Estamos muy acostumbrados a premiar las que consideramos buenas conductas de nuestros hijos e hijas y a castigar las erróneas. De hecho, la ilusión del premio o el miedo a las represalias muchas veces se convierten en la principal motivación de nuestros hijos para realizar o no un determinado acto.
Pero ¿qué mensaje les estamos enviando cuando condicionamos sus acciones a los premios o castigos? Pongamos algunos ejemplos para verlo más claro:
- “Si no recoges tus juguetes, no iremos al parque este fin de semana”
- “Si sacas buenas notas este trimestre, te compraré un móvil”
- “Si pegas a tu hermana, te mandaré a tu cuarto”
- “Si te comes la verdura, luego te daré chocolate de postre”
La motivación no se cultiva a corto plazo
Puede que esta estrategia nos funcione a corto plazo y nuestro hijo o hija nos termine haciendo caso, pero lo que está aprendiendo realmente es que la única razón para no pegar a su hermana es tener que estar castigado, el motivo para acabarse la verdura es tomar chocolate luego, o la motivación para esforzarse en el cole es tener un móvil nuevo. Cuando no estemos delante para castigarle si pega a su hermana, cuando no haya chocolate o móvil nuevo, ¿entonces cuál será la motivación que les lleve a comportarse de la manera que nosotros esperamos?
Al fin y al cabo, como dice el psicólogo Alberto Soler, “si nuestros hijos siguen las normas solo por miedo a las represalias, en el momento en que nos giremos, dejarán de seguirlas”. Por lo tanto, si queremos motivar a nuestros niños sin premios ni castigos, hay algunos aspectos que debemos revisar:
Para conseguir motivar, fuera las etiquetas
Cuidado con caer en el “qué malo/vago/nervioso” eres: las etiquetas son muy fáciles de poner, pero muy difíciles de quitar. Si asociamos que nuestro hijo no hace los deberes con que es un vago, el mensaje que le enviamos es que él es así, que le viene de serie con su personalidad. Entonces, ¿cómo pretendemos motivarle si ya le estamos diciendo que no va a poder cambiar?
¡Ojo!, lo mismo ocurre con las etiquetas “positivas”. Como nos contaba José Ramón Gamo en uno de nuestros eventos, “cuando atribuimos los éxitos de los niños a lo listos que son, cuando estos niños llegan a la etapa adulta y se tienen que enfrentar a un problema que anticipan la posibilidad de fracaso, la tendencia es no afrontarlo. Y si no les queda otra y fracasan, la capacidad de resiliencia es mínima”.
Por lo tanto, es importante que nos centremos en valorar el esfuerzo de nuestros hijos, más que los resultados. Por lo tanto, nuestro objetivo debe ser que consigan esforzarse por sí mismos, y no que obedezcan nuestras órdenes o que obtengan determinados resultados. Y, para el esfuerzo, se necesita tiempo y fuerza de voluntad.
¿Quieres motivar a tus niños? Entrena su fuerza de voluntad
Como nos explica la psicóloga Patricia Ramírez en este vídeo, “la fuerza de voluntad se asocia con el esfuerzo necesario que necesitamos para alcanzar objetivos a corto plazo, que suponen un sacrificio, pero que nos benefician a largo plazo.
5 claves para entrenar la fuerza de voluntad, por Patricia Ramírez:
- Enseñarles a esperar, parar, frenar. “Se trata de retrasar el deseo, no de reprimirlo”. Añade la psicóloga que si ese deseo es tan intenso, también lo tendrás dentro de 15 minutos o media hora.
- Enseñarles a priorizar. Primero el deber, luego el placer. “Cada recompensa tiene que tener su motivo”, explica Patricia. “Primero hay que hacer los deberes y luego ves la tele”. Y una cosa muy importante, advierte Patricia, “cuidado con dejarle un día que vea primero la tele y luego haga los deberes, si sientas un precedente y un día le dices que vale, mañana te lo va a volver a pedir”.
- “No contestes de inmediato a todo ni estés disponible cada vez que llamen, enséñales a esperar su turno”. La psicóloga hace hincapié de nuevo en el concepto de esperar, enseñarles a esperar es vital. Vivimos en el mundo de la inmediatez y nuestros hijos están acostumbrados a tenerlo todo cuando quieren, en ese instante, y eso no hace más que alimentar su impaciencia.
- Enseñarles a planificarse. “Cuanto menos dejemos a la improvisación, menos obstáculos tendrán”, afirma Patricia Ramírez.
- Por último, “enséñales a ser compasivos contra el error, porque el error ya no tiene solución”. Patricia señala que no tiene sentido autoflagelarse cuando haces algo mal, porque eso no nos convierte en más responsables. “La responsabilidad es hacer lo que dices que vas a hacer, nada más. Si te has equivocado, no pasa nada”.
La motivación no son solo deberes: observa y escucha a tu hijo
Es habitual relacionar motivación con estudios. Pero la motivación no es solo eso, no tiene por qué estar relacionada con el ámbito escolar. Sin embargo, si nos centramos en preguntarles “qué has sacado en matemáticas” o si le han puesto muchos deberes, estamos perdiendo oportunidades fantásticas para observar, escuchar y motivar a los niños y niñas.
Amaya de Miguel nos recomienda que, a la salida del cole, no les preguntemos “por los deberes, los exámenes o las notas. Pregúntales, en cambio, por lo que están estudiando. ¿Es interesante, es nuevo, es difícil, es demasiado fácil, es útil para la vida? Inicia una conversación sobre la materia, deja que te cuenten lo que han aprendido; no lo hagas como si te estuvieran recitando una lección, sino compartiendo el interés por el tema”.
Por otra parte, Amaya también hace hincapié en que “la motivación no siempre se cultiva con relación al contenido del colegio. Es posible que a tus hijos les fascinen los insectos y en el cole no los estudien. ¡Alimenta ese amor hacia los insectos”.
El juego: la mejor herramienta para motivar a los niños
Amaya de Miguel nos recuerda que “estudiar sin motivación es duro. Muchos de nosotros lo hemos hecho y recordamos las horas difíciles invertidas en estudiar cosas que no nos interesaban nada”. Además, añade que “en muchos casos, el estudio se produce en un ambiente tenso (los padres ya no podemos más con la situación) y estático (el niño tiene que permanecer sentado cuando su cuerpo le pide a gritos moverse)”.
Una herramienta maravillosa para motivar a los niños es el juego. Amaya de Miguel nos propone algunos ejemplos como “recitar las tablas de multiplicar mientras se salta a la comba, mientras se hacen coreografías de pies y manos o preguntarle a tu hija la lección mientras os lanzáis una pelota”.
También tenemos que tener en cuenta que a muchos niños y niñas les cuesta permanecer sentados y quietos mucho rato. Una buena opción para ellos sería permitirle hacer los deberes de pie o hacer pausas (para botar 5 veces el balón, por ejemplo). “Estas pausas ayudarán a tu hijo a que el rato de los deberes sea más llevadero, porque estarás satisfaciendo su necesidad de movimiento”.