Creo que mi hijo fuma, ¿debo hablar con él?

Los expertos alertan de que "toda exposición a la nicotina es preocupante". Entonces, ¿qué debemos hacer si sospechamos de que nuestro hijo fuma?

El tabaco es una de las sustancias tóxicas más aceptadas a nivel social, pero eso no significa que como madres y padres decidamos tolerarlo en nuestros hijos. Es bien sabido que el tabaco es realmente perjudicial para nuestra salud, por lo que no podemos esperar a educar para evitar su consumo en la adolescencia, este proceso empieza mucho antes, concretamente desde la infancia.

¿Cómo afecta el consumo de tabaco a los adolescentes?

Según datos del Ministerio de Salud el 33% de las chicas y el 29% de los chicos de entre 14 y 18 años son fumadores en España. El 12,5% de los adolescentes en esa franja de edad fuma a diario. Estos datos nos llevan a la cabeza si nos comparamos con la Unión Europea.

El Instituto Nacional de abuso de drogas deja claro un hecho: toda exposición de los jóvenes a la nicotina es preocupante. El cerebro de un adolescente aún está en desarrollo, por lo que la nicotina tiene efectos en el sistema de recompensa del cerebro y las áreas del cerebro que participan en las funciones emocionales y cognitivas. Las investigaciones sugieren que pueden perpetuar el consumo continuo de tabaco hasta la edad adulta. Estos cambios también contribuyen a aumentar la probabilidad de consumir otras sustancias, esto es lo que se conoce como “The Gateway Effect”. Básicamente se trata de la puerta de entrada a otros problemas sociales o sanitarios. En cuanto a nivel escolar existe una tendencia al fracaso escolar.

¿Cómo hablar sobre el tabaco con mis hijos?

Sin duda, lo más importante, es el ejemplo. Los mensajes son totalmente contradictorios cuando nosotros prohibimos a nuestros hijos fumar con un cigarrillo en la mano. La trabajadora social Anais López, nos deja algunas claves sobre cómo tratar el tabaco con nuestros hijos:

  • Habilidades para decir “no”

Nuestros hijos necesitan pensamiento crítico, esto ya nos lo explica José Carlos Ruiz en su curso sobre “Educar en pensamiento crítico”, pues necesitan discernir qué está bien y mal, que sean capaces de modificar el ambiente e incluso abandonarlo si no les gusta, si caen en la presión social o por el contrario prefieren no hacerlo. En definitiva, Que tengan capacidad para elegir con quién quieren estar y que no todo se puede considerar amistad.

  • Alertar sobre los peligros

Anais no nos sugiere que seamos expertos en el tema, pero sí investigar y obtener información valiosa sobre lo que puede ocurrir y responder a sus dudas.

  • Buenos hábitos

Este elemento es fundamental, cuando nuestros hijos tienen un buen autocuidado, el tabaco o las drogas quedan a un lado. La buena alimentación y la práctica de deporte serán sus mayores aliados.

  • Comunicación y espacios seguros

Es uno de los mayores mantras que existen, pero hablar sobre lo que está ocurriendo, sin juicios, es de los mayores factores protectores. Fomentar la comunicación y la verdad, que pase lo pase y hagan lo que hagan siempre va haber un espacio para la escucha y el diálogo. Y, por otro lado, la importancia de los límites que tan necesarios son. Es imposible que nuestros hijos puedan parar por sí solos, si nosotros desde pequeños no les hemos enseñado cómo.

  • Cuidado con la confianza ciega

Todos queremos que siempre nos digan la verdad, que se junten con gente sana, pero a veces esto no sucede, por lo que es importante estar en alerta. No se trata de vigilar y controlar, se trata de no bajar la guardia y de estar atentos a señales que nos pueden indicar que hay novedades o elementos nuevos que les están haciendo cambiar el rumbo.

Los adolescentes y jóvenes son tremendamente sensibles y vulnerables a noticias y productos en el mercado, nos necesitan más que nunca para estar a su lado y guiarlos. Necesitan saber que pase lo que pase su madre o su padre estará a su lado.

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Silvia Sánchez Ovejero

Como educadora infantil y pedagoga pasé toda mi infancia jugando a ser maestra, me fascinaba la idea de ser un referente para alguien y preparar mis clases. Años después, ese rol pasó a ser realidad. Desde ese momento sentí la necesidad de compartir con el mundo todas mis ideas, porque la educación, si no se comparte, no llegará a ser transformadora. Ser maestra implica ser todas las versiones que necesitan cada uno de tus alumnos para hacerles ver quiénes son y quiénes podrán llegar a ser.

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