“Si queremos vivir con plenitud deberemos recuperar lo que es nuestro: la capacidad de crear, de amar. Todo el mundo es un gran narrador aunque no lo sepa”.
Jordi Amenós, creador de la “narrativa terapéutica”, subraya en esta ponencia la importancia de cultivar la narración porque “así el niño o la niña va encontrando su identidad a través de las historias”. “Para un niño las historias son verdad. Sin conciencia narrativa, se crearán historias que nos atrapan” y eso es un peligro, nos cuenta Jordi. Defensor de los cuentos y metáforas como “un lenguaje del corazón y del alma” frente a la excesiva racionalización de nuestra cultura, Jordi nos advierte contra la tendencia de limitar nuestra creatividad o la de los demás con juicios y miedo al ridículo. Especialmente inspiradora fue una de las anécdotas que contó: en una de sus charlas en un instituto preguntó a los chavales qué querrían ser en un futuro. Uno de ellos, etiquetado por su profe como el que “no se entera de nada”, le contestó “yo de mayor quiero ser la primavera, para que me reciban con alegría”. Jordi contaba entre risas que se preguntó si no sería el profesor el que no se enteraba de nada. Jordi además nos habló de que, cuando nos enfadamos con un niño “su miedo no es tu enfado, sino que se acabe el amor”.
Jordi nos llevó de viaje a Togo, donde “cuando nace una criatura, se juntan las madres de la tribu alrededor y empiezan a hacer improvisaciones vocales, hasta que una de las mujeres nota que una melodía que surge de su cuerpo encaja con aquella criatura”. Esa melodía acompañará toda su vida a esta persona, “con un único objetivo: recordarle quién es”.
“El niño o la niña va encontrando su identidad a través de las historias”
Frente a las preocupaciones que podamos tener porque nuestros hijos se empeñan en decirnos que son un Diplodocus, Jordi considera que “es necesario que nuestros hijos jueguen a ser otra cosa, así el niño o la niña va encontrando su identidad a través de las historias. Por eso es tan importante cultivar la fabulación y el arte de narrar, especialmente en la infancia”. El poeta Robert Bly decía que un día un niño convierte el sofá en un barco pirata, pero llegan y te dicen: “Deja de hacer el tonto”. Y coges la capacidad de jugar y la guardas en un saco. Y un día te pones una camisa de colores y alguien te dice: “Eres un hortera” y tú coges la capacidad de poner color en tu vida y la guardas en un saco. Y cuando seas adulto llevarás tus manos a los bolsillos para sacar tus recursos pero estarán vacíos, porque los recursos están en el saco. Robert Bly decía que si queremos vivir con plenitud deberemos entrar en el saco y recuperar lo que es nuestro: la capacidad de crear, de amar y la capacidad de narrar nuestra vida por el bien de todos”.
El peligro de quedar tapados por las historias
Es maravilloso trabajar con las historias, pero tienen un peligro, nos advierte Jordi. Y nos lo cuenta con una historia: En un estudio, se pidió ayuda a voluntarios para ver cómo un psicópata asesino peligroso que había recibido años de tratamiento reaccionaba en contacto con personas ajenas al hospital. El estudiante entraba en una sala con el psicópata en frente. El estudiante, si tenía miedo, podía pedir que pararan el experimento. Y todos lo pidieron, el asesino peligroso también pedía que lo sacaran de ahí, porque “eran dos estudiantes a los que les habían contado la misma historia, no había ningún psicópata en aquella sala. La persona que tuvieron delante no tuvo ninguna oportunidad, quedó tapada por una historia”. Para un niño muchas veces las historias son verdad y si no se cuida esa conciencia narrativa se generan mitologías hechizadoras que el chiquillo no pondrá nunca en duda por lealtad y amor a sus padres. Es importante que se le invite a conocer las historias pero nunca a quedar tapado por ellas”.
Nos contó otra historia poderosa: “En un instituto, me invitaron a realizar un taller y apareció un profesor y me dijo que uno del grupo no se enteraba mucho. Les pedí que narraran su vida como si hubieran pasado 10 años”. El último en leer fue este chico que no se enteraba de mucho, “me dijo que me había visto trabajar con metáforas y él lo había hecho con metáforas. Y dijo: “Yo dentro de diez años quiero ser la primavera, de tal manera que cuando yo llego la gente está más contenta, tiene esperanza, todo el mundo tiene una segunda oportunidad pues la naturaleza renace”. Todo el mundo se emocionó”. Confiesa Jordi que no pudo resistirse y preguntar al profesor: “Disculpe, ¿usted está seguro de que es él quien no se entera mucho?”. Aquel chico tenía un don, una sensibilidad enorme, pero lo habían tapado con una historia. Este es el gran peligro”.
Por eso, Jordi nos señaló: “Os invito a jugar con historias para conocernos, pero saber que detrás de las historias hay personas y grandes tesoros”.
Jordi nos puso en una situación muy complicada: Hemos comprado una chaise longue y los operarios han rasgado con cuters el precinto de plástico. Nuestro hijo, que ve otro cuter, lo toma y rasga la chaise longue porque es lo que ha visto hacer a los operarios. EL perro juega con la espuma que sale del sofá y el niño lo rasga más para que salga toda. “¿Qué emoción sentirías? Una rabia descomunal, ¿no? ¿Lo quieres menos? No, pero el niño no lo sabe”. Nos dice Jordi que muchos niños, ante nuestro enfado, nos dicen: “Vale, vale, no lo haré más, pero ¿me quieres?”. Porque el pánico del niño no es que te enfades, sino que ese enfado signifique que se acabe el amor. Y a partir de ahí nos inventamos historias: “Solo me querrán si apruebo, si me porto bien”. Y empezamos a narrarnos sin darnos cuenta de que en esas historias quien queda tapado somos nosotros mismos”.
Todo el mundo es un gran narrador aunque no lo sepa, nos dice Jordi, que nos narra un cuento de Eduardo Galeano (Sucedidos / 3) y termina citando: “Porque él cura tocando. Y contando, que es otra manera de tocar”
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