El pasado sábado tuvo lugar nuestro evento ‘Educar es todo’ en Madrid, en el Teatro Lope de Vega. Por su escenario pasaron siete expertos para hablar, ante más de mil personas, sobre educación. Una de ellas fue la docente y atleta paralímpica Sara Andrés, quien nos hizo reflexionar con su ponencia sobre una idea: lo más permanente en la vida es el cambio, y no estamos preparando a nuestros hijos para ello.
¿Por qué es tan importante educar para el cambio?
Sara Andrés empezó su ponencia haciéndonos reflexionar sobre una idea: “lo más permanente en la vida es el cambio. Las cosas cambian de un momento a otro, la vida no es estable, es cambiante, incierta, y esto es algo que debemos enseñar a nuestros hijos, y no lo estamos haciendo”.
Pero ¿por qué no lo estamos haciendo, por qué no preparamos a nuestros hijos para aceptar estos cambios? Sara lo tiene claro: nosotros, loa adultos, tampoco aceptamos que la vida es cambio. Y pone un ejemplo: ” Me he encontrado con gente que dice: “ahora me toca una época tranquila. Ya mis hijos son mayores y voy a poder disfrutar de una vida más tranquila” y no es verdad, porque, cuando menos te lo esperas, te viene un cambio, y esto es constante en la vida”. “Yo me he dado cuenta en los Juegos Olímpico de Tokio que ni siquiera con esfuerzo las cosas salen como tú has previsto, porque no todo depende de ti. Y esto hay que enseñárselo a nuestros hijos para evitar que se frustren”.
Los pilares que creemos infranqueables, se derrumban
Según dijo Sara, nos educan con unos pilares fundamentales: la familia, los estudios, la pareja, la salud, la amistad. “Y estos pilares, que estructuran nuestra vida, son fundamentales, pero, aunque parece que no se van a derrumbar nunca, no es cierto. A veces, caen. Y nosotros no podemos controlarlo”. Y nos cuenta una anécdota personal para representar lo que quiere decir: “Cuando yo tenía 12 años, diagnostican a mi madre cáncer de pulmón. Yo no sabía lo que era una enfermedad grave, hasta que aparece en mi vida. Mi madre luchó contra el cáncer 6 meses, y al final falleció. Y yo no estaba preparada para que mi madre muriese. Y no digo que nadie lo esté, pero en esos 6 meses, nadie de mi familia me dijo que eso podía pasar. Nadie me explicó que eso era una posibilidad. Y creo que si me lo hubieran explicado, a mí me hubiera venido muy bien, porque hubiera ido haciendo un proceso mental para aceptar ese desenlace. Pero educamos pensando que todo lo que nos va a pasar es bueno, y está bien ser positivo, pero también hay que ser realista y creo que hacemos un mal ocultando a nuestros hijos la realidad”.
Adaptarse al cambio no es lo mismo que aceptar el cambio.
Sara insistió durante su ponencia en la idea de que nadie puede prepararse para los cambios que le van a venir, porque nunca puedes saber lo que te va a pasar. “Yo, con 25 años, perdí mis pies. Nunca me lo hubiera imaginado. Yo no pude prepararme para esto. Durante muchos momentos estuve en un pozo, con la ayuda de psicólogos conseguí volver a tener un proyecto de vida y aceptar este cambio”.
Aceptar el cambio no es lo mismo que adaptarse al cambio, señaló Sara en su ponencia. “Obviamente, si a mí me dieran a elegir, prefiero tener pies, pero ahora acepto mis prótesis y he sacado cosas maravillosas de ese cambio, como ir a dos Juegos Olímpicos”.
La rutina da seguridad, pero nos convierte en autómatas
Sara siguió su ponencia hablándonos de la rutina, esa que nos da cierta estabilidad y seguridad en la vida, pero que a la vez nos duerme, nos convierte en autómatas. Ella, a los años de perder sus pies, se encontraba metida de nuevo en la rutina, hasta que llegó otro cambio a su vida: la detectan cáncer de tiroides. Y ahí es donde, según dice, la cabeza le hace clic y se da cuenta de que la vida es eso: cambio.
“Hay que explicar eso a nuestros niños. Hay que hablar de las cosas que pueden ocurrirnos, sin darle dramatismo, sino como lo que son: cosas que nos pueden ocurrir”.