La educación sexual cada vez es menos tabú: en las escuelas, la familia y la sociedad hay cada vez más conciencia y se ve como una necesidad el hablar sobre ello a las nuevas generaciones.
Esta apertura a hablar más sobre sexualidad nos permite cuestionarnos cómo estamos transmitiéndola a nuestros hijos e hijas. ¿Educamos en sexualidad de forma diferente a hijos e hijas? ¿Tenemos más cuidado y hacemos más hincapié en la prevención con nuestras hijas que con nuestros hijos? ¿Les enseñamos a nuestros hijos a responsabilizarse de la misma manera que a nuestras hijas?
Doble vara de medir
“Pues mi hijo de 15 años ya tiene tres novias, pero a mi hija de 16 años todavía no le permito que salga con chicos”. ¿Habéis presenciado una situación parecida a la de la frase anterior? Sigue siendo muy habitual que se den situaciones así, en las que permitimos que nuestros hijos tengan una mayor libertad en el ámbito de relaciones sexo-afectivas, frente a nuestras hijas, a las que no les permitimos que tengan una pareja por miedo a las consecuencias que pueda traer.
Desde que son pequeños realizamos gestos y comentarios cotidianos que repercuten en la visión y percepción sobre cómo debe ser la sexualidad para chicos y cómo debe ser para chicas. La sexóloga y educadora social Isabel Guerrero pone algunos ejemplos sobre esta educación sexual desigual que damos a nuestros hijos -casi siempre inconscientemente- cuando son pequeños: “a la niña le dices cierra las piernas porque eres una niña y al niño no le dices nada cuando está sentado; les seguimos riendo las gracias a los niños que levantan las faldas a las niñas; cuando el bebé se toca sus genitales nos hace gracia, pero cuando es la niña, se le quita la mano para que no se toque y no hay aprobación ni risa”.
Y cuando se acerca la adolescencia, estos mensajes se hacen más latentes, ya que son en estas edades cuando comienzan a darse las primeras relaciones. “A mí me baja la regla y lo primero que me dicen es que tengo que tener cuidado. Cuando empiezo a salir con un chico, lo primero que me dicen es que me tengo que hacer respetar y que la primera vez tiene que ser con alguien especial y que la primera vez duele mucho. Estos mensajes los chicos no los están recibiendo. La pata de la mesa se queda coja”, ejemplifica Guerrero.
Sexualidad basada en la prevención vs. sexualidad basada en el placer
La educación sexual que reciben los chicos y chicas -desde los medios, desde la escuela, la familia y desde la sociedad en sí- está basada sobre todo en la prevención. “En sexto de primaria, les hablan sobre la reproducción y poco más. Cuando te vas adentrando en cursos más adelante sí que hay una educación sexual desde la prevención, pero si solo te quedas ahí estás generando una idea de que la sexualidad está asociada a emociones de miedo y de culpa”, cuenta la psicóloga y sexóloga Lara Avargues.
Esta educación sexual basada en la prevención es más acusada en las mujeres. Guerrero comenta que los hombres reciben una sexualidad basada en la prevención, pero con la idea de disfrute y de placer, al contrario que la mujer, que recibe mensajes sobre su sexualidad basada en el miedo y en la prevención. “Hay que tener cuidado y tenemos que prevenir infecciones y embarazos, pero también hay que recibir el mensaje de tengo un cuerpo que me produce placer y disfrute, y eso las mujeres lo percibimos menos”, cuenta Guerrero.
Se pone a las chicas un gran peso y una gran carga de responsabilidad que no se le pone a los hombres, sobre todo cuando hablamos de relaciones heterosexuales. “Todo se vive desde el tienes que tener cuidado, te tienes que hacer de respetar, tienes que tener mucho cuidado con el dolor. Nosotras vivimos el primer encuentro sexual que nos dicen de aprender el sexo con dolor y ellos no tienen ese mensaje. A ellos se les dice ‘campeón, ten cuidado’, pero desde otro punto de vista, desde el disfrute, desde el placer”, señala Guerrero. Esta diferencia a la hora de educar recae en la subordinación del placer por parte de la sociedad a las mujeres: “El placer de la mujer es secundario y nosotras estamos más cosificadas y más expuestas a servir para el placer del otro, en ese rol más pasivo”, agrega Avargues.
El programa pasado de Jordi Évole justo sacaba este tema a relucir a través de varios testimonios de mujeres que aprendieron que podían sentir placer gracias a las novelas eróticas de Meghan Maxwell. Las lectoras de esta best seller compartieron en el programa cómo no habían recibido nunca educación sexual por parte de sus familias o si habían hablado sobre sexualidad, esta se había centrado siempre en la prevención, en los métodos de protección, y en ningún momento en la posibilidad de sentir placer.
Y es que la educación sexual actual que se les transmite potencia que se sigan perpetuando estos estereotipos, roles y comportamientos que adoptan mujeres y hombres. “Si desde muy niña han unido mi sexualidad a un vínculo romántico y he aprendido a través del amor romántico y no del disfrute y de conocer mi cuerpo, pues me dejaré llevar por ese modelo de sexualidad coitocentrista, donde mi placer no es tan importante, donde me dedico más a complacer y a cuidar que a estar en mi cuerpo y en mi sexualidad”, cuenta Avargues.
Educar en valores de igualdad y el respeto
¿Cómo podemos educar en una sexualidad igualitaria? Debemos empezar por el lenguaje que usamos en nuestro día a día, en los comentarios que decimos y en los gestos que hacemos a nuestros hijos e hijas.
La educación sexual que les demos, como comenta Avargues, debe ser desde la infancia y debe ser sin roles de género. Podemos revisar como padres y madres qué tipo de educación sexual hemos recibido, cómo nos llevamos con la sexualidad y qué estamos transmitiendo a nuestros hijos e hijas.
Al hablar con ellos sobre sexualidad y sexo, debemos enseñarles lo importante que es la salud sexual: “Si les vas a decir todos los riesgos de la sexualidad, al final eso no cala. El castigo, la culpa puede calar primero, a corto plazo, pero a largo plazo hay que enseñar que la salud sexual es importante. Que la responsabilidad afectiva, los vínculos y los cuidados son importantes, y que el preservativo es una opción que todas las personas tienen que tener en cuenta, no solo el chico”, apunta Avargues.
Asimismo, debemos educarles en consentimiento y en cómo tratar con respeto cuando la pareja con la que mantenemos una relación nos dice no. Guerrero señala que, más allá de empoderar a nuestras hijas, también debemos mandar mensajes a nuestros hijos sobre respeto y consentimiento. “Si ellos nunca reciben el mensaje de: ‘tienes que pedirle permiso’, ‘si no quiere es que no’, se van a creer que son los reyes del mambo. No es quitarles responsabilidad, pero si nadie les dice las cosas, ¿cómo las van a saber? Si lo que les dicen es: va, tú disfruta y tú tienes que ser el rey del mambo sin tener respeto por la otra persona… Es muy importante trasladarle a ellos el mensaje del disfrute, pero también del cuidado, de la escucha y del consentimiento compartido”.