Cuando preguntan a nuestros hijos “¿a qué te quieres dedicar cuando seas mayor?” no nos extrañamos. Los niños y niñas desde pequeños ya tienen en mente sus aspiraciones profesionales futuras. Sin embargo, la aspiración a llevar una vida feliz no la contemplan en la infancia, sino una vez crecen.
Nos decía Begoña Ibarrola en esta estupenda charla que “somos constructores de nuestra propia felicidad, no es algo que nadie nos regale, no es algo que podamos comprar o vender, pero tampoco es algo que nos pueda quitar los demás”. Es realmente beneficioso ir aportando a nuestros hijos desde pequeños las herramientas para que tengan control sobre su felicidad y su gestión emocional. Por eso, como lectura de verano, os recomendamos el libro “De mayor quiero ser feliz”, de la escritora Anna Morató, editado por Penguin Random Beascoa, que reúne seis cuentos diferentes cuyo objetivo es inculcar los valores de felicidad a los niños para poder mejorar su autoestima y su positividad.
La tesis de la autora está muy presente en el libro: “La felicidad no es una meta en sí, sino que es una forma de vivir la vida”. Por eso, en estos cuentos ilustrados nos muestra la importancia de los hábitos positivos que nuestros hijos pueden adoptar desde pequeños para dirigirse hacia ese camino de la felicidad: desde el agradecimiento, la confianza en uno mismo o la empatía.
Pudimos hablar con Anna Morató en el evento “La educación importa para acercarse a la felicidad” sobre este libro y sobre su visión sobre la felicidad.
“De mayor quiero ser feliz”, sin embargo, si le preguntamos a nuestros hijos cuando son pequeños muchos nos contestan que quieren ser bomberos, astronautas, nada que ver con la felicidad. Y luego, ya de adultos nos damos cuentas de que la verdadera aspiración de la vida es ser feliz…
Es normal que ellos contesten profesiones, pero es importante que desde bien pequeños vayan entendiendo que independientemente de la profesión que escojan, la actitud con la que afronten tanto la profesión como los problemas en la vida va a ser lo que realmente les haga sentirse realizados y felices, más que la profesión en sí.
El objetivo de este cuento es enseñar a nuestros hijos a ser felices. ¿Cómo trabajas la felicidad en este cuento para inculcársela a nuestros hijos?
Para mí la felicidad no es una meta en sí, sino una forma de vivir la vida, cómo hacemos el camino. Para hacer este camino de forma feliz con un bienestar emocional interior hace falta toda una serie de cosas, elementos y valores que mis padres me inculcaron en su día y que yo tenía mucho interés en inculcárselos a mis hijos: el lenguaje positivo, la empatía, el agradecimiento, el saber gestionar la frustración, la confianza en uno mismo… Todas estas cosas son invisibles, son valores que son reales y necesarios, pero no se pueden tocar ni ver. Para los niños si no lo ven ni lo tocan, cuesta más hablarles de estos temas. Aquí reside el poder de los cuentos en los que intento hacer metáforas visuales para explicar estos conceptos, para hacérselos ver de forma física y para que los vayan incorporando. Al final la felicidad viene por tener hábitos positivos. Tan importante son los hábitos que les enseñamos desde chiquititos como lavarse los dientes, comer sano, como igual de importante es tener hábitos positivos interiorizados en nuestra rutina diaria, como por ejemplo, el agradecimiento. Muchas veces este agradecimiento se queda en dar las gracias cuando alguien te da algo, pero este va mucho más. El agradecerle al día en sí el poder haber ido a hacer una excursión, hacer algo que nos gusta en familia juntos, la satisfacción de hacer un dibujo que nos gusta… Todas estas cosas si las vamos valorando e incorporando, son maneras de adoptar esos hábitos para hacer el camino de la vida, disfrutando de los momentos buenos y afrontando los malos.
Las madres y padres inculcamos a nuestros hijos buenos hábitos en salud, en deporte, en dormir bien, en estudiar. Pero quizás se nos olvide educar a nuestros hijos en habilidades para que lleven una vida más feliz…
La mejor forma de inculcarlos es que nos lo vean hacer a nosotros. No creo que sea un tema de que los olvidemos, sino que lo difícil es ponerlos en práctica. A veces, exigimos a los niños y niñas cosas que hasta a los adultos nos cuesta. Cuando asumimos la gran responsabilidad de ser padres, también estamos asumiendo la educación emocional. Que a veces pasa también por mejorar nosotros como personas, ya que tenemos una serie de áreas de mejora o carencias a nivel emocional, que qué mejor momento para aprender a gestionarlo: el ser agradecido, el lenguaje positivo, el poder de las palabras… Todas estas cosas si las ven a nosotros, es la mejor forma que tienen de aprender estos hábitos. Por supuesto también con los cuentos, además de muchas otras formas para que vayan interiorizándolos para adoptarlos como hábitos en la vida.
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