“Cuando te pido que me escuches y tú empiezas a aconsejarme,
no estás haciendo lo que te pido”.
Así comienza un poema anónimo que habla sobre la escucha, sobre la escucha real y consciente y que tanto y tanto nos cuesta. ¿No os ha pasado alguna vez que cuando vuestro hijo o hija quiere contaros algo, además solicita vuestra mirada? Y es que, bien claro nos tiene que quedar, que todo lo que nuestros hijos nos quieren contar es importante para ellos, siempre es muy importante, por lo que de la misma forma nosotros debemos tomarlo así, como realmente importante.
Si les escuchamos ahora que son más pequeños, no hay duda que entenderán y crecerán sabiéndose escuchados, y tampoco hay duda que, de más mayores, también nos querrán compartir una gran cantidad de sus vicisitudes, nunca todas, claro, respetemos también sus intimidades y secretos fruto de cada edad y momento evolutivo.
Cuando nuestros hijos e hijas nos piden que les escuchemos, eso es lo único que nos piden, que escuchemos. El gran Víctor Küppers, experto en Psicología Positiva, afirma (y no puedo estar más de acuerdo con él) que la escucha es un tremendo acto de generosidad, ya que es pensar y estar en el otro y no en mí.
Nuestros hijos e hijas necesitan ser escuchados de verdad, ser escuchados con todos y cada uno de nuestros sentidos; por lo tanto, es necesario que en ese momento nos dediquemos sólo a eso: nada de móvil en la mano, nada de televisión que nos pueda distraer, nada de ponernos a hacer gestiones del hogar. Es más, cuando estamos en esa labor de “escuchadores” es importante que nuestra mente no trabaje por dar ya una solución o una respuesta, o buscar inmediatamente qué decir, como suele hacer de forma automática, sino que es adecuado que nuestra mente quede libre de pensamientos para poder entender lo máximo posible a nuestros hijos e hijas.
Por otro lado, en ese proceso de escucha activa, es muy importante que no juzguemos sus emociones, que si manifiestan enfado, por ejemplo, lo demos por válido, que entendamos desde su posición y no desde la nuestra, que conectemos antes nuestro cerebro emocional para poder conectar con ellos y ellas.
Frases como, “entiendo lo que me cuentas”, “qué interesante lo que te ha ocurrido” o “qué bien lo has pasado con todas esas actividades que relatas”, hacen, no solo que se sientan reforzados y apoyados en lo que cuentan, sino que además nuestros hijos e hijas van a entender un poco más de qué va esto de la comunicación. Si les mostramos una comunicación respetuosa, no habrá duda que será lo que pidan a sus iguales.
Y sí, claro que sí que es cierto que, a veces no podemos escucharlos en ese preciso instante, es cierto que el día a día y la rutina nos mantienen con el piloto automático puesto y nos cuesta parar, pero ese momento en el que demandan nuestra atención es único y no volverá de la misma manera, ni de la misma forma, ni con la misma emoción. Así es que os invito a que aprovechéis esos momentos en los que os piden vuestra escucha, pues no se repetirán.
Desde bien pequeños podemos sembrar en ellos y ellas esa buena escucha y comunicación, atendiendo a lo que nos cuentan: desde sus gorgojeos cuando son bebés, sus primeras palabras o sus largas narraciones cuando, en ocasiones, nos cuentan con todo detalle lo que ha acontecido en su día de colegio.
Si bienacostumbramos a nuestros hijos e hijas a ser escuchados y crecen en ese diálogo de confianza y respeto, como os decía antes, eso mismo pedirán a las personas de su entorno, de la misma manera si desde pequeños practicamos la escucha, es más probable que a medida que vayan creciendo, tarden más en dejarnos de contar cosas, acontecimiento que en un determinado momento de su desarrollo evolutivo y de forma limitada, ocurrirá en la temida preadolescencia.
Os invito a que ofrezcáis una escucha limpia, libre de pensamientos distractores que puedan interferir en poner toda tu atención a lo que tu hijo o hija te está contando en ese momento. Olvida las tareas de casa, olvida las llamadas pendientes… Si viene a tu mente algún pensamiento que te distrae, sé fuerte, sé más fuerte que tu mente e invítalo a abandonar. No es imposible, es cuestión de práctica.
En cuanto al lenguaje, úsalo de forma adecuada. No olvides que eres su madre o su padre, no eres su colega ni su amigo. Si dejas de ser su madre o su padre para convertirte en su amigo, le dejarás huérfano, como siempre nos comenta en tono gracioso, el Juez de Menores de Granada, Emilio Calatayud.
La escucha que les ofrecemos es para entender y no para responder. Cuando mi hija, por ejemplo, me cuenta algo del colegio, quiere que la escuche, no que de pronto yo aproveche la situación y le pregunte por cómo fue la jornada o si aprendió muchas matemáticas hoy.
A nuestros hijos les gusta mucho saberse escuchados, y para que ellos así lo noten y lo vean más tangible, os invito a que parafraseéis después lo que os han contado; creedme, eso a ellos les encanta; les encanta escuchar su propia historia, su propia anécdota, en palabras de su madre o su padre. De este modo también les estamos diciendo que lo hemos entendido, que le hemos escuchado, que son importantes para nosotros.
En ese momento que nos hablan, en la medida de lo posible, no hagamos otra que no sea escuchar: no estés con el móvil o la Tablet, no hagas tareas en casa…, lo más importante ahora es escuchar lo que tu hijo o hija quiere contarte en ese momento, ya que así nos lo ha pedido, sea de forma directa o indirecta.
Por último, deciros que les agradezcáis todas las veces que queráis el hecho de que os cuenten cosas, decidle que os gusta, decidle que eso os une más, decidles que os encanta.
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