En su cuarta ponencia con nosotros, el genial periodista y escritor Carles Capdevila, que acaba de reeditar Parir con humor, nos habla de nueve grandes cambios que se producen en tu vida cuando te empiezas a plantear ser padre.
Desde el sexo (de recreativo a procreativo, con un examen que es el test de embarazo), el vocabulario (con palabras largas y feas como “meconio”, que solo sirven para nombrar el primer excremento del bebé), los miedos (te haces adicto a las secciones de los manuales de embarazo tituladas “Qué puede ir mal”), las mentiras (como las ecografías: “es un engaño total y te obligan a fingir, todos hemos fingido que vemos ahí pulmones y cosas, pero allí no se ve nada”)… Un divertido repaso desde el embarazo hasta el primer cumpleaños de tu hijo que te sacará más de una sonrisa.
El periodista y escritor comenzó contando que “es mi cuarto Gestionando hijos y tengo cuatro hijos, ahora solo me falta gestionar a los hijos, que es lo complicado, pero de momento he conseguido este empate”. Acaba de publicar una reedición de Parir con humor, pero reconoce que “el parto con humor casi es imposible, con el trabajo que tienes con las contracciones, respirando y empujando, no es para reír”. Eso sí, “con el tiempo nos vamos riendo del papel patético del padre en el parto, pero esto tiene que ser al cabo de un año o dos, cuando le has perdonado que se desmayase”. Capdevila nos habló del “periodo de dos años que va desde que decides ser padre hasta que cumple un año. Son los años en que cambia más tu vida, solo hace falta veros a vosotros“.
Nos viene a presentar una lista con nueve cambios en Parir con Humor
“El primer cambio es en el sexo, un cambio de paradigma total”, porque pasas del “sexo recreativo” al “sexo procreativo”. Es un “salto terrible”, dice Carles, que confiesa que “son las únicas veces en mi vida que me he sentido hombre objeto”. La seducción es muy rara, con mensajes como “hoy tengo el día fértil, ven pronto”. Las posturas tampoco animan. “El sexo procreativo es profesional, en el recreativo puedes fingir, pero en el procreativo hay un examen”, el test de embarazo.
El segundo cambio es el vocabulario: “Te conviertes en un ser raro, construyes frases que incluyen ‘epidural’, ‘Apiretal’, ‘episiotomía’, ‘toxoplasmosis’, ‘oxitocina’…, todas palabras largas y feas. Incluso hay palabras para el primer excremento del bebé, meconio. Es solo uno y tenemos una palabra para esto”, comenta sorprendido. “Es un vocabulario muy especializado, pero construyes frases normales y eso te aleja para siempre de los amigos sin hijos porque no te entienden, claro“. Pero esto no es una tragedia, nos dice Carles, “porque los amigos sin hijos pasan a ser tus enemigos, te odian, sobre todo la categoría ‘amigos sin hijos ni ganas’ y tienen parte de razón”. Nos confiesa que cuando él era un amigo sin hijos, se alejó de sus amigos con hijos porque hacían cosas raras: “un trauma que tengo es que en una cena, que fue cuando el niño estaba aprendiendo a limpiarse el trasero él solito, apareció en mitad de la cena y su madre le pidió que se bajara los pantalones y calzoncillos y aplaudió diciendo ‘Muy bien’. Y yo pensé: estoy aplaudiendo el culo de un niño en medio de una cena. Y decidí no cenar más con esta gente. Pero luego he aplaudido muchos culos”.
El tercer cambio es que “cambian tus angustias, tus miedos”. Carles dice que habría que prohibir “un capítulo que todos los manuales del embarazo tienen que es ‘Qué puede ir mal semana a semana’. Te haces adicto a aquello y estás: ahora debería moverse, si no se mueve…”. Carles nos dijo que terminó huyendo de ese capítulo, pero eso no lo salvó: “Siempre aparece esa amiga generosa que todos tenemos, amiga por decir algo, que viene a amargarte el embarazo, diciéndote todo lo que puede ir mal pero en directo” y además siempre dice que la fase que estás atravesando es lo peor: “Uy, el primer trimestre es terrible. Uy, el segundo trimestre es peor. Uy, el parto, la cuarentena, el jardín de infancia, Primaria”. Y cuando se van de casa te pregunta: “¿Verdad que los echas de menos?””.
El cuarto gran cambio son las nuevas mentiras. “No puedes decir lo que piensas, tú tienes una niña pero no se puede decir. Hay como un tabú o una maldición”, porque te dicen: “No lo digas, lo que tenga que ser será”. Otra gran mentira, nos dijo Carles, son las ecografías. “Es un engaño total y te obligan a fingir, todos hemos fingido que vemos ahí pulmones y cosas, pero allí no se ve nada”. Carles dice que hace poco comprobó que “es la misma ecografía. Hicieron un día una y te la largan y como saben que tú disimularás…”. Cuenta que una amiga le contó que estaba embarazada mandándole la foto de la ecografía por WhatsApp y él pensó: “Es mi hija, la reconocí al instante”.
El quinto cambio es “la pérdida de protagonismo total del hombre. No pintamos nada”. Antes del embarazo, “éramos dos, tú podías ser el primero o el segundo y calculas que ahora, siendo tres, serás el tercero”. Pero no: “eres el séptimo, porque aparece la madre de ella, se pone en la pole position, porque ella sabe qué es un jersey de perlé, pero no te quedas cuarto: aparece el ginecólogo, el pediatra…”. Ser el séptimo “lo llevamos mal, por eso necesitas integrarte”. Carles cuenta que ha ido siempre al ginecólogo, “incluso lo llamaba gine”, pero lamenta que su cariño y entusiasmo no era correspondido, pues el gine “no me hacía caso, ni me miraba”. En la lista de las cosas que hay que llevar al hospital “no sales, sale que ella tiene que llevar sostenedores con compuertas que se abran, pero no te dicen si tienes que llevar pijamas”. El parto es “el momento más triste”, dice Carles, “porque tú quieres participar, pero tu misión es muy simple, solo tienes que ir diciendo que lo hace muy bien, aunque no tienes ni puñetera idea” o decirle “respira, respira, que piensas que es algo que se le debe ocurrir a ella solita”. Como no tienes una misión muy grande, dice Carles que “te preocupas por cosas muy pequeñas”. Recuerda que en el primer parto se le destrozó la calza que cubría sus zapatos y “pensé que era terrible, que lo iba a infectar algo y para que no me echasen me ponía un pie encima del otro para taparlo. Al final se lo dije y me dijo: ‘¡Cállese, por favor!'”. Nos cuenta que el otro día, en la SER llamó un ginecólogo y les dijo: “Estoy harto de estos hombres que se me desmayan. Si no podéis aguantar, que entre la madre, que es lo que quiere ella”.
El sexto cambio es que tu pareja pasa a ser “un ser desconocido para ti”. En concreto, confiesa Carles, lo ha pasado mal con el síndrome del nido, “porque tú pareja era una persona normal y de repente se angustia a los tres meses de embarazo diciendo que tenemos que hacer la habitación del niño y te anuncia que te quedas sin despacho, eso ya lo sabes”. Empieza a querer limpiarlo todo, dice, “quiere ordenar los álbumes de fotos porque tiene que estar todo listo” y Carles pensaba: “Supongo que no nacerá y se pondrá a mirar álbumes de fotos”. Ahí descubres “que tu pareja se ha convertido en una persona en la que las hormonas tienen un papel protagonista”.
El séptimo cambio es la pérdida de intimidad total. “En casa, el baño se convierte en la sala de reuniones de la familia o incluso te devuelven con la misma moneda aplaudiéndote por lo que has hecho en el baño. Es muy humillante”. Pero en la calle tampoco estás a salvo: “Eres patrimonio de la Humanidad y toda la gente se empieza a meter contigo, desde la pregunta de si lo buscabais o si habéis tardado mucho”.
El octavo cambio es que hablamos en diminutivo. “Hablamos de las manitas de nuestro hijito. Hablamos cursi y nos parece normal. ‘Mi hijito ha puesto los deditos en el enchufito y me ha dado un sustito de muertecita“. El momento clave de esto es cuando buscas jardín de infancia y tienen nombres que no parecen de verdad: Pulgarcito, Carlitos, Pececitos”. Por eso dice, entre carcajadas, que en el jardín de infancia “todo es en diminutivo menos el precio”.
El noveno cambio es que “tienes que asumir que en el momento en que te quedas embarazado, tu vida será una contradicción permanente“. Por ejemplo, los padres decimos que con la comida no se juega, pero “al cabo de un minuto decimos: ‘¡tu boca es un túnel!, ¡la cucharita es un tren!, chucu chucu chú”. El niño piensa, claro, que “este tío no tiene ningún criterio”. Carles confiesa que hay frases que le salen de dentro, como “Te he dicho un millón de veces que no exageres” y su preferida, a gritos es: “¡Las cosas no se piden gritando!”
Para acabar, Carles nos quiso recordar que el embarazo y el parto tiene consecuencias, pero “solo son para toda la vida”.
Ver el vídeo de la ponencia completa de Parir con humor
Educar con humor es una de las claves de Carles Capdevila, y puedes verlo pinchando en el enlace