Ana Roa García es Licenciada en Ciencias de la Educación por la Universidad Nacional de Educación a Distancia, Especialista en Psicología infantil y Atención Temprana, además de Maestra especialista en Educación Infantil. Ha publicado el libro ‘Escuela de familias. Autocuidado y gestión de energía cuando vivimos con niños”, en la Editorial Círculo Rojo. Hablamos con ella sobre los principales retos que plantea la educación de nuestros hijos y sobre la importancia de las Escuelas de familias.
- Ana Roa, ¿por qué EDUCAR “BIEN” se ha convertido en un reto actualmente?
Porque cada vez se hace más necesario educar con optimismo. Cuando hablamos de pensamiento positivo, contemplamos las posibilidades agradables y óptimas de cualquier acontecimiento o problema, independientemente de las dificultades que estos lleven consigo. Ante situaciones que quizá no son “tan terribles como parecen” podemos practicar optimismo. Lo contrario a optimismo es pesimismo, el pesimismo o pensamiento negativo sólo nos muestra errores y lamentos. La escucha cctiva y el feedback son grandes aliados de la positividad.
El estilo de pensamiento, igual que la autoestima y el autoconcepto, se va aprendiendo durante nuestro desarrollo evolutivo, los niños contemplan cómo van reaccionando mamá, papá o las personas de sus entornos más inmediatos ante los problemas que se les presentan.
Un niño optimista se ilusiona con los acontecimientos que van guiando su vida, está motivado y no se imagina que puedan ocurrirle una serie de desgracias encadenadas. En las situaciones más adversas, en un hogar optimista se reflexiona se piensa que los propios errores o fracasos servirán de ejemplo para una posterior superación (“la próxima vez será mejor”) y se esfuerza en modificar determinados aspectos que han influido en el resultado no logrado. Un hogar menos optimista (que roza el pesimismo en ocasiones) se aferra a una serie de circunstancias que según sus componentes están lejos de su ámbito de influencia y que, por tanto, no pueden hacer nada para modificarlas y determinar un resultado más beneficioso. Estos últimos se aferra a “no cambiar las cosas”, la conocida indefensión aprendida ejemplificada en el magnífico relato de Jorge Bucay, “El elefante encadenado”. Como comentábamos antes, desde pequeños/as aprendemos un estilo de pensar y comenzamos a aplicarlo. Poco a poco empezamos a interiorizarlo, forma parte de nosotros, y cuánto más mayores somos, más nos cuestan sus modificaciones; si desde la infancia se aprende a funcionar en “positivo”, se triunfará con más facilidad.
2. ¿Es más importante que nunca la labor de las Escuelas de familias?
Ser madres y padres es complejo, continuo y gratificante, pero al mismo tiempo difícil porque no tenemos las herramientas necesarias para este trabajo ni “el manual de instrucciones” para afrontar cada situación; se trata de desarrollar un aprendizaje ensayo-error acompañado de sentido común, paciencia, cariño y dedicación. Los padres necesitan de información y formación previa. Aquí es donde una Escuela de Familias ayuda a conocer herramientas y orientaciones útiles que les permitan enfrentar con mayor capacidad la tarea sobrellevar una educación dentro del hogar familiar.
En muchas ocasiones los padres intentamos educar a nuestros hijos siguiendo pautas semejantes a las que recibimos nosotros cuando éramos niños, sin embargo en la actualidad la sociedad ha cambiado vertiginosamente y la familia se ha visto implicada, no ha quedado ajena a estos vaivenes sociales: publicidad, avances tecnológicos, crisis económica, desestructuraciones familiares…
Desde la Escuela de Familias surge la posibilidad de estimular la participación activa y el esfuerzo por contrarrestar los problemas que se presentan en la familia y en la sociedad, se trata de promover una educación PREVENTIVA Y EFICAZ, no podemos educar “apagando fuegos”, es importante “perder el tiempo” hablando de la educación de nuestros hijos. La Escuela de Familias contribuye al encuentro y reflexión de manera colectiva sobre la tarea educativa que se realiza con los hijos. En la educación no existe un modelo único ni exclusivo, debemos adaptarnos a cada hijo y a sus circunstancias. Madres y Padres, mediante la escucha y presencia activa, participarán y dialogarán aprendiendo unos de los otros y compartiendo experiencias e inquietudes.
- 3. En tu libro hablas de las ‘preguntas poderosas’. ¿Cómo podemos usarlas en familia?
Las preguntas poderosas se abren multitud de posibilidades que permiten a los más pequeños desarrollar un pensamiento más completo, investigando en ellos mismos y en todas las opciones. Por ello se pueden y deben empezar a hacer desde las primeras edades, a partir de los 3 años con preguntas muy simples para después ir haciéndolas más complejas y abstractas. Gracias a la neuroeducación hemos averiguado que el cerebro y sus conexiones se pueden modificar, reforzar… Es decir, es moldeable.
La neurociencia enseña hoy que el binomio emoción-cognición es indisoluble, intrínseco al diseño anatómico y funcional del cerebro. Este diseño, labrado a lo largo de muchos millones de años de proceso evolutivo, nos indica que toda información sensorial, antes de ser procesada por la corteza cerebral en sus áreas de asociación (procesos mentales, cognitivos), pasa por el sistema límbico o cerebro emocional, en donde adquiere un tinte, un colorido emocional. Y es después, en esas áreas de asociación, en donde, en redes neuronales distribuidas, se crean los abstractos, las ideas, los elementos básicos del pensamiento. (Francisco Mora)
Si comenzamos a usar estas preguntas a partir de esta edad, estaremos creando las conexiones necesarias para que en el futuro puedan pensar de forma más flexible, creativa y resolutiva. Primero las irán interiorizando y, poco a poco, las irán formulando de manera espontánea, haciendo el día a día más satisfactorio.
Hace falta tener tiempo para hacerlas… muestra una actitud curiosa y de interés, profundiza todo lo que puedas, no te quedes con la primera respuesta. Es importante darles espacio para que ellos y ellas escojan y tomen las decisiones, después ya se podrán valorar los resultados de la elección.
Una vez formuladas es importante estar atento a la respuesta verbal, pero también a la no verbal: el tono, los gestos… Las emociones que hay detrás son de vital importancia y dan mucha información sobre el menor.
- 4. ¿Cuál es el principal error que cometemos las madres y padres hoy día?
En ocasiones cometemos ciertos errores comunicativos con nuestros hijos, que son precisamente los causantes de los malos comportamientos de estos. Cuando vivimos, por ejemplo, una situación de estrés, nos enfadamos con ellos y nos resulta muy difícil mantener la calma y lograr comunicar nuestro descontento de una forma eficaz y asertiva. No hacerlo puede ser contraproducente con la educación que queremos imprimir a nuestros pequeños, ya que su estado de ánimo depende mucho de cómo sea el nuestro, además de que los niños imitan nuestra conducta, copiando este tipo de reacciones, en lugar de otras más adaptativas que son las que deberían estar aprendiendo.
- 5. ¿Usamos los padres la inteligencia emocional para relacionarnos con nuestros hijos?
Aplicar la inteligencia emocional al dirigirnos a nuestros hijos es importante para la gestión de las emociones y la resolución de conflictos. Como padres y madres debemos ser los principales modelos de nuestros hijos, comportándonos con inteligencia emocional. De lo contrario, si empleamos órdenes, sermones y amenazas, los niños piensan: “Ya estamos otra vez con lo mismo…” “Los sermones y las amenazas no son compatibles con una educación preventiva y eficaz para la vida”