Todos queremos que nuestros hijos tengan una buena autoestima, se conozcan y se acepten, se rodeen de buenas amistades, saquen buenas notas, encuentren un camino que les haga felices, y se adapten e incluso mejoren el mundo en el que les ha tocado vivir. Para que todo eso ocurra, por increíble que parezca, hace falta fomentar en nuestros hijos una habilidad fundamental, que es aprender a aprender, tener una actitud curiosa y despierta ante el mundo. ¿Cómo, si no es con curiosidad, si no es queriendo aprender, podrán conectar con los demás, entender lo que en clase se les explica o encontrar algo que les guste hacer?
Nos decía el neuropsicólogo Álvaro Bilbao que “educar es ayudar a nuestros hijos a crear conexiones valiosas en su cerebro”. Y quizá para eso, lo más importante es ayudar a nuestros hijos a aprender a aprender, a ser autodidactas, a tener curiosidad por el mundo que les rodea, más quizá ahora que sabemos que el futuro que les espera a nuestros hijos evoluciona a un ritmo vertiginoso. Si nuestros hijos aprenden a aprender, podrán procesar de forma significativa toda la información que reciban, superar sus retos, crecer con autonomía, buscar la solución a sus problemas…
¿Y qué podemos hacer nosotros para cultivar en ellos la habilidad de aprender a aprender? Ofrecemos aquí algunas claves:
–Lo principal es educar con el ejemplo. No podemos pretender que aprendan a aprender si no ven en nosotros esa actitud de aprendiz permanente. El coach y biólogo Fernando Botella se refiere a esa actitud como la humildad: Esta actitud supone sorprenderse “todos los días por casi cualquier cosa, no me creo que ya lo sé todo, sino que cuestiono las cosas, me doy el permiso de aprender y de tener una mente de aprendiz continuo”. Esta actitud tiene que ver con la humildad, “que no es modestia, sino que viene de humus, que es el cultivo continuo, la capacidad de dudar, vivir con una mente curiosa”. Así que la primera clave es que nuestros hijos vean en nosotros que nos hacemos preguntas, que tenemos curiosidad por el mundo, que investigamos y que queremos aprender habilidades nuevas.
-Conocer sus intereses y llevar los aprendizajes a su terreno. ¿Quién no ha visto niños protestando por tener que conocer los nombres de los ríos de Europa mientras que se saben la alineación completa de varios equipos de fútbol? Nuestros hijos quieren aprender y saben aprender, pero quizá sea divertido llevar esos aprendizajes que no les motivan tanto a sus intereses. Por ejemplo, si a un niño le gusta mucho inventar cuentos, ¿podríamos ayudarle a estudiar Historia contando un cuento sobre la etapa que tiene que estudiar? Si a una niña le gusta mucho el baloncesto, ¿podemos repasar las operaciones matemáticas planteándole un problema de sumas y restas al hilo de un partido?
-Mostrarles el para qué aprenden lo que aprenden. Muchas veces nuestros hijos no se encuentran motivados para estudiar, no saben para qué tienen que saber, por ejemplo, un poema de memoria. Y en realidad, muchas veces nosotros tampoco lo entendemos. Pero si somos capaces de descubrir el sentido (o de preguntárselo a sus profesores, llegado el caso, porque hacer equipo con los profesores es fundamental), probablemente nuestros hijos se motivarán más. Como nos dice el coach Jorge Salinas, el mensaje que debemos transmitir a nuestros hijos es “que aprenda y que busque el para qué hace las cosas”. Ampliar su horizonte, entender el mundo en el que viven, promover en ellos el pensamiento crítico y rico, fomentar la imaginación, estructurar su mente y conocer la herencia cultural para ampliarla y enriquecerla son algunas de las razones que podemos esgrimir ante estas dudas. Si nos quedamos en el “porque lo ha dicho tu profe” o “para aprobar el examen”, poco estaremos promoviendo su deseo de aprender.
-Animarles a ir más allá. En línea con lo anterior, si nuestro hijo nos pregunta, tiene curiosidad por saber más sobre algo, sería fantástico que les acompañáramos y animáramos en esa búsqueda de información, en ese ir más allá, en lugar de decirle que no pregunte tanto o que no se complique la vida, que estudie “lo que entra en el examen”. O, cuando son más pequeños, no desaprovechemos la oportunidad de alimentar ese cerebro curioso que nuestros hijos tienen de serie cuando estamos dando un paseo y nuestro hijo se detiene a ver cómo se mueven las hormigas. Toru Kumon, el creador del famoso Método Kumon de aprendizaje, decía que “se puede obligar a un niño a estudiar hasta un límite, pero el potencial de crecimiento mediante un aprendizaje autodidacta es infinito”.
– Confiar y potenciar sus capacidades de explorador y aprendiz. La sobreprotección es el peor enemigo de un cerebro curioso, y el mejor antídoto es la confianza. En línea con lo que nos contaba en esta ponencia Noelia-López Cheda, autora del post viral “Me niego a ser la agenda de mi hija por WhatsApp”, “tenemos miedo de que nuestros hijos no lo hagan bien o fracasen. No confiamos en ellos”. Por eso, muchos padres hacen los esquemas a sus hijos, preguntan a otros padres o madres por WhatsApp “qué deberes hay hoy, porque me dice que no hay nada y no me fío”, muchas de las manualidades escolares se convierten en una competición por ver qué padres son los más artistas. Frente a esto, Noelia se pregunta “¿Qué es exactamente lo que queremos, que sean los mejores o que aprendan por el camino? Si no viven lo que les toca vivir y van aprendiendo, en el futuro no tendrán ningún tipo de recursos para abordar lo que les depare la vida”. Y por eso, invita a padres y madres a confiar “en nuestros hijos y en la Humanidad” y a animar a sus hijos a “superar miniproblemas y así serán capaces de superar grandes cosas”. Porque, como dicen en Kumon, para que un niño sea “capaz de aprender”, primero ha de “aprender a ser capaz”
En Kumon saben muy bien cómo alimentar un cerebro curioso y ofrecen educación para toda la vida.