¿Alguna vez nos hemos parado a pensar cómo afecta la forma en la que nos relacionamos con nuestra pareja a nuestros hijos? Ya no es solo a nivel psicológico, sino en la forma en la que ellos y ellas se relacionarán en el futuro con sus amistades y con su pareja. Debemos reflexionar sobre el ejemplo y las figuras de referencia que les estamos dando.
¿Qué aprenden nuestros hijos de nuestras relaciones?
Nuestros hijos e hijas aprenden que el amor es aquello que ven en casa: da igual si son golpes, gritos, faltas de respeto, dejar de hablarse, discutir… aprenderán que el amor es eso. Y eso tiene muchas posibilidades de reproducirse después en sus relaciones. Así es como Silvia Congost, psicóloga, lo confirma en uno de nuestros eventos.
Pongamos un ejemplo para que cale más hondo. Estamos en un restaurante, en teoría, para disfrutar de la compañía y del hecho de no preocuparnos por cocinar. En ese momento, decido coger el móvil para hablar con una amiga, mi pareja hace lo mismo y como no queremos que el niño se aburra, le damos también una Tablet. Nuestro hijo llama nuestra atención para preguntarnos algo acerca de un detalle que ha visto en la mesa de en frente, automáticamente nuestra respuesta es no hacerle caso y ante su insistencia decirle: calla, déjame un momento. Pasados unos minutos decido preguntar algo a mi pareja porque ya he terminado mi conversación, en ese mismo instante me responde lo mismo que yo le he dicho a nuestro hijo. Por supuesto, como adultos, es intolerable, por lo que empezamos una discusión que poco a poco se va acalorando más y más. Nuestro hijo está delante y si de verdad creemos que no nos entienden, que no nos aprenden, como si fuesen un mueble más de nuestro salón, estamos muy equivocados.
Tal y como dice Silvia Congost “educar es todo eso que hacemos cuando creemos que no lo estamos haciendo”. Aprenden de nuestros gestos y de nuestro comportamiento.
¿Debemos seguir con nuestra relación por nuestros hijos?
Si no somos felices o no estamos bien junto a la persona que tenemos al lado, deberíamos separarnos, justamente por nuestros hijos. Silvia Congost señala que es bueno enseñarles que no pasa nada, que un divorcio no es el fin del mundo y que, por el contrario, es algo bueno porque nos permite seguir nuestra vida y apostar por la felicidad. No olvidemos que cuando pensamos en el divorcio, es porque uno de los dos ya no quiere estar allí, ya no está bien allí y desea salir.
La pediatra, Lucía Galán, en nuestro curso “Educar en salud y bienestar” nos señala los 10 aprendizajes que extrajo tras su divorcio. Sin duda, el más importante, es la sinceridad a la hora de hablar con nuestros hijos. Utilizando las palabras adecuadas y siempre desde la empatía y asertividad, debemos explicarles que nos vamos a separar y por supuesto, nunca hacerles culpables de ese hecho. Es importante mantener el vínculo, hacerles sentir que ellos siguen siendo lo más importante de nuestras vidas y que de una forma o de otra, siempre estaremos conectados. Como dice Lucía “necesitan ver nuestra mejor versión para que ellos también estén bien”.
¿Cómo es mi relación con mi pareja?
La psicóloga María Esclapez ha sacado un nuevo libro “Me quiero, Te quiero”, en él habla ampliamente sobre cómo nos afectan las relaciones de dependencia y los vínculos entre parejas. Ella hace hincapié en la influencia que tiene el tipo de apego que hemos recibido en nuestra infancia en las relaciones que hemos creado en pareja. Como indica María, existen indicadores que definen la relación que tenemos.
Apego seguro/relación sana
Es aquella que se caracteriza por lo siguiente:
- Nos resulta fácil mostrarnos cariñosos con nuestra pareja.
- Disfrutamos de la intimidad, pero sin agobiarnos por la intimidad.
- Nos sentimos cómodos y confiados en pareja, pero también disfrutamos de nuestra intimidad y tiempo a solas.
- Nos gusta compartir tiempo en pareja, pero también le damos su espacio.
- Nos sentimos correspondidos el amor y la relación.
- Existen conflictos, pero no nos generan incomodidad. Se afrontan y nos lo tomamos con calma para tratarlo.
- Comunicamos nuestros sentimientos y necesidades, además de responder a los de nuestra pareja.
- No tenemos miedo al abandono, confiamos en la relación y sabemos que, si algún día termina, tendremos que aceptarlo y continuar.
Apego ansioso
María define estas relaciones como:
- La relación tiende a consumir buena parte de nuestra energía emocional, ya que nos solemos preocupar constante por ello. Esto hace que nuestro mundo dependa de ella.
- Tememos que la persona con la que estamos no tenga las mismas expectativas y eso nos genera miedo al abandono, lo que nos hace desarrollar una excesiva atención a los pequeños detalles, como los cambios de humor, gestos y comportamientos.
- Tenemos mucha facilidad para intimar y siempre estamos buscando intimidad emocional, incluso si la otra persona no está lista. A veces esto nos lleva a creer que la pareja no nos ama como debería hacerlo.
- Nos cuesta mucho dejar una relación y cuando estamos sin pareja nos sentimos desgraciados.
- Solemos dejar que los demás marquen el ritmo de la relación.
- Durante el conflicto necesitamos resolverlo cuanto antes. No podemos ir a la cama tranquilos si no está resuelto.
Apego evasivo-evitativo
Este tipo de apego también se enmarca en los apegos inseguros, por lo que las relaciones se definen como:
- No tememos el compromiso y la realidad es que nos agrada la intimidad, pero nos agobia hacerlo en exceso. De ahí que mandemos mensajes contradictorios.
- Nos resulta incómodo estar emocionalmente muy unidos a otras personas o confiar en ellas, por lo que insistes en la importancia de poner límites.
- Te cuesta mucho expresar emociones, sobre todo decir “te quiero”.
- Aunque podemos llegar a querer mucho a alguien, la pareja no es la prioridad.
- Si nos rechazan o nos hacen daño, solemos alejarnos.
- Tendemos a ponernos a la defensiva al menor indicio de control o invasión de nuestra intimidad.
Apego desorganizado
Este es el último tipo de apego inseguro y suele aparecer cuando no hemos tenido referentes que nos hayan aportado seguridad, directamente, no los hemos tenido.
- Las relaciones son de amor/odio.
- Por un lado, nos da miedo ser abandonados, pero por otro nos cuesta tener intimidad.
- En general, las relaciones son muy conflictivas y dramáticas, con muchos altibajos.
Es importante saber que necesitamos del acompañamiento de un profesional, tal y como menciona María, para saber qué tipo de apego tenemos y por supuesto, para acompañarnos en el proceso.
“Una relación sana entre los progenitores siempre va a ser un sinónimo de que los hijos crecerán en un entorno de respeto y amor. No importa el tipo de familia que tengamos o nuestra situación actual, la pareja es el eje por el que se guían los hijos”, declara Silvia Congost.