creciendo, comenzaron a jugar juntos y a pelearse por todo con más frecuencia de lo que sus padres desearían: por los juguetes, por un sitio en el sofá, por la última galleta, por la atención de sus padres… Y se chinchaban continuamente.
Sus padres a menudo estaban desquiciados por esta situación, que nunca llegaba a ser violenta, pero sí tremendamente ruidosa y molesta. Además, una y otro echaban en cara a los padres que siempre tenían un trato especial de favor con “el rival”: “a ella no le dices que recoja la mesa”, “a él no estás diciéndole todo el rato que estudie”, “siempre haces la comida que le gusta a ella”, “me echas la culpa de todo a mí…”. Los padres, muy a menudo, se preguntaban y se preguntan: “Si tan mal se llevan, ¿por qué no se separan?”. Porque lo cierto es que los niños, ya casi adolescentes, se siguen buscando, muchas veces para pelearse.
Claves para gestionar peleas y celos entre hermanos
¿Qué podemos hacer en situaciones así?
- Entender los beneficios de las peleas, como un juego y un aprendizaje. Nos encanta una imagen que nos propone María Soto, de Educa Bonito: seguro que has visto en documentales o en directo la imagen de cachorros (de perro, de león, de muchas especies diferentes) jugando a las peleas. Nos cuenta María en un artículo que “tener hermanos y poder pelearte con ellos es una ventaja muy grande porque es ahí, durante esos rifirrafes o peleas en donde tenemos la oportunidad de adquirir innumerables habilidades sociales. Nuestra familia es nuestra primera “sociedad” y nuestros hermanos son nuestros primeros mejores amigos y, al mismo tiempo, nuestros enemigos más crueles”.
- Validar las emociones. Reprimir los celos o la envidia no van a hacer que desaparezcan, sino que se enquisten. Sin embargo, preguntar con curiosidad y empatía sobre sus emociones, transmitirles que es normal que sientan amor y a la vez celos, que es lógico que les moleste a veces la llegada del hermano… puede ayudarles a sentirse comprendidos y, por consiguiente, queridos. “Entiendo que sientas un poquito de rabia, preocupación por pensar que los papás ya no van a estar tanto por ti… Eso que sientes se llama celos. Y está bien, no pasa nada”, escribe María Ángeles Jové Pons en este precioso artículo sobre los celos.
- Buscar soluciones juntos. Los conflictos y los celos muchas veces son el síntoma de que nuestro hijo o hija necesita más atención o tiempo en exclusiva. Es importante hablar con el niño o niña y pensar juntos qué le podría ayudar a sentirse mejor u observarle para entender qué puede estar necesitando y proponer soluciones.
- No intervenir a no ser que se hagan daño y darles autonomía para resolver sus conflictos. En el citado artículo, dice María Soto: “Si dos hermanos que se pelean notan como sus padres no intervienen en la pelea y, de manera respetuosa observan para evitar que se hagan daño, podrían llegar a entender que discutir no es malo si realmente les lleva a encontrar una solución al conflicto. Si rápidamente lo separamos además corremos el riesgo en el 100% de los casos de no ser imparciales y, en caso de tener el don de la objetividad, nuestros hijos siempre van a interpretar que les estamos ayudando o perjudicando de alguna manera”.
- No ejercer de juez ni de policía. La típica pregunta de “¿Quién ha empezado?” tiene una respuesta segura: “Yo no, fue el otro”. Si la pelea está subiendo de nivel podemos separar de manera calmada: “Ahora no parece que podáis estar juntos, es mejor que os calméis en espacios diferentes”. La pelea es una situación difusa que no vamos a aclarar ni solucionar con culpas y reproches.
- Entender el conflicto como una oportunidad de encontrar soluciones o acuerdos y confiar en su capacidad para hacerlo. Si les decimos que confiamos en que podrán llegar a un acuerdo en lugar de separarlos al primer grito es mucho más probable que esta pelea se convierta en un aprendizaje y un crecimiento. Como nos decía Raquel de Diego en un taller, “cada conflicto nos empodera”. La responsable de ConciliaFam asegura que si lo pensamos bien, los conflictos nos ayudan a conocernos mejor, a expresar nuestros sentimientos de forma asertiva, a aceptar que somos únicos y, en el caso de conflictos familiares, a identificar la familia como un sistema y unidad.
Si quieres reflexionar más a fondo sobre la tarea apasionante (y agotadora) que es la educación de tus hijos, te animamos a convertirte en premium de nuestra plataforma de vídeos y cursos pensados para ayudarte a saber más para educar mejor por un precio simbólico. 59.060 personas ya se han unido a la comunidad. ¿Te vienes?