“Disciplina juguetona”, por Amaya de Miguel

“El amor espeso, amor viscoso, es el que se puede palpar, eso es lo que necesitamos para conseguir tener una buena familia, una familia en armonía. La disciplina juguetona es una expresión de ese amor, ese amor visible, que tiene que estar en el centro de todas las interacciones que tengas con tus hijos y el resto de miembros de tu familia”. Así empezó Amaya de Miguel, fundadora de Relájate y Educa, su maravillosa ponencia del Homenaje a la Educación, en la que nos dio claves para aplicar la disciplina juguetona en nuestro día a día familiar.

Poner el amor en el centro

Amaya continuó su ponencia lanzándonos una pregunta: “¿Qué diferencia a una persona adulta que se va a la cama tranquila, con la tranquilidad y serenidad de haber hecho las cosas bien, de otra persona adulta que se va a la cama apesadumbrada, insatisfecha, con sensación de frustración…?”.

“A lo mejor piensas que lo que les diferencia es que en el primer caso no ha habido conflictos y en el segundo sí… pero tú sabes que en las relaciones humanas siempre hay conflictos, y con niños, estas situaciones no son de vez en cuando… pueden ser todos los días y a veces varias veces a lo largo del día”, explicó Amaya de Miguel.

“Lo que les diferencia es que el primero, en las crisis cotidianas, ha reaccionado colocando el amor en el centro. Y el otro adulto tiene los mismos objetivos, también quiere que el amor esté en el centro de la relación y comunicación con sus hijos, ambos se levantan por la mañana diciendo: hoy no voy a gritar, no voy a castigar, hoy voy a ser amable y todo va a ir bien. Sin embargo, la diferencia está en que este adulto no tiene las herramientas para conseguir que ese amor sea visible en los momentos difíciles y por eso, ante el conflicto, va contra sí mismo. Porque el amor en ese conflicto desaparece, se diluye, y aparece la agresividad, tensión, gritos, castigos, amenazas…”. ¿Os suena esta situación?

¿Cómo reaccionamos los adultos ante los conflictos que provocan los niños?

Ante estas situaciones, Amaya de Miguel nos explica que los adultos solemos reaccionar de dos maneras:

  • “Mi hijo me agrede, me falta el respeto, y yo le castigo, me enfado, le grito, le alejo de mí, le retiro mi amor”.
  • “Otra de las maneras de reaccionar es, ante ese impacto tan fuerte, me bloqueo y no intervengo prácticamente, entonces le digo: Ay, cómo te pones, anda, haz lo que te dé la gana.

En ambos casos, cuenta Amaya, “hemos conseguido el primer objetivo: solucionar el problema inmediato en ese momento. Pero el otro objetivo, el más importante, ese no lo hemos solucionado, porque no hemos conseguido construir un espacio donde todos nos podamos comunicar con amabilidad y sin agresividad”.

¿Cómo resolver esta situación desde la disciplina juguetona?

Tu hijo viene, te grita, y tú reaccionas así:

¿Dónde está? ¿Dónde está tu voz bonita? ¡Oh! ¿No te la habrás dejado en el cole…? Madre mía, vamos a tener que ir al cole a buscarla. Y le buscas la voz bonita en los bolsillos, debajo de la camiseta, le haces cosquillas… Esa tensión que tu hijo tenía y le impedía hablarte con serenidad, vas a conseguir que se baje. No estarás añadiendo malestar al malestar emocional que el niño ya tenía. Además, estás haciendo equipo, no eres su antagonista, le estás diciendo: estamos juntos“.

La verdad que esta ponencia de Amaya de Miguel es tremendamente reveladora. Amaya no solo nos da luz en situaciones en las que a veces lo vemos todo oscuro, sino que es capaz de mostrarnos, mediante ejemplos cotidianos, otras maneras de comportarnos, de actuar, una perspectiva distinta de ver la educación de nuestros hijos e hijas. Sin lugar a dudas, una ponencia que todo padre, madre o profesional de la educación debería ver (al menos una vez) de forma imprescindible. Aquí os la dejamos con muchos más ejemplos como el de este artículo. ¡Que la disfrutéis!

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Marina Borràs

Cuando era pequeña me sentaba a diez centímetros de la televisión para ver las noticias todas las mañanas antes de ir al cole. Cuando crecí un poco, se dieron cuenta de que la razón por la que me acercaba tanto al televisor era porque necesitaba gafas, aunque yo prefiero pensar que por aquel entonces ya había encontrado mi pasión: de mayor quería ser periodista. Y así fue. Estudié periodismo y comunicación política, y sigo formándome en los temas que me apasionan: educación, igualdad de género y nuevas tecnologías.

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