Frases prohibidas: “No quiero que a mi hijo le falte de nada”
Sí, todas las madres y todos los padres queremos que nuestros hijos sean felices, que encuentren su lugar en el mundo, que sepan gestionar sus propias emociones, que sean solidarios, comprometidos, empáticos, asertivos, que no se dejen atropellar por nadie… Pero ¿pasa todo esto por decir “que no le falte de nada”? ¿Si nos aseguramos de que a nuestro hijo no le falte de nada le estaremos preparando para su vida?
Andrés y Luciana son padres de una preciosa niña llamada Manuela. Manuela tiene cuatro años y sus padres quieren ser los padres perfectos, los mejores padres del mundo, y creen que su labor es que a su hija no le falte de nada y que sea siempre feliz. Han caído en lo que Nancy Samalin llama en su libro Con el cariño no basta. Disciplina Positiva que funciona “la trampa de la felicidad”. Que Manuela quiere un juguete de otro niño que ve en el parque y berrea porque no lo tiene, Andrés o Luciana preguntan a los padres del niño dónde lo han comprado y al día siguiente Manuela tiene el juguete en su poder. Que Manuela pasa una etapa diciendo que no quiere ir al cole, se queda con los abuelos y los padres no intentan investigar la causa del malestar de Manuela, simplemente lo evitan, que Manuela no quiere lo que hay de cena, pues se encuentra un plan B, un plan C e incluso un plan Z si hace falta. Andrés y Luciana suelen decir que su hija es muy dócil y apenas ha pasado la etapa de las rabietas, pero es que en realidad han tratado de satisfacer sus necesidades antes de que ella las sintiera, porque creen que ese es su trabajo. Y ven que Manuela es una niña feliz.
Hasta un buen día en el que la profesora de Manuela, Olga, les pide en una nota que vayan a una reunión con ella un día. Cuando llegan a la reunión, Olga les cuenta que Manuela lleva una temporada con una mínima capacidad de frustración, que no tiene paciencia para esperar, que no sabe aceptar un no, que coge todos los juguetes a sus amigos y no comparte y que la ve muy disgustada y muy poco autónoma. Entonces Andrés confiesa, como si fuera una cosa de cajón:
-Sí, quizá nuestra Manuela esté un poquito mimada. Es que no queremos que le falte de nada.
Olga, con mucho respeto y tacto, trata de transmitir a Andrés y Luciana la idea de que un niño sobreprotegido cuya felicidad y alegría se persigue por encima de todo y cuyos caprichos (que no necesidades) son satisfechos incluso cuando el propio niño se los puede satisfacer solo se frustran fácilmente, no son autónomos y además tienen más conflictos en la convivencia.
-Entiendo que queráis la felicidad de Manuela. Pero creo que su felicidad y su bienestar pasa por que sea autónoma, que se sienta capaz, que vea que avanza y que tenga una buena convivencia en el colegio con sus compañeros y su profesora. Manuela es una niña muy inteligente, con mucho carácter y mucha energía. Seguro que hará grandes cosas en la vida si se siente más autónoma y capaz, si ve que supera pequeños retos.
Aunque al principio se sienten un poco juzgados y no reciben bien la sugerencia, la conversación con la profesora siembra una semilla en la forma de educar de Andrés y Luciana, que dejan de sentir la alegría de su hija como un imperativo vital y empiezan a ver que su labor es preparar a su hija para el camino. Y efectivamente Manuela crece como una niña muy autónoma, capaz y contenta por superar retos. Y así sí que a Manuela no le falta de nada.
Imagen de portada: Danielle Mac Iness
