Frases prohibidas: “Es que a mi hijo no le gusta leer”
En la víspera del Día del Libro, hablamos de un “problema” que muchos padres encontramos en nuestra casa: a nuestros hijos no les gusta leer y pensamos que es misión imposible que la lectura les parezca un placer. Pero como dice Jaume Centelles “para volar, los pájaros tienen alas y los niños libros”. Así que no condenemos a nuestros hijos a quedarse sin vuelos.
Marcos tiene 9 años y una condena en forma de etiqueta que no se puede despegar: es el niño al que no le gusta leer. Sus padres, Marian y Antonio, se lo cuentan a cualquiera que quiera escucharlos, incluso delante del niño, con cierto tono derrotista y de resignación: “Es que a Marcos no le gusta leer”. Es la frase que más suelen oír las personas que preguntan qué regalar al niño en cumpleaños y desde luego los Reyes Magos y Papá Noel lo tuvieron muy claro cuando Marcos era pequeño: “libros, no”. También lo saben todos los profesores y profesoras que ha tenido Marcos, ya que los padres no han tardado en decirles que la actividad de leer un libro de la biblioteca en casa es una auténtica tortura para el niño.
Pero este año, Marcos tiene un profesor nuevo, Jorge, que no se rinde. Cuando, al empezar el curso, los padres de Marcos, en la tutoría, le espetaron: “Es que a nuestro hijo no le gusta leer”, Jorge se vio ante un reto que quería superar. Así que se ha propuesto encontrar en toda la biblioteca del colegio algún libro que le pueda gustar a Marcos, sin forzarlo demasiado pero sin darlo por perdido. De hecho, cuando Marcos devuelve el libro en cuestión el profe le pregunta hasta qué página ha leído y le pide que se esfuerce en encontrar algo que le haya gustado. Jorge recuerda que cuando era pequeño no le gustaba demasiado leer, hasta que su tía le compró unos comics muy divertidos. Así que presenta a Marcos los tebeos que tienen en el colegio y al niño le llaman la atención los de Astérix y coge uno prestado con poca fe. Pero en casa se engancha con las historias de la aldea gala y se pasa horas leyendo. Marian y Antonio lo miran sorprendido cuando se lo encuentran por la tarde en su habitación creyendo que estaría jugando con sus figuritas y se lo encuentran sonriendo leyendo en la cama las aventuras de Astérix. Con los ojos como platos, parecían querer decir: “¿Pero cómo es posible que esté leyendo? ¡Si no le gustaba leer!”.