Son innumerables las veces que los padres reconocen que gestionan con mucha mayor dificultad las tensiones o las rabietas de sus hijos cuando estas ocurren en público.
Las miradas o los comentarios de abuelos, amigos, o incluso de desconocidos suelen ser recibidos por los padres como una crítica cruel hacia ellos mismos, sus hijos y su parentalidad. Entre los sentimientos de vergüenza, autocuestionamiento, estrés e ira hacia la crítica que injustamente recibes sobre algo que, al fin y al cabo, estáis sufriendo principalmente tu hijo y tú… casi siempre nace una intensa necesidad de poner fin al “drama” que estáis viviendo, a cualquier precio.
Ante la presión, todo aquello que nunca harías intencionadamente como madre o padre aparece como la única solución. Gritos, amenazas, castigos, sobornos… Claro está, que el hecho de sentirte juzgado y la presencia de un público tenaz, no hará que estas reacciones de repente sean eficaces, y tampoco ayudarán a tu hijo a calmarse y a colaborar… Al contrario, lo más probable es que además de actuar en contra de tus principios de parentalidad, el “drama” vaya a más, tardéis más aún en recuperar la calma y te sobrepasen los remordimientos, el autocuestionamiento y la ira hacia los jueces de tu parentalidad.
Afortunadamente, aunque la tensión del momento puede que no te permita verlo, existe otra vía para afrontar la situación y se basa en mantener una actitud de comprensión y empatía hacia ti mismo y hacia tu hijo y en ayudarlo a interiorizar los límites de conducta que corresponden a cada situación.
¿Cómo se puede gestionar una crisis en público, sin pisotear tus principios de parentalidad?
Antes del “drama”:
- ¡Prepárate! Asegurate de que tu hijo no tiene hambre o sueño y de que lleváis todo lo necesario para cubrir sus necesidades básicas.
- Ante una nueva experiencia, ofrece información. ¿Qué encontraréis allá donde váis? ¿Qué harás tú y qué puede o no puede hacer tu hijo?
- Ante una actividad para adultos, ofrece a tu hijo de antemanos alternativas para participar y entretenerse.
- Si coincidiréis con personas desconocidas para tu hijo, mantente cerca de tu hijo e interactúa con él para evitar intensas llamadas de atención.
Cuando la conducta difícil ha hecho acto de presencia:
Cuida a tu hijo:
- Antes de entrar a resolver el problema, muéstrale tu empatía y comprensión (p.ej., “Entiendo que te aburras, o que necesites ahora esta chocolatina…”).
- Mantén el contacto físico con tu hijo. Tu abrazo y tus caricias son el tranquilizante más eficaz que le puedes ofrecer.
- Alejaos del epicentro del problema. Intenta resolver la situación con la mayor privacidad de la que dispongáis.
- Intenta mantener tus límites personales, (p.ej., no le compres el dulce si crees que ha superado el límite de ingesta de azúcar diario). Tras reconocer su deseo, ofrécele alternativas menos dañinas para su salud.
Cuídate:
- Repítete: “El hecho de que mi hija grite y llore no supone mi fracaso como madre”.
- No asumas el papel de la víctima indefensa. Ni tú estás indefensa, ni los demás son tus enemigos.
- ¡Pide ayuda! Existe la posibilidad de que el “juez cruel” sea una distracción positiva para tu hijo o que simplemente esté mirando para ayudarte y no para juzgarte.
En todo caso, prioriza tu bienestar y el de tu hijo, y no el de los jueces externos y su opinión. Aunque no tienes por qué dar explicaciones sobre tu estilo parental, si en un momento de crisis, se encuentra entre vuestro público una persona importante para vosotros, puedes elegir en otro momento conversar con ella sobre tu estilo parental y compartir evidencias que apoyan tu forma de educar. Si, por el contrario, el público consiste en dos desconocidos en el metro… simplemente, sigue con tu vida.
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