Volvemos con una de las secciones que más nos gustan: las frases prohibidas. Y subrayamos que con ellas no queremos alimentar la culpa, sino la reflexión sobre cómo queremos educar y sobre si queremos que la inercia y el desbordamiento sean protagonistas de la educación que damos a nuestros hijos. Hoy vamos con una que habremos dicho muchas veces: “¡Porque lo digo yo!”.
Carolina tiene 6 años y es una niña muy rebelde. Siempre está preguntando por qué debe hacer las cosas que le piden sus padres, Eva y José, y eso les resulta agotador. “¿Por qué tengo que hacer los deberes?”, “¿Por qué tengo que levantarme ahora?”, “¿Por qué tengo que ordenar mi cuarto?”, “¿Por qué me tengo que ir a la cama ahora y vosotros no?”. Aunque en un primer momento, Eva y José dicen a Carolina: “porque así aprendes más”, “porque hay que ir al cole”, “porque está muy desordenado” o “porque eres pequeña”, las respuestas no convencen a la niña, que sigue preguntando por qué y trata de desafiar su autoridad. Y como les resulta muy exasperante, muchas de estas conversaciones acaban con un “porque lo digo yo y punto”. Y la niña, que es desafiante de por sí, encuentra que esa frase es la peor que le pueden decir, así que se pone a la defensiva y no hace lo que le piden.
Eva y José están tan desesperados que le preguntan a su profesora, Gloria. Y la profesora asiente: Carolina es una niña a la que le gusta sentir que controla la situación y que no está siempre en manos de las decisiones de los demás. Por eso desafía tanto la autoridad, también en clase. Y la profesora les cuenta que ha visto que a Carolina le ayuda que le expliquen el propósito de las actividades que realizan en clase o le den opciones.
-Por ejemplo, cuando vamos a la biblioteca, le cuento que vamos para que descubran historias apasionantes y viajen a lugares donde nunca han estado mediante la lectura. Y cuando les digo que toca hacer un trabajo, le explico para qué o le dejo elegir por dónde empezar.
Gloria, viendo que Eva y José se muestran muy agotados porque su hija lo cuestiona todo, les hace ver la parte positiva:
-Ya sé que es muy cansado y que sería mucho más fácil si todo fuera “vale”, “lo que tú digas”… Pero pensad en el futuro: ¿no queréis que vuestra hija tome sus decisiones o sepa para qué da un paso, adónde quiere ir? ¿O preferís que haga siempre lo que le dicen?
Eva y José salen de la reunión llenos de esperanza y de motivación por afrontar la actitud desafiante de su hija de un modo muy diferente.