El pasado sábado tuvo lugar el evento ‘Educar es todo’ en Madrid, en el Teatro Lope de Vega. Por su escenario pasaron siete expertos para hablar, ante más de mil personas, sobre educación. Uno de ellos fue la psicóloga Patricia Ramírez, quien ofreció una ponencia sobre la importancia de entrenar la resiliencia de nuestros hijos para que sean capaces de sobreponerse a la adversidad.
Patricia empezó la ponencia lanzando una pregunta al público: Cuando tus hijos salgan a jugar el partido de su vida, ¿de qué los quieres, de suplentes o de titulares? Para, rápidamente, darnos su respuesta: ” Yo a mis hijos los quiero de titulares, pero no para que sean los primeros y sean competitivos, en absoluto. Los quiero de titulares para que puedan elegir la vida que quieran. Con sus fracasos (muchos) y sus aciertos. Una vida de la que se sientan orgullosos porque han elegido el trabajo que han querido, porque han elegido a las personas de las que rodearse. El suplente es aquel al que le hemos dicho: ¿Bellas artes? Te vas a morir de hambre. Mejor que estudies económicas. Ese niño, cuando mire para atrás, se dará cuenta de que la vida le ha dejado poca huella, así que incentivemos que nuestros hijos jueguen la vida de titulares”.
En este partido que es la vida, nuestros hijos tienen que saber superar la adversidad, y para ello, nosotros, sus padres, debemos enseñarles a hacerlo. “Hay que educar en casa con las reglas que tiene la vida. Si les sobreprotegemos, cuando salgan a jugar el partido de su vida, no tendrán recursos para hacerlo”. Y en este entrenamiento, entra en juego la resiliencia.
¿Cómo se entrena la resiliencia en nuestros hijos?
Patricia nos dio ingredientes fundamentales que las madres y padres debemos preparar en casa para que nuestros hijos vayan desarrollando su resiliencia (capacidad de sobreponerse a las adversidades):
El amor incondicional
“Amor incondicional es que ustedes piensen qué huella quieren dejar en sus hijos. Cómo quieren que sus hijos les recuerden. Yo quiero que mis hijos digan que yo era buena a reventar. Yo he puesto muchos límites en casa, pero siempre poniendo en el centro que mis hijos se sintieran queridos siempre, se porten como se porten, decidan lo que decidan. Y nuestros hijos no se sienten queridos cuando hacen algo que no nos gusta y se lo hacemos saber de una forma inapropiada, con frases como: “me has decepcionado”, “no puedo confiar en ti”, “para una vez que te pido algo, no has estado a la altura”. Somos su fuente de seguridad, y si no se sienten queridos siempre, pase lo que pase”.
Autoestima
Patricia insistió en la idea de que “una persona con autoestima, es una persona poderosa. Ya puede tener un jefe que le haga moving, un compañero que le haga bullying… En cambio, un niño con baja autoestima es una persona vulnerable, es la marioneta de cualquier persona que le quiera hacer daño”.
Una persona que se siente marioneta, nos recuerda Patricia, “es incapaz de seguir su propio criterio porque desconfía de él”. Y nos anima a ver como algo positivo que nuestros hijo no nos obedezca a la primera, “si nuestros hijos aprender a obedecer a la primera, están aprendiendo que ser sumiso es la manera de que te sigan queriendo. Y ese modelo lo van a trasladar a su grupo de amigos, a sus relaciones personales. No sabrán negociar, no tendrán criterio porque nunca se lo hemos fomentado”. De esta manera, nuestros hijos callan, aprenden que para pertenecer al grupo, tienen que doblegarse y no dar su opinión.
La imagen que nuestros hijos tienen de sí mismos es la que nosotros les proyectamos. Por eso es tan importante que les digamos que les queremos, que son valiosos. Patricia nos insta a no valorar el resultado, sino el esfuerzo, aquello que les ha llevado a conseguir el 10 en matemáticas, pronunciando frases como: “Qué bien te has organizado y cuánto te has esforzado para sacar esa nota”, en lugar de: “Qué bien que has sacado un 10”. “Lo que tiene valor es que la persona sepa lo que está haciendo bien para poder repetirlo”, nos recuerda Patricia.
Patricia lanza una pregunta al público: “¿cuántas veces decimos a nuestros hijos lo bien que han hecho algo y cuántas les decimos las cosas que hacen mal? Creemos que ser buenos padres es corregir lo que hacen mal, pero cuando dejamos de atender esas conductas, desaparecen. Es mejor reforzar las buenas, poner la lupa en ellas”.
Aceptación absoluta de cómo son y las decisiones que toman
“Debemos aceptar a nuestros hijos tal y como son. Aunque no nos guste cómo piensan, aunque no piensen acorde a los valores que yo le he transmitido. Ellos son ellos. No son nosotros”, nos recuerda Patricia. Aceptar a nuestros hijos es respetarle, sin chantajes, sin frases como: “tú sabrás lo que haces”.
¿Cuál es el peligro de intentar cambiar a nuestro hijo, de no respetar cómo es? El peligro, nos dice Patricia, es que “nuestro hijo trate de complacer a todo el mundo siendo como la gente quiere que sea”.
Enseñarles a pensar y a resolver sus conflictos
Patricia nos recuerda que “Si resolvemos problemas que podrían resolver ellos, no les estamos preparando para la vida. Cuando no estemos, no sabrá hacerse cargo de sí mismo”. Y nos pone un ejemplo: “si tu hijo se ha olvidado la toalla para ir a jugar al fútbol, que se seque con la ropa, pero no vayas corriendo a llevársela”. Es vital que se enfrente a las consecuencias de sus comportamientos.
Patricia terminó con una frase de El principito: “Eres responsable, para siempre, de lo que has domesticado”. “Nosotros domesticamos a nuestros hijos, por tanto, somos responsables de la huella que les dejamos, no lo olvidemos”. Una reflexión valiosísima para terminar una ponencia llena de aprendizajes.