Frases prohibidas: “Pórtate bien o llamo a la policía”
Hoy ponemos humor a las frases prohibidas. ¿Quién no ha escuchado (o se ha escuchado) decir a niños pequeños “si no te portas bien, llamo a la policía”? Hay quien incluso tiene en el móvil guardado el sonido de una sirena de policía y lo hace sonar cuando el niño o niña está “portándose mal”. Y aunque puede ser una broma divertida, quizá no sea buena idea que tengan miedo a la policía. De hecho, la policía de la ciudad alemana de Hagen colgó este mensaje en Facebook que se hizo viral: “Por favor, deje de decir a sus hijos que los vamos a llevar si no se portan bien ¡Sus hijos debieran acudir a nosotros cuando tengan miedo y no tenernos miedo a nosotros!”.
Marisa tiene un pequeño explorador por hijo. Jorge tiene cuatro años y se cuelga de ramas de los árboles de un parque cerca del colegio hasta que las rompe, se mete en charcos profundos sin botas de agua, sale del parque corriendo sin avisar a sus padres o se entretiene tirando palos y piedras en una fuente. Todos estos comportamientos molestan profundamente a Marisa. Y ha encontrado una manera muy rápida de conseguir que cesen de inmediato: amenazar a su hijo con llamar a la policía. A Jorge la policía le impone: tan serios, con esas esposas… Y ante la amenaza de que la madre va a llamar a la policía, se pone a llorar y corre donde está su madre. Y la madre sonríe satisfecha. Pero Jorge es bastante listo y se está empezando a dar cuenta de que su madre nunca llama a la policía, así que un buen día, cuando Jorge sale del parque corriendo sin decirle nada a su madre y se pone a tirar piedras a una fuente, Marisa le dice: “Jorge, ven aquí o llamo a la policía”. Y Jorge no le hace caso. De repente, casualidades de la vida, un coche de policía pasa a toda prisa por la calle haciendo sonar la sirena. Y Marisa no va a desaprovechar la ocasión, de modo que le grita:
–¿Ves? Ni ha hecho falta llamar a la policía. Te han visto por una pantalla y vienen a por ti porque te estás portando mal.
La cara de terror del niño es un poema. Corre llorando hacia su madre, pidiendo que por favor no deje que se lo lleven. La madre lo consuela y le promete que no dejará que lo detengan y por supuesto el coche de policía pasa de largo porque los agentes tienen otros asuntos de los que ocuparse. Al poco rato, el mismo coche de la policía vuelve por la calle, pero se para en el parque. Jorge está jugando despreocupadamente, pero al ver pasar a una mujer policía se pone tenso y a temblar. Otra madre de un amigo de Jorge, Leo, que está jugando con ellos, le dice:
-¿Qué te pasa, Jorge?
-Que la policía viene a por mí porque me porto mal y me van a meter en una cárcel. Me da miedo la policía.
Entonces la madre del amigo trata de consolarlo.
–Uy, qué va. La policía es amiga. Leo se perdió un día en la playa y la policía le cuidó y le ayudó a buscarnos. ¡Y hasta jugaron con él! Si no llega a ser por la policía y porque Leo acudió a ellos, lo habríamos pasado mucho peor.
Marisa no sabe si enfadarse con la madre por haber desmontado su historia, avergonzarse profundamente de haber alimentado con mentirijillas el miedo de su hijo hacia unas personas que podrían ayudarlo o disculparse ante la madre por haber jugado con un tema tan sensible.
Marisa se promete desde entonces no recurrir a mentirijillas ni amenazas cuando su hijo tiene comportamientos que no le gustan. Y además decide promover la imagen de los policías como amigos.
Imagen de portada: Generational Fights. Stefano Corso. /Flickr