Si hay que algo que queremos las madres y padres por encima de todo es que nuestros hijos sean felices. Pero ¿qué es realmente ser feliz? Solo si sabemos lo que se esconde detrás de la felicidad podremos ayudar a nuestros hijos a disfrutar de ella. A averiguarlo nos ayudó la psicóloga Silvia Álava en un IGLIVE con motivo de la publicación de su último libro: ‘¿Por qué no soy feliz?’.
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¿Qué es realmente ser feliz?
“Tenemos una idea equivocada de lo que es la felicidad. Tendemos a pensar que ser felices es no tener problemas, que todo a nuestro alrededor vaya bien, estar alegres 24/7, pero esta idea es la que nos aleja de la felicidad y nos lleva a frustrarnos”, nos decía Silvia Álava, según la cual la felicidad “tiene que ver más con encontrarnos bien, a gusto, en calma y en paz con nosotros mismos”. Por tanto, el objetivo, “más que la felicidad, es el bienestar emocional, y el bienestar emocional no viene de serie, se trabaja”.
Este fue uno de los primeros aprendizajes que nos dejó el encuentro con Silvia Álava: la felicidad no depende tanto de nuestras circunstancias, sino de cómo afrontamos nosotros estas circunstancias, por tanto, es algo en lo que se puede trabajar. “Para ser feliz no necesitamos cambiar las circunstancias de la vida. Necesitamos cambiar la forma de entenderla y de enfrentarnos a ella”.
¿Qué hay del componente genético? ¿Hay algo en nuestro ADN que nos predisponga a la tristeza o a la felicidad? “Sí, se sabe que el 50% de nuestra capacidad para ser felices se debe a nuestra genética. El 10% a las circunstancias que nos rodean y el otro 40% está en nuestra mano. Pongámonos a trabajar sobre este 40%, ahí está la clave”, nos dice Silvia.
El origen de la infelicidad de nuestros hijos
Uno de los errores más comunes que cometemos en la educación es sobreproteger a los niños, de tal forma que procuramos evitar que sientan cualquier emoción desagradable. “Algunos padres malinterpretan el amor y piensan que es mejor proteger a sus hijos de cualquier emoción desagradable, o intentan protegerse ellos mismos del dolor que supone verles sufrir”.
¿Por qué hacemos esto? “Solemos creer que la vida es muy complicada y que ya tendrán tiempo de sufrir, mientras puedan que disfruten y que sean lo más felices posible. Sin embargo, cuando hacemos esto, no nos damos cuenta de que no estamos permitiendo a nuestros hijos aprender regular esas emociones y cuando aparezcan, estarán desprotegidos, no sabrán qué hacer. Y este es, sin duda, el origen de su infelicidad.”
Silvia nos ponía un ejemplo: “Si mi hijo llega a casa del cole llorando porque ha perdido su pelota y nosotros le decimos que no debe llorar, que no pasa nada, que ahora mismo vamos a comprar otra, lo que estamos haciendo es, en primer lugar, negar su emoción, y en segundo lugar anestesiarle emocionalmente, haciéndole “feliz” otra vez dándole otra pelota”. ¿Qué debemos hacer entonces? Silvia nos proponía que “aprovechemos las pequeñas situaciones del día a día para hacer esa educación emocional”.
Ante el ejemplo anterior, es conveniente, nos decía, hacer cuatro cosas:
- Nombrar la emoción: “Estás triste”.
- Validar la emoción: “Es lógico que estés triste, yo también lo estaría”
- Explicar la causa: “Estás triste porque has perdido tu pelota favorita”.
- Buscar una solución juntos: “¿Qué se te ocurre que podemos hacer para arreglarlo?”. Podemos darle pistas: “Mañana podemos ir a buscarla a objetos perdidos del cole, y si no está, pediremos una por tu cumple. Mientras podemos jugar con la raqueta”.
“No se trata de hacer sufrir a los niños inúltimente, ni de frustrarles de manera gratuita, sino de permitirles sentir sus emociones sin juzgarles, enseñándoles a identificar la causa y la consecuencia de su emoción y enseñarles a regularlas. O lo que es lo mismo, enseñarles habilidades de la inteligencia emocional, tan necesarias en la vida”.
Los enemigos de la felicidad
Aunque la felicidad, en palabras de la propia Silvia Álava, es algo interno que nadie “nos puede dar y que nadie nos puede quitar”, sí que existen personas, circunstancias, cosas que pueden alterar nuestro bienestar emocional y el de nuestros hijos, una de estas cosas es la comparación social. “En ocasiones, dicha comparación viene propiciada por los propios padres y entorno familiar, que nos instan a “ser los mejores” o que preguntan no solo qué nota hemos sacado, sino también la nota que han sacado el resto de compañeros de clase. Sin ser conscientes, este modelo de comparación continua con los demás es otorgar a nuestros hijos una fuente de insatisfacción permanente”.
Por supuesto que en la vida es aconsejable querer mejorar, alcanzar meta… El problema, dice Silvia, es cuando “el objetivo no es sentirse orgulloso y satisfecho con respecto a lo que haces, sino hacer más que los demás”. En este caso, nuestros hijos estarán desarrollando una autoestima externa, que depende de la validación de los otros, y no una autoestima interna, en la que tú te valoras sin tener en cuenta lo que hacen los demás.
El falso “Si quieres, puedes”
Otro gran enemigo de la felicidad es la filosofía del “si quieres, puedes”, que transmite la idea de que debemos perseguir nuestros sueños, luchar por ellos y, si no los conseguimos es que somos unos fracasados o no lo hemos intentado con todas nuestras fuerzas. Silvia nos advierte de los riesgos de transmitir esto a nuestros hijos: “Se nos olvida que cada persona es un mundo, con su casuística y sus circunstancias, y que no siempre va a poder conseguir lo que sueña. A veces, porque no es realista en lo que quiere, tiene que ajustar sus expectativas”. Por tanto, sería fundamental enseñar a nuestros hijos que, como dijo Ortega y Gasset “Yo soy yo y mis circunstancias”, y que estas me condicionan profundamente. De no hacerlo, cuando no llegue a algo, se frustrará.¿Y qué hay de disfrutar y amar lo que tenemos y dejar de anhelar lo que no tenemos?
Silvia Álava recuperó una cita de San Agustín: “La felicidad es seguir deseando todo lo que uno ya posee”, por tanto, centrarnos en lo que no tenemos en vez de valorar lo que tenemos puede llevarnos a entrar en un estado de “inconformidad constante”.