Hablamos con los padres detrás del blog Diario de una familia trans sobre el cambio que supuso en su vida el reconocimiento de Sol como niña, cómo ha recibido su entorno la noticia, qué han aprendido en este proceso y qué mensaje quieren dejar a la sociedad: “La suma de todas nuestras historias hace nuestra sociedad. Cuanto más abierta, tolerante, positiva respetuosa y humana sea, mejor para todos los que vivimos en ella”.
¿Cómo fue el proceso hasta que vuestra hija os declaró que se sentía niña?
Sol nos manifestó que era una niña en julio del año pasado, apenas había terminado el curso. Tenía 7 años recién cumplidos. Ese fue el punto de inflexión, pero hasta entonces han sido varios años de tránsito silencioso. Una especie de exploración por su parte y de observación y aprendizaje y preparación por la nuestra.
Desde que tiene uso de la palabra (2 años) siempre ha jugado en femenino (sus personajes en el juego siempre eran chicas, si era un animal era siempre la hembra, si jugaba a familias era la mamá o la hermana…). Y se disfrazaba permanentemente (Elsa, Mérida, Blancanieves… o mamá). Siempre ha jugado libremente y nunca le hemos impuesto actividades, juegos, deportes o roles tradicionalmente “para chicos”, de manera que en esa libertad se ha movido tranquila hasta encontrar su hueco, su identidad. Sólo en contadas ocasiones ha manifestado tristeza o frustración por “tener que ser” un chico, lo que mandaba su género asignado al nacer (en base a sus genitales). Una única vez dijo que no quería tener “colita”. Esto es importante destacarlo porque normalmente se piensa que una persona transgénero está atrapada en el cuerpo de una persona del género opuesto. Y esto en el caso de Sol (y en muchos otros) no es así. Esta es una concepción patologizante de la identidad de género y que técnicamente se llama disforia. Sol siempre ha sido una niña y se ha manifestado como tal desde siempre. Creo que le ha costado el proceso hasta declararse oficialmente niña porque no vivía una realidad acorde con su identidad.
Cuando empezamos a sospechar que su comportamiento de género no normativo (lo de jugar y comportarse “como una chica” siendo genitalmente un chico) era algo más, recurrimos a Chrysallis y a Fundación Daniela (organizaciones de familias de menores trans*) para que nos indicasen los signos que diferencian lo primero de una identidad de género diferente a la asignada al nacer. Y también entramos en contacto con el PIATH (Programa de Información y Atención a Homosexuales y Transexuales de la Comunidad de Madrid). En los dos frentes nos asesoraron y lo que nos tocaba hacer en ese momento era escuchar a Sol, dejarla ser, acompañarla y darle la libertad que ya tenía. Aún no sabíamos de qué se trataba exactamente en el caso de Sol pero estábamos preparados para cualquier opción. Pusimos al tanto al colegio para observar en paralelo y pasaron un par de cursos, hasta el final del año pasado cuando Sol, muy enfadada y frustrada en esa ocasión, me dijo muy claramente que ella era una niña en su cerebro y en su corazón y que no podía seguir viviendo como un chico, que eso le entristecía mucho y que no le dejaba pensar en otra cosa. El entorno ha sido vital en este proceso porque todos hemos respetado siempre a Sol y la hemos dejado ser. Todos los profesores por los que ha pasado desde la guardería hasta el colegio, los monitores de las actividades extraescolares, sus compañeros de clase y sus familias, nuestros vecinos, amigos y familiares… la han querido siempre por encima de cualquier cosa. Siempre han visto a la persona que había debajo del disfraz de turno.
¿Cómo ha sido recibido este proceso en la escuela y en su entorno?
De libro (de los buenos), la verdad. El tránsito entre sus iguales ha sido estupendo y creo que hasta invisible, porque sus amigos siempre han sabido que Sol era una niña antes de hacer el tránsito (siempre les decía a sus compañeros que de mayor iba a ser una chica). Como Sol inició el tránsito en la calma del verano tuvimos tiempo para preparar la vuelta al cole. Una semana antes de empezar las clases nos reunimos con el equipo directivo del colegio y su tutora para anunciarles que donde antes había aparentemente un niño ahora había una niña. Fuimos a esta reunión con mucha seguridad. Primero porque nosotros sabíamos que nuestra hija era un niña y segundo porque afortunadamente ya había una ley que le daba pleno reconocimiento a Sol de su identidad. El colegio desde el primer momento se puso manos a la obra para preparar la llegada de Sol (tanto la suya propia como la explicación al resto de compañeros). Los profesores se formaron con los profesionales de Fundación Daniela que hacen esta labor antes de que empezaran las clases y a su vez informó y formó a todo el personal del centro con los que Sol se relaciona (monitores de comedor, de extraescolares…). Además nosotros por nuestra parte nos reunimos con las familias de los amigos más cercanos a Sol para explicarles la situación y darles recursos didácticos para que lo pudieran explicar a sus hijos. Todos nos sorprendimos gratamente cuando la respuesta mayoritaria de sus compañeros cuando sus padres se lo contaron fue “¡Pero si yo ya lo sabía!”. A las familias (de la clase de Sol y de nuestra hija pequeña) con las que no teníamos contacto tan cercano decidimos escribirles un mensaje al grupo de Whatsapp de cada clase y les explicamos resumidamente todo. La respuesta de todo el mundo ha sido abrumadoramente positiva. Al principio todos se volcaron en recibir a Sol con los brazos abiertos para, acto seguido, actuar con la normalidad que tanto necesitábamos todos en ese momento. Ha pasado ya casi un curso y, salvo un par de incidentes con algún compañero (más por curiosidad que por malicia), todo ha ido mucho mejor de lo que esperábamos.
¿En qué os ha cambiado como familia esta vivencia? ¿Qué retos habéis tenido que superar como padres?
El cambio ha sido profundo para todos. Nos ha dado la vuelta como un calcetín. Nos ha hecho más fuertes, más conscientes, más sabios y más felices. Y nos ha hecho crecer en varios ámbitos:
- Hemos comprobado que las expectativas que te formas cuando tienes hijos no valen más que para frustrarse. Así que nos hemos liberado de esa carga a tiempo de no determinar la personalidad de nuestras hijas.
- Hemos aprendido lo que de verdad es el amor por un hijo. Dejarles ser, dejarles decidir, escucharles… Y nos hemos dejado enseñar todo lo que Sol tenía que enseñarnos.
- Hemos limpiado nuestra mente de prejuicios que teníamos heredados y que la sociedad impone casi sin darnos cuenta.
- Hemos apreciado más que nunca la solidaridad y la empatía de la gente ajena a la familia y amigos cercanos. Desde el panadero hasta la profesora de música, todas las personas con las que nos relacionamos han respetado y abrazado a Sol desde el primer momento.
- Hemos recibido mucho más de lo que hemos dado nunca y nos ha hecho sabernos tremendamente afortunados por la familia y los amigos que tenemos. Nadie se ha quedado por el camino.
- Hemos entendido lo que es el activismo. Nunca antes habíamos sentido necesidad de manifestarnos o movilizarnos por nuestros derechos. Pero ahora tenemos mucho que conseguir y nadie mejor que nosotros (mi familia y todas las demás) lo va a luchar.
El principal reto que hemos tenido que superar es el miedo a la aceptación de Sol. El miedo a nuestra reacción si no todo fuese bien. Pero nuestros temores eran infundados. Tenemos un entorno sano, educado y respetuoso.
Y, como padres, el peor reto de todos fue superar la fase inicial del tránsito en que se echa de menos al hijo que ahora es hija. Esta etapa tiene nombre y se llama duelo. Sientes que tu hijo se ha ido. Quieres y apoyas al máximo a tu hija… pero te duele un poco el alma de añoranza. Esta etapa hay que aceptarla (si te pasa), reconocerla y ser consciente de lo que sientes. Sólo así hemos sido capaces de superarla dejando de ver al hijo que no era bajo el vestido de la hija que sí era. Y ver de verdad que la persona es la misma y que no se ha ido. En el fondo se trata de llamarla por otro nombre, porque hace y dice lo mismo. Si abrazas el duelo lo superas sin traumas.
¿Qué cambio de ánimo vivió vuestra hija cuando por fin fue tratada como niña?
Pasó de ser un niño enfadica, muy gruñón y explosivo en sus ratos malos (que no eran todos, ni mucho menos) a ser una niña segura de sí misma, más tranquila (todo lo que puede ser una niña de 7 años muy movida), comer y dormir mucho mejor. Dejó de hacerse pis en la cama. Y dejó de disfrazarse. Ya no le hacía falta el vestido de Elsa. Ya tenía los suyos propios. El primer día que salió a la calle con ropa “de chica” fue a las fiestas del pueblo. Se encontró con medio colegio allí y les contó su cambio de nombre porque ya era oficialmente una chica. Tengo una foto en la nevera de ella ese día montando en las sillitas voladoras de la feria. Su cara, esos ojos llenos de alegría profunda… son la imagen fija de su felicidad el día que al fin pudo ser libre de ser quien realmente era.
¿Qué apoyos o asesoría habéis recibido?
Chrysallis y Fundación Daniela (asociaciones de familias de menores trans*) han sido clave incluso antes de saber que nuestra hija era transgénero. Saber que hay alguien en tu misma situación, que sabe lo que está pasando, que te puede asesorar (a nivel personal, legal, social…) y que te acompañe en tu proceso es fundamental. Nunca nos hemos sentido ni solos ni perdidos. Este apoyo al final acaba creando lazos personales y además de muchos nuevos conocidos estamos sumando nuevos amigos para Sol, para su hermana y para nosotros. La labor del PIATH también ha sido clave en nuestro proceso. Desde allí tenemos lo que llamo la sala de mandos. Nos han ayudado tanto a preparar el tránsito a nivel personal, social, legal, escolar… Y el piloto al mando en nuestro caso es Isidro García Nieto, sin quien nuestro tránsito (antes, durante y después) estoy convencida de que no hubiera sido el increíble viaje personal que está suponiendo. ¡Desde aquí nuestro más profundo agradecimiento!
¿Qué mensaje queréis transmitir con vuestro blog y vuestro testimonio a familias que estén pasando por un proceso así?
“Diario de una familia trans*” empezó a fraguarse hace unos meses como vía de escape para dedicarnos un rato cada semana a reflexionar y a procesar nuestra realidad. Al principio era un cuaderno, pero terminó de cuajar la idea de hacerlo blog cuando, después de unas jornadas informativas en Cuenca de Fundación Daniela, me urgió la obligación moral de hacer algo por devolver todo lo que habían trabajado otros antes que nosotros. Sobre todo para servir de ayuda a quien estuviese en el mismo punto que nosotros unos años antes, en esa fase limbo en la que no sabes a qué te enfrentas, no sabes lo que es, no sabe si siquiera es algo… Queremos dar visibilidad a una situación poco corriente pero real y que necesita normalización social. Y no sólo existe con el testimonio de nuestra familia, sino el de otras muchas familias más. Poco a poco vamos a ir incorporando otras voces para que otras familias cuenten su experiencia (niñes con identidad de género no binaria, adolescentes con otras circunstancias, enfoque de padres y hermanos…) para dar pluralidad a una realidad que ya de por sí es diversa. Si lo que no se ve no existe, queremos que nos lean y que nos conozcan. Pero no solo otras familias en nuestra misma situación, sino la sociedad en general.
¿Qué mensaje os gustaría transmitir a la sociedad?
Que no estamos locos, que no manipulamos a nuestrxs hijxs, que las personas trans* no lo son por capricho, que la identidad de género no se elige, que no son enfermos mentales (…ya sabéis que hay teorías -cada vez más discutidas- sobre esto), que tienen derecho a tener una vida plena, segura y feliz… Todos estos prejuicios son una carga no solo para nosotros que estamos en el núcleo de esta realidad, sino también para el resto de la sociedad. Mi hija será (¡espero!) una excelente profesional en lo que ella elija ser en la vida. Y sus futuros jefes deben ver eso y no si al nacer dijeron que era un niño. También será novia de alguien. Y los padres de ese alguien tendrán que aceptarla con los brazos abiertos por lo mucho que querrá a su pareja. Esos jefes y esos padres se ahorrarán muchos disgustos si operan desde la base de que todos somos personas y que cada uno tenemos una historia. Y que la suma de todas nuestras historias hace nuestra sociedad. Cuanto más abierta, tolerante, positiva respetuosa y humana sea, mejor para todos los que vivimos en ella.