Concurso de relatos: El mejor oficio del mundo

Publicamos el relato que Sònia López Iglesias ha presentado a nuestro concurso. Si os gusta, no dejéis de decirlo en Facebook. No os lo perdáis.

Empezamos la semana con una sorpresa muy especial: Durante los próximos lunes vamos a publicar los mejores relatos que han participado en nuestro concurso. Aquel que consiga más “Me gusta” en nuestra página de Facebook  ganará el premio. ¡Esperamos vuestros votos en Facebook! Hoy empezamos con un relato precioso de Sonia López Iglesias

 

EL MEJOR OFICIO DEL MUNDO

– Mamá, ¿cuál es el mejor oficio del mundo?

Le miro asombrada y no sé muy bien que contestar.

– Tengo una duda mamá, ¿aquél en el que ganas más dinero o aquél donde debes trabajar poco?

Sonrío y le contesto que el mejor oficio del mundo es aquel que te haga feliz.

Su pregunta me transporta instantáneamente al pasado. Recuerdo que durante mi infancia me incomodaba enormemente que me preguntasen que quería ser de mayor. Primero, porque yo nunca tuve prisa por crecer y no quería tener las responsabilidades y preocupaciones que tenían los adultos. Yo era feliz en mi mundo y lo que más me preocupaba era jugar o reír con mis hermanas cuando era la hora de dormir y mi madre apagaba la luz. Recuerdo ese momento como algo completamente mágico.

La segunda razón era porque no tenía ni idea a que quería dedicarme en el futuro. Me inquietaba que mis hermanas respondiesen sin titubear cuando les preguntaban al respecto. La mayor quería ser “más alta que mamá” y a mí me parecía una respuesta genial, que arrancaba a todo el mundo una enorme sonrisa. Mi hermana gemela respondía muy segura de sí misma que quería ser periodista y escritora. Yo le escuchaba con resignación y deseando que por arte de magia me llegasen las ganas de ser alguna cosa cuando fuese mayor.

Recuerdo cambiar de idea cada vez que pensaba sobre ello y sentir que no sería capaz de elegir  jamás una profesión. Las dudas me persiguieron durante toda mi escolaridad, y en el momento de  entrar en la universidad, seguí dudando. El destino me llevó a dedicarme a la educación y eso, en la actualidad, me hace feliz.

Pero no es el oficio en el que desarrollo mi mejor faceta. En los últimos nueve años he comprendido que mi profesión  es aquella que no tiene horarios establecidos, en la que debes estar al máximo rendimiento las 24 horas del día, los 365 años del año, en cualquier estación. Aquella donde no se puede coger la baja, solicitar una excedencia o faltar si me encuentro mal. Ocupación en la que no existe una escuela para ir a aprender y vas haciendo maestría gracias a los innumerables  errores que vas cometiendo.

Oficio que exige hacer las cosas con una sola mano, dormir con un ojo medio abierto, fingir que siempre estás de buen humor y comer siempre la porción más pequeña y fría. Aquel que te exige perder muchas horas de sueño, renunciar a tener algo de tiempo libre o que me obliga a peinarte con una coleta porque no hay tiempo para más. Que exige de mi gran cantidad de paciencia, calma, empatía, eficacia y constancia y que además, me desafía a cada instante.

El quehacer  que exige de mí la máxima responsabilidad, donde no existe hoja de ruta, donde se aprende sobre el terreno y siempre debes dar calidad. Puesto donde no existe un jefe al que me pueda quejar de las condiciones laborales a las que estoy sometida. Tarea altruista, desinteresada y sin paga doble en Navidad.

Pero a la vez es único oficio que a mi edad me permite jugar, crear lazos de complicidad, conversar sin interrogar y me contagia espontaneidad.  Tarea que te convierte en una experta negociadora, desarrolla tu capacidad de generar soluciones, te obliga a mirar las cosas desde otra óptica y superar todos los retos que te quieras marcar .¿Quién no querría tener un oficio que te hace ser generosa, mejor persona, más tolerante y te enseña a ver la vida desde una  perspectiva mucho mejor.

Única función que es capaz aún de sorprenderme, de ofrecer abrazos sin pedirlos, que me hace sufrir y gozar, dar y recibir, errar y acertar. El único empleo que llevo dentro de mi alma, que me crea adicción, que me recuerda que fácil es perdonar y vivir con sinceridad, Que me exige ser eficaz, atenta, activa, sensible y confiable.

He tardado más de cuatro décadas en saber qué quería ser de mayor. Ahora soy yo la que le pregunta a los demás si quieren saber cuál es mi profesión. Sí,  por fin sé que nací para ser MAMÁ.

 

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Educar es todo

Educar es Todo es un proyecto cuyo objetivo es colaborar con madres y padres en su labor educativa. Uno de los pilares fundamentales de una buena sociedad es apoyar la tarea de las madres y padres que lideran los hogares y la educación de sus hijos. Por eso, queremos acompañarlos en este apasionante viaje educativo, aportando ideas, reflexiones y estrategias que les ayuden a conseguir ese objetivo, que entendemos que es el de todos. Esperamos que también el tuyo.

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