“No se hable más” o “se hace así y ya basta” son algunas frases que pronuncian los padres y madres estrictos. Este estilo de crianza es muy perjudicial para nuestros niños: crecen con miedo, no se atreven a ser autónomos y están condicionados por todo aquello que dicen sus padres.
Consecuencias en nuestros hijos por ser padres estrictos
La educación estricta tiene consecuencias en el desarrollo de nuestros hijos
Menor autoestima
Aquellos padres estrictos que usan los castigos o las amenazas con los niños si no consiguen un logro les generan inseguridades. Esos niños de adultos tendrán una autopercepción de sus habilidades y capacidades menor de la realidad, su autoestima tanto en lo personal como en lo profesional será baja, no se sentirán todo lo valioso que son
Poca autonomía
Cuando los padres son estrictos con sus hijos les dicen todo lo que deben hacer y lo que no, cómo hacerlo, a dónde ir, etc. Con este tipo de crianza, una vez que crezcan, no van a saber afrontar las situaciones y los problemas ellos mismos. Estarán perdidos porque nadie les va a dar instrucciones de cómo proseguir. Por ese motivo, es muy necesario dejar que nuestros hijos desde pequeños se enfrenten ellos solos a los problemas y solo intervengamos si es estrictamente necesario.
Temor hacia los padres
Una de las peores consecuencias de seguir una educación estricta con nuestros hijos es el miedo y temor que van a desarrollar hacia nosotros. Si nuestro recurso educativo es usar la amenaza o el castigo ante algo que han hecho mal, nuestros hijos van a desarrollar miedo hacia sus figuras de apego. “El peor miedo que puede tener a un niño es a su familia”, contó Alberto Soler en su ponencia en nuestro último evento. “En un momento en el que somos sumamente dependientes, que esas figuras que nos deben proporcionar seguridad utilicen el miedo como estrategia para educarnos es el peor miedo que podemos sentir. Sentir miedo de aquella persona de la cual dependes es verdaderamente terrorífico”, remarcó.
Sumisos ante los demás
Los niños y niñas con una educación estricta aprenden que deben seguir toda orden que les den, que no se debe cuestionar aquello que deben hacer.
Validación depende de su éxito
Nuestros hijos aprenden que si no consiguen una nota alta o si no ganan ese premio están fallando a sus padres y están fallándose a sí mismos. Su autoestima no se debe relacionar, por ejemplo, con el buen rendimiento académico, sino también con otras características de su persona. Como señala la psicóloga Patricia Ramírez, el orgullo de los padres no puede depender de los éxitos de los niños, sino de su esfuerzo. No debe ser “qué orgullosa me siento de tu nota”, sino “espero que tú te sientas orgulloso de lo que estás consiguiendo”.
Efecto rebote
Una educación autoritaria puede provocar un efecto rebote en nuestro hijo. Las amenazas y los castigos pueden volverse en nuestra contra cuando llega a la etapa adolescente, ya que nuestro hijo ha perdido toda confianza en nosotros y quiere rebelarse para contradecirnos.
Cómo dejar de ser padres estrictos
er padres y madres estrictos no se nace, se hace. Y podemos cambiar esta situación si cambiamos nuestra forma de educar.
Límites fijos, pero no autoritarios
Entre el autoritarismo y la permisividad se encuentra la disciplina positiva. Es decir, educar con límites respetuosos, que sean los adecuados a su edad y consensuados. Se puede ser firme sin caer en ser estricto y autoritario. Hay límites que deben acatar por su propia seguridad, como dar la mano cuando están en la calle o llevar la sillita en el coche. Pero hay otros límites que ponemos a los deseos que tienen nuestros hijos e hijas. Por ejemplo, nuestro hijo quiere ver la tele mientras se cena, pero no se lo permitimos porque en casa nunca se cena con pantallas alrededor. Este límite es necesario, porque es una norma de casa y nuestro hijo sabe que no es tiempo de usar las pantallas.
Pensamiento crítico
El pensamiento crítico es esencial para que nuestros hijos se cuestionen todos los mensajes que reciben. El profesor de filosofía José Carlos Ruiz explica que podemos fomentar y enseñar a nuestros hijos a pensar bien “introduciendo en ellos el hábito de analizar las circunstancias que les rodean, tanto a ellos como a las demás personas que están a su alrededor, y prestar especial atención a los contextos que experimentan en cada momento, aprendiendo a diferenciarlos”.
Cambiar el estilo comunicativo
“No hagas esto que lo tienes prohibido” o en el caso de las notas “O sacas un notable o te quedas sin juguetes este año” son otras frases que usan los padres estrictos. En vez de señalarles que si no consiguen llegar a una nota nos va a decepcionar o no les querremos, debemos cambiar nuestra comunicación con ellos y nuestros actos. Señalarles que consigan la nota que consigan, vamos a confiar en ellos y en su esfuerzo. Cada que vez que usamos un lenguaje estricto basado en la amenaza o el castigo, les estamos mandando un mensaje basado en el miedo. Por ello, como aboga Patricia Ramírez, debemos proporcionarles a nuestros hijos amor incondicional y comunicárselo para que lo sepan y se sientan conectados con nosotros.