Está claro que debemos decir muchos no a nuestros hijos: no metas las manos en el enchufe, no pegues a los amigos, no me grites, no saltes a una gran altura, no corras por los pasillos de un hospital… Pero quedándonos en el no, sin plantearles una alternativa de lo que sí pueden hacer, quizá lo que consigamos es dejar a nuestros hijos sin claves de cómo hacer las cosas o cómo comportarse ante determinadas situaciones y frustrados ante las prohibiciones e incluso sintiéndose poco valiosos como nos contaba Javier Bolaños en esta carta. Lo vemos con la historia de Laia.
Laia es una niña de cuatro años con muchísima energía, imparable. Y lleva una tarde… tremenda, aunque llamarla así es quedarse corta. Cuando sale del colegio, la profesora le cuenta a los padres (Sandra y Noel) que ha pegado a una compañera porque esta le había quitado un juguete. Y claro, los padres le dicen: “Así no se piden las cosas, Laia, eso está fatal”. Tenían que ir al dentista y mientras esperan su turno Laia se ha puesto a correr por los pasillos. Y claro, los padres la riñen y le dicen que eso no se hace. Mientras tanto, otros niños que también esperan con sus padres están leyendo tranquilamente cuentos con ellos. Luego, al ir un ratito al parque, Laia ha cogido con demasiada efusividad al perrito de una amiga, apretándole mucho del cuello. Y sus padres le han vuelto a decir, apartándola del perro: “No, Laia, así no se hace. Deja al perro en paz, que le haces daño”. Laia ya no ha podido más con tanta prohibición y se pone a llorar de rabia. Y entonces, la amiga que tiene el perrito, que se llama Mónica, les dice a Noel y Sandra:
-Si os parece hablo con ella y le enseño cómo acariciar a Chispa. Es que ella no sabe y le puede la emoción, no lo hace mal adrede.
Los padres no están tan convencidos:
-Inténtalo si quieres. Pero no creo que te haga mucho caso. Lleva una tarde tremenda portándose fatal, haciendo todo lo que le decimos que no haga y sin hacer ni caso.
Mónica se acerca a la niña con Chispa, en un momento en el que la niña ya se ha calmado, y le dice:
-Hola, Laia. ¿Quieres que te enseñe cómo le gusta a Chispa que le acaricien? Seguro que a ella le encanta que tú le des mimitos.
Laia abre los ojos como platos y escucha atentamente las explicaciones de Mónica, e intenta, al principio con miedo, tocar a la perra como ella le ha dicho. Varias veces le puede la efusividad y vuelve a abrazarla con mucha fuerza, pero Mónica simplemente le dice:
-Laia, a Chispa le gusta que le acaricien como has hecho antes, más suavecito, ¿vale, cariño?
Y Laia, que como nos dice María Soto, no es que se comportara mal, es que ha tomado “malas decisiones por inexperiencia”, se muestra ahora contenta porque ya no escucha tanto “no” y se siente capaz de hacer algo bien. Y Sandra y Noel entienden que es más positivo enseñar a su hija qué sí puede hacer que recordarle constantemente lo que no puede hacer.