Todos los niños y niñas son superhéroes. Son seres de luz, y tenemos la suerte de aprender de ellos y disfrutar de su compañía, perdiendo la noción del tiempo.
Raquel de Diego, responsable de Concilia Fam, nos cuenta una conversación mágica y profunda que tuvo con su hijo en medio de la carrera matutina por llegar al cole. Y nos recuerda que nuestros hijos son puro presente, están en el aquí y ahora, y en este sentido tienen mucho que enseñarnos para que perdamos la noción del tiempo y vivamos el presente con más intensidad.
Me encanta llevar a mi hijo al colegio por las mañanas. Me gusta por su cotidianeidad, aunque a veces genere un poco de estrés salir corriendo. Me gusta por las conversaciones que mantenemos por el camino.
Hoy precisamente fue uno de esos días de “salir corriendo”. Cuando llegamos al semáforo que nos divide la calle para llegar al colegio, el muñeco verde para cruzar estaba parpadeante. Quedaban unos segundos antes de que cambiase a rojo.
“Cruzo o no cruzo, ya vamos tarde”, pensaba yo mientras me debatía al mirar por un lado el otro lado de la calle muy cerca ya del colegio, y por otro, la mano de mi hijo entrecruzada con la mía, calentita y suave. Justo fue esa sensación y esa imagen de las manos cogidas la que me despertó de la estúpida duda. Me agaché para acercarme a su carita y le dije: “¿Sabes qué estaba pensando? Estaba pensando en cogerte en brazos para cruzar corriendo la calle. Pero no, nos vamos a esperar a cruzar bien”. Mi hijo, curioso por esa declaración me preguntó que por qué no quería cruzar con él cogido, y le expliqué que la vida merece mucho más que arriesgarme a caer y hacernos daño los dos, solo por cruzar y ganarle un minuto al tiempo.
Dos segundos pensativo. Después, su pensamiento en voz alta:
-Mamá. Yo cuando sea mayor no quiero morir.
¡Wow! Me impresiona esta forma tan rápida de asociar ideas, ideas profundas. Y sobre todo, agradezco infinito compartirlas, momentos que hay que vivirlos, nada de pasarlos por alto.
En esos momentos, y ante semejante tema, solo se me ocurrió una cosa:
-Mira, cariño, ¿ves ese árbol? ¿ves que tiene algunas de sus hojas marrones? Todo va cambiando. Igual que los árboles en otoño cambian sus hojas de verde a color marrón, luego se caen. Y en primavera nacen otras nuevas. Todas son del mismo árbol, pero el árbol cambia. Y nosotros también: primero estás en la barriguita de mamá, y luego tienes que salir de ahí para llegar a esta vida y conocer este mundo. Vas creciendo, y vas cambiando con el tiempo, como las hojas de los árboles. Y te salen arrugas cuando eres mayor, te aparecen canas en el pelo, conoces gente, unos te acompañan en tu vida, a otros dejas de verlos. Puede que tengas pareja o no, puede que tengas hijos o no. Y si es que sí, hasta podrás tener nietos. Y luego te despedirás de todos. Te tocará marcharte a otro lugar, como las hojas de los árboles cuando caen. El árbol sigue, como tu recuerdo y las semillas que has dejado en esta vida, siguen. Pero te marcharás a otro lugar.
Pensé que ya estaba yo con mis historias complejitas, y que mi hijo se había perdido en algún punto de la conversación. Pero no me dejó mucho espacio de tiempo para seguir dudando. Siempre me sorprende, ¡los niños siempre sorprenden, tienen una capacidad infinita para entender las cosas!
-Entonces, el abuelo Dionisio (se refería a mi abuelo, él no lo conoció. Pero a veces pienso que ya se conocen de todo lo que se interesa y pregunta de él), ¿a qué lugar eligió irse cuando se marchó?”
Ufff, suspiro, y de los profundos. No tengo ni idea, no lo sé. Pero seguro que a algún lugar que él mismo pudo decidir para estar bien.
-No sé, cariño, sólo lo eligen ellos, la gente que se marcha. Y supongo que lo hacen cuando se van.
-Pues yo elegiría irme al país de los Superhéroes. Así conocería a Hulk.
Y justo aquí terminó la conversación. Justo cuando entramos en el cole. Tarde, por supuesto. Pero cuando hablas de ciertas cosas, el tiempo es relativo. No tiene tanta importancia como se la dabas antes. Algo más importante te ha hecho “click” y te cambia el pensamiento de muchas cosas. Yo me he vuelto a casa con ganas de llorar por la emoción que me ha generado, sin ponerle nombre, y por la maravilla de conversaciones que pueden tenerse en un trayecto de 6 minutos… el tiempo pierde valor.
Ahora, volviendo a la realidad del aquí y ahora, no me imagino la cara de la profe si es que a mi hijo se le ocurre llevar a la asamblea de clase este tema de la vida y la muerte ¡sería genial, eso sí!
Todos los niños y niñas son superhéroes. Son seres de luz, y tenemos la suerte de aprender de ellos y disfrutar de su compañía, perdiendo la noción del tiempo.