Cada vez más madres y padres están comprometidos con la disciplina positiva, o lo que es lo mismo, educar sin gritos, castigos, chantajes o amenazas a sus hijos y poner los límites y las normas con firmeza, respeto y cariño.
Uno de los motivos por el que se destierran los castigos es que no funcionan a largo plazo. En el corto plazo, sí, nuestro hijo deja se realizar la conducta que queremos corregir, pero está demostrado que los castigos a la larga no funcionan: los niños no aprenden a hacer las cosas bien, simplemente dejan de hacerlas “mal” por miedo o porque se sienten intimidados. Además, merman su autoestima, haciéndoles sentir que no valen para nada.
Una madre o padre que castiga, gana una batalla, pero pierde la guerra cuando los niños se ven impulsados a vengarse, evitar que les pillen u obedecer por miedo o por sentir que no valen
¿Son las consecuencias lógicas una buena alternativa a los castigos?
Para no recurrir a los castigos, muchas veces se nos ha instado a los padres a sustituirlos por consecuencias lógicas, sin embargo, Jane Nelsen, creadora de la Disciplina Positiva, afirma en su libro ‘Cómo educar con firmeza y cariño’ que ella no es partidaria de utilizarlas, pues normalmente son “castigos encubiertos”.
Para entender su reflexión, vamos a explicar brevemente qué son las consecuencias, que a su vez podemos dividir en consecuencias naturales y consecuencias lógicas.
Consecuencias naturales
Una consecuencia natural es cualquier cosa que ocurre de forma natural sin la interferencia de un adulto. Por ejemplo, si me olvido la merienda en casa, pasaré hambre. Si es invierno y no cojo el abrigo, pasaré frío.
Para entender cómo funcionan las consecuencias naturales, vamos a ver un ejemplo:
Juan tiene seis años. Todos los días se olvida el bocadillo en casa. Su madre, cada vez que esto ocurría, dejaba lo que estuviera haciendo para llevarle el bocadillo a Juan al colegio y que así no pasase hambre. Un día, escuchó hablar de las consecuencias naturales y decidió que no iba a llevarle más el bocadillo si se le olvidada. Avisó a Juan de cómo iba a proceder a partir de ahora si se olvidaba la merienda y le dijo que confiaba en que él se iba a acordar porque había aprendido de su error. En un principio, las intenciones de esta madre se vieron saboteadas por la profesora de Juan, que cuando se olvidaba el bocadillo, le daba ella galletas que tenía guardadas para estos casos. La madre de Juan habló con ella y pactaron que no lo volvería a hacer, que si Juan se volvía a olvidar el bocadillo, tendría que experimentar la consecuencia natural: pasar hambre.
Obviamente, tanto a la madre de Juan como a la profesora, no les resultó fácil ver que el niño lo pasaba mal cada vez que se olvidada el bocadillo, pero recordaron que este era solo un pequeño error de los muchos que cometería Juan en su vida. Si ellas cedían, Juan no aprendería a organizarse por las mañanas, sino todo lo contrario, aprendería que cada vez que cometiese un error, alguna persona se haría cargo de su problema.
Consecuencias lógicas
Las consecuencias lógicas difieren de las naturales en que requieren la intervención de un adulto o de otro niño. Por ejemplo: un niño pinta con un boli el pupitre de casa y el profesor le dice que lo tiene que limpiar.
¿En qué se diferencia de un castigo una consecuencia lógica? En 2 cosas, principalmente:
- Las consecuencias, a diferencia de los castigos, están relacionadas con la conducta a corregir. Si en lugar de decirle al niño que debía limpiar el pupitre se le hubiera impedido salir al patio a jugar con sus amigos, estaríamos hablando de un castigo, porque nada tiene que ver con la conducta.
- Tiene que ser respetuosa. No debe hacer sentir al niño mal, ni avergonzarle. Si en este caso, el profesor le hubiera pedido al niño que limpiase el pupitre gritándole o humillándole, ya no sería una consecuencia lógica, sino un castigo.
“En ocasiones, las consecuencias son castigos encubiertos”
Jane Nelsen asegura en su libro que las consecuencias naturales siempre son beneficiosas, pero las consecuencias lógicas no tanto. El motivo es que no es “fácil usarlas y que muchas veces encubren un castigo”. Además, asegura “tratamos de buscar una consecuencia lógica para cada “mala” conducta de nuestros hijos, pero no siempre la hay. Es entonces cuando debemos debemos buscar otros métodos, por ejemplo, las reuniones familiares o centrarnos en las soluciones”.
La alternativa a las consecuencias lógicas son las soluciones
Centrarnos en las soluciones, tal y como dice Jane Nelsen, requiere que nos hagamos esta pregunta, a la que llamaremos la pregunta mágica: ¿cuál es el problema y cuál la solución? De esta forma, nos “estamos centrando en ayudar a nuestros hijos y a nuestra familia a resolver el problema y no en que tengan que pagar (a través de un castigo) por él”.
En esta búsqueda de soluciones, debemos involucrar a los niños, porque cuando “ellos se sienten escuchados, tenidos en cuenta, son más partidarios de cumplir las normas”.
Vamos a verlo con un ejemplo.
Nuestro hijo Unai siempre llega tarde a desayunar porque le cuesta mucho levantarse de la cama. Una consecuencia lógica es que se quede sin desayunar porque no le da tiempo a hacerlo. Pero ¿y si buscásemos entre todos una solución?
Por ejemplo:
- Ponerle como despertador su canción favorita, así, al oírla, tendrá ganas de levantarse a bailarla.
- Uno de sus hermanos podrá ir a su habitación a “sacarle” de la cama haciéndole cosquillas.
Como vemos, centrarnos en las soluciones es una forma útil de resolver los problemas que no hace sentir mal a nuestros hijos. Y que, además, les involucra en la toma de decisiones.