Volvemos a hablar de adolescencia, un tema que estará muy presente en nuestra cita en Barcelona el 4 de julio. En esta ocasión, abordamos esta etapa vital de la mano de Leo Farache, director de Gestionando Hijos y autor de Gestionando adolescentes. La adolescencia no es un problema, es una oportunidad. Hablamos con él de cómo comunicarnos con los adolescentes y cómo ayudarles a encontrar su lugar en el mundo.
¿Por qué te animaste a escribir este libro?
Me animé a escribir este libro porque como observador de la sociedad y como persona que piensa que la educación es un arma que tenemos olvidada, pensé que hay muchas madres y muchos padres que sufren el periodo de la adolescencia como si fuera una hemorroide. Pensé que desde la perspectiva de un observador que al mismo tiempo es padre y que se ha interesado en la educación podía aportar algunos relatos con los que los padres y madres podían sentirse identificados, y así cambiar su actitud, y algunos procedimientos que les ayudaran a mejorar la relación y la educación que estuvieran dando a sus hijos en la adolescencia.
¿Qué comentarios has recibido sobre tu libro?
Firmé en dos ocasiones mi libro y el título provocaba hilaridad. Gestionando adolescentes. La adolescencia no es un problema, es una oportunidad. Más de un padre o madre me decía que lo que es la adolescencia es una faena. La reacción de los lectores que me han escrito, que son unos cuantos, es muy gratificante, porque demuestra que en la educación, aquello que tanto nos preocupa, estamos muy perdidos y que cualquier ejemplo que permita que una madre o un padre recupere una técnica o una inspiración hace que uno se sienta acompañado. Cuando un padre o una madre te escriben contando su experiencia con el libro, produce mucha satisfacción.
En el libro cuentas que, frente a otros padres apesadumbrados por la adolescencia de sus hijos, tú la viviste con gozo. ¿Qué actitud tomaste para vivirla así?
No siempre la viví así. De hecho, llegué a esa conclusión después de sufrir.
Me daba cuenta de que sufrir educando a tus hijos no tiene mucho sentido. Pensé que en lugar de quejarme de lo terrible que es la adolescencia, si trataba de buscar los problemas en mí en lugar de en mis hijos, encontraría una solución.
Buscando los problemas en ti mismo todo se soluciona, porque está todo en tu mano. Traté de vivir con cierto humor esta etapa. Ya sabemos cómo son los adolescentes y cómo hemos sido nosotros de adolescentes. Hay veces que se vive como si fuera un virus, pero mirándolo con humor todo cambia
Dices en la portada de tu libro que la adolescencia no es un problema, sino una oportunidad. ¿Una oportunidad para qué?
En un artículo en El País Semanal decía José Antonio Marina que en la adolescencia se produce un rediseño del cerebro. Leí recientemente que las conexiones neuronales en la adolescencia son muy caóticas y al mismo tiempo fuente de mucha creatividad. No hay más que ver: hay adolescentes que te dejan boquiabierto por su capacidad de generar ideas, propuestas. Y hay una mayoría de adolescentes que parece que pasan de todo. No siempre se consigue, pero la adolescencia es un buen momento para fomentar la creatividad. Por eso creo que es una buena oportunidad.
Dices en tu libro que hay que saber comunicar bien con los adolescentes para tener una buena relación. ¿Cómo podemos lograrlo?
El comunicador lo primero que tiene que hacer es dar valor a la palabra. En el terreno de los adolescentes, cualquier palabra que se diga adquiere una importancia que quizá en otro contexto no la tendría. Por eso, cada palabra, cada argumentación hay que prepararla. Ayer mismo, mi hija, que es muy adolescente ahora, no encontraba solución a un problema de motivación, preparé mi propia presentación y se la presenté. Fue muy bonito. Esmerarse en cómo presentar las cosas a nuestros hijos y nuestros argumentos es muy importante. Es como cuando uno va a presentar algo a un cliente. Si no has preparado bien la presentación tienes muchas menos probabilidades de éxito. Además uno tiene que utilizar los argumentos centrales sobre los que quiere actuar. Cuando estamos en una situación de crisis, que es lo que normalmente vivimos con un hijo adolescente, queremos decirle mil cosas. Pero tenemos que centrarnos en una o dos porque de lo contrario el mensaje no calará. Hacer uso de la sabiduría y la cultura, de la filosofía, de las películas, de la música, de una charla, es fundamental. Soy un convencido de que la idea de que las personas han de sufrir para aprender no tiene mucho sentido. Hay algunas cosas sobre las que podemos alertar a nuestros hijos sin que tengan que pasar por ellas. La adolescencia es un momento muy idóneo para meter esas ideas de hábitos, pensamientos…
Muchas veces hablas de encontrar el elemento, el terreno en el que nos gusta movernos o el talento de nuestros hijos. ¿Cómo sugieres acompañar a los adolescentes para descubrir ese elemento?
Si el adolescente ya sabe lo que quiere, hay que acompañarle, emocionarle, apoyarle, inspirarle… Hay muchos casos de adolescentes que ya saben lo que quieren y los padres en lugar de alentarlos les advierten de los riesgos. Si no tiene clara su motivación o elemento, hay que presentarle muchas cosas, ponerle en contacto con muchas oportunidades. Muchas personas son hijas del no-elemento. Han estudiado cosas que no les gustan.
Me gusta mucho cuando veo a chavales sin miedo ante la posibilidad de ser felices a través de una posible labor profesional.
En tu libro tienen mucho protagonismo los profesores y abogas por hacer equipo con ellos. ¿Cómo fue la colaboración con los profesores?
Fue una fuente de inspiración muy importante.. Los profesores viven en primera persona también los errores de los padres. Si tienes contacto con ellos y confianza te cuentan cosas muy interesantes y te dicen los motivos que hacen que determinadas actitudes nuestras no sean buenas. Los profesores son gente muy generosa, que quieren lo mejor para sus alumnos, que son nuestros hijos.
En tu libro brindas ideas muy aplicables a cualquier etapa educativa de los niños. ¿Qué tiene de peculiar la adolescencia?
Lo fundamental es que los padres y las madres dejamos de ser la fuente de credibilidad. Hasta que la adolescencia llega, lo que nosotros decimos es importante para ellos. Pero de repente lo que dice papá o lo que dice mamá es precisamente lo que no hay que hacer, lo que hay que cuestionar. Eso nos produce una gran frustración. Es como si un subordinado de una empresa estuviera haciendo lo que estamos diciendo y de repente lo empezara a cuestionar todo. Hay jefes a los que esto les molesta mucho y otros que aprovechan esa oportunidad. Hay que buscar aliados para que lleguen nuestros mensajes y asumir que ahora nosotros no tenemos toda la credibilidad.
Llama la atención que abogues por crear el personaje de padre o madre. ¿Por qué?
Se trata de asumir que lo importante es lo que nosotros proyectamos. Nuestros hijos esperan de nosotros una serie de valores, actitudes, y que seamos una referencia. No deberíamos hacer delante de nuestros hijos cosas que no son apropiadas para ellos. Procuremos construir un personaje lo más parecido a nuestra persona pero que sea útil y bueno para ellos. Pero esto pasa en todos los ámbitos de la vida. No es cuestión de caer en la esquizofrenia, pero uno tiene que respetar a la persona que tiene delante y adecuar sus mensajes para relacionarte mejor con la persona que tienes delante.
En el fondo ¿es una manera de llamar a no dejarse llevar por la inercia?
Claro, claro. Una vez leí una frase que dice: “Prefiero la lucidez del fracaso que la complacencia del éxito”. Hay que pensar en qué queremos mejorar.