María Soto, de Educa Bonito con Disciplina Positiva, nos propone un juego: ponernos en la piel de una persona que empieza un trabajo nuevo y es reprendida con palabras que no entiende por una persona muy alterada. ¿Cómo nos sentiremos? ¿Te atreves a hacer este gran ejercicio de empatía y reflexión?
Te propongo un juego.
Imagina que estás en un despacho. En teoría es tu primer día de “trabajo” aunque aun no tienes muy claro qué tienes que hacer o dónde estás. A tu alrededor hay un montón de cosas que jamás habías visto y no puedes evitar el impulso de explorar, primero con la mirada y luego con tus manos, todas aquellos pequeños objetos que te intrigan y, de alguna manera que no puedes controlar, te llaman.
Tocas, miras. Investigas. Pero aun así no sabes qué es cada cosa. Estás solo, o al menos eso crees. Esa sensación de intimidad, por llamarla de alguna manera, da rienda suelta a tu imaginación y a tu sentido de la libertad: “Si todo esto está aquí, justo delante será para mí, ¿no? Está claro que no se ha puesto aquí por casualidad.”
Justo cuando te sientes completamente a gusto, estimulado y a punto de decidir que te encanta todo lo que ves, el corazón se te encoge y das un pequeño salto en la silla. Alguien acaba de entrar sin llamar. Con ímpetu, determinación y sin preguntar. Qué susto.
Esa persona, que no te mira, sino a la mesa y los objetos que hay en ella, empieza a gritar palabras ininteligibles para ti. Habla en un idioma desconocido y empiezas a sentir temor. ¿Por qué está tan exaltado? Sus palabras hacen eco en tu cabeza y tu sólo quieres encogerte hasta desaparecer. Sientes que quieres salir corriendo y al mismo tiempo, unas ganas irrefrenables de levantarte y plantarle cara. O no. O llorar. A lo mejor llorar es lo que te apetece. Pero no lo tienes claro, porque no puedes pensar con claridad. Su voz, su tono áspero y nada amable no te deja pensar.
No quiero que me diga nada. No así al menos.
Como no sabes qué te dice te quedas quieto. Pero sigue hablando.Parece que demanda algo.¡No se calla!
Quieres entender lo que pasa e intentas preguntar tímidamente. Error, es un monólogo. No puedes participar.Entonces optas por tocarlo todo. Revuelves los objetos de la mesa buscando sin saber qué. A lo mejor te está pidiendo algo. Esperas su reacción y no se hace esperar. Su tono se endurece y el volumen de su voz se eleva. No. No has acertado. Quedarse quieto no. Tocar tampoco.
¿Qué hago? No entiendo.
Ya sé. Gritaré. Intentaré hablar su idioma. Voy a imitarle. Entonces gritas y gesticulas. Expulsas sonidos incongruentes dejándote llevar por la intensidad del momento. Has decidido que podrías intentar hacerte entender si te pareces a él.
Para tu sorpresa esa persona se va. Se da la vuelta gritando en su idioma sin sentido y te deja allí, excitado, con la palabra en la boca y queriendo expresar tu indignación. Menudo primer día. Menudo trato y menudo training. Me dejan estos chismes aquí. Me asustan, me gritan y se van. Pues yo ahora quiero gritar y romper. Que me oigan bien. Me siento mal, enfadado y decido en este instante dejar este puesto. Me niego a trabajar aquí, cooperar o intentar esforzarme por esta “empresa” si cualquiera puede venir y humillarme así.
No entiendo por qué se van. Y ahora necesito que venga alguien y me explique qué narices pasa. Y un café de paso. Y entonces gritas pidiendo ayuda. Estás solo y desconcertado. Y no viene nadie. Pasa un rato y decides que es inútil. Te rindes. No van a aparecer. No vale la pena. Aunque…espera. ¿Qué estaba haciendo cuando entró esa persona?
Si. Ya sé. Tocar los objetos de mi mesa. Recuerdo concretamente que esta accionando el botón verde ese….
Efectivamente. Lo has conseguido. Qué buena decisión. Ahí está esa persona otra vez.
Intentas hablarle en un idioma entre el tuyo y el suyo. Estás nervioso. Creías que era lo que tenías que hacer pero resulta que ya ni habla. Su cara lo dice todo. O nada. No sabes. Otra vez perdido.
Te agarra por el brazo, te levanta casi en volandas y gritando en otro idioma con muchas más consonantes te sienta en una silla y vuelve a marcharse.
¿Cómo te sientes?
¿Qué estás pensando?
¿Qué estás decidiendo?
Todos los días pueden primeros días.
Todo puede ser susceptible de ser aprendido. O no.