Escenas educativas 29: “¿El ‘no porque no’ y los sermones educan? Mejor contemos historias”
Hoy Natalia nos cuenta una escena reciente vivida en una piscina, en la que una madre trataba de disuadir a su hija, sin mucho éxito, de que jugara en las escaleras resbaladizas de la piscina. Y nos anima a educar con historias, incluso aunque sean inventadas, en lugar de dar sermones o recurrir al “no porque no”. Si queréis compartir vuestra reflexión, podéis enviárnosla a autores@gestionandohijos.com.
Hace una semana estaba con mis hijos en una piscina municipal de mi ciudad y observé una escena que captó mi atención. Una niña de unos 5 años se empeñaba en colgarse con los pies de la barandilla de las escaleras de la piscina, tremendamente resbaladiza. Se estaba divirtiendo de lo lindo, pero estaba inmersa en una carrera del “más difícil todavía” e iba soltando las manos, moviéndose rápido, intentando hacer la voltereta… Sus padres no dejaban de advertirle: “Blanca, no juegues ahí”, “Sal de ahí, Blanca”, “Deja de jugar en la barandilla, Blanca”… Blanca no hacía mucho caso y los padres, creo, hacían la vista gorda de vez en cuando. Supongo que pensarían: “Ya se lo hemos advertido”.
Pero viendo la escena yo pensaba: “¿Sabe Blanca por qué sus padres no quieren que juegue ahí?, ¿entiende por qué le dicen que no debería hacerlo?”. Y claro, me contestaba a mí misma: “No creo que lo sepa”. Estuve a punto de intervenir, pero, quizá por solidaridad de madre que ha sido mil veces juzgada y lleva mal las llamadas de atención de extraños, no me atreví a hacerlo, mordiéndome tal vez la lengua.
De repente, una señora mayor, una abuela, se acercó a la niña con una amplia sonrisa y le dijo:
–Cariño, esta barandilla es muy resbaladiza y te puedes caer o hacer daño. Mi nieta hace unas semanas jugaba como tú aquí, se cayó y se hizo una brecha en la barbilla, sangraba muchísimo. Y duele un montón.
Y después de decirle esto, la señora salió de la piscina. Y la niña, que había escuchado con los ojos muy abiertos, se retiró de la zona y se puso a tirarse desde el bordillo, porque estaba claro a estas alturas que a Blanca le va la marcha. Me quedé un buen rato más y Blanca no volvió a la barandilla. Sin duda, la historia de esa amable señora le había llegado más que todos los noes de sus padres. Y esto me lleva a una conclusión: Pensamos que nuestros noes son suficientes, pero a veces no los explicamos. Y pensamos que si los sermoneamos nos van a escuchar, pero por experiencia comprobamos que desconectan muy pronto. ¿Qué alternativa nos queda para comunicar de forma clara, que llegue y que atraiga su interés? Pues muchas, pero una de ellas, muy poderosa, son las historias, los cuentos. Dudo mucho que fuera verdad la historia de la nieta de esa señora, pero logró, con empatía, con interés y con asombro, captar la atención de la niña para que entendiera por qué no era bueno que jugara en la barandilla.
Como nos dice Noelia López-Cheda, “no le des sermones, cuéntale historias”. Yo, después de ver esta escena con mis propios ojos, me he apuntado a la aventura de vivir del cuento para educar. Y la verdad es que, como soy muy cuentista, lo estoy disfrutando y veo que funciona.
Imagen de portada: Pixabay/LightStalker