La relación, el vínculo y el apego que proporcionemos a nuestros hijos e hijas desde que nacen va a afectar directamente a su desarrollo como personas, sobre todo a su autoestima.
Está directamente relacionado el apego que demos a nuestros hijos con la autoestima que desarrolle nuestro hijo. Un apego seguro proporciona una buena autoestima, amor, cubre las necesidades de los niños, tienen en cuenta sus emociones y les hace sentirse valiosos.
“En los niños, hasta los seis años, la aceptación que tienen de ellos mismos depende en exclusiva de la aceptación y valoración de los adultos con quienes convive”, señala la psicóloga Begoña Ibarrola. Por eso, todo lo que digamos a los niños en sus primeros años de vida, los reproches, las críticas que les digamos, o los halagos y la confianza que les demos, forjará ya en un primer momento el primer poso de su autoestima.
¿Cómo podemos proporcionarles un apego seguro y una buena autoestima?
Hay varios pilares que podemos trabajar para que nuestros hijos crezcan seguros y con una buena autoestima.
Ser visto por las figuras significativas para un buen apego seguro
Sentirse visto pasa por atender a nuestro hijos e hijas cuando piden nuestra atención. Así lo explica el psicólogo y doctor en Educación Rafa Guerrero en su libro ‘Educación emocional y apego’. “Cuando un niño dice «Mamá, mira lo que hago» o «Papá, mira lo que he visto», es imprescindible que les hagamos caso y nos volquemos plenamente en su solicitud. El niño necesita sentirse significativo e importante para sus padres. Si se siente especial en esos momentos del desarrollo no necesitará ser especial para el resto del mundo durante el resto de su vida”. Por eso, debemos prestarles atención: interesarnos por sus juegos, sus amigos, no ningunear lo que nos dice, entender sus problemas aunque puedan parecer tonterías…; quererles afectivamente: mediante abrazos, besos… Porque cuanto se sienten vistos, están consolidando una buena autoestima, notan que son apreciados por las figuras más cercanas que tiene.
Confiar en ellos y mostrarles esa confianza
Debemos decirles a nuestros hijos lo valiosas que son sus capacidades. Animarles a seguir trabajando en aquello que les gusta. Cuando son pequeños no son capaces de realizar todo lo que aspiran, pero podemos decirles “es normal que ahora no puedas, pero cuando vayas creciendo ya verás como mejoras cada vez más”. Reforzarles aquellas cualidades que se les da bien les va a ayudar a tener confianza en ellos mismo y a no desarrollar inseguridades sobre sus capacidades. Begoña Ibarrola recuerda que “la seguridad en uno mismo nace del convencimiento de que uno es valioso, de que tiene cosas que aportar a los demás”. Somos las figuras de apego quienes debemos transmitir confianza a los hijos e hijas.
Amarles incondicionalmente
Aceptarles tal y como y transmitirles “amor viscoso y real”, les va a ayudar a notar que merecen ser amados y queridos por los demás. Si no les transmitimos esto, estos niños verán que no son atendidas sus necesidades y que no hay que tenerlas en cuenta, por lo que, “pueden llegar a la conclusión de que no son dignos de ser cuidados, amados y calmados”. Así lo expresaba la psicóloga Patricia Ramírez en nuestro último evento: “nuestros hijos no se sienten queridos cuando hacen algo que no nos gusta y se lo hacemos saber de una forma inapropiada, con frases como: “me has decepcionado”, “no puedo confiar en ti”, “para una vez que te pido algo, no has estado a la altura”. Somos su fuente de seguridad, y si no se sienten queridos siempre, pase lo que pase”.
Criticar sus conductas, nunca su persona
Desterremos el verbo “ser” cuando criticamos a nuestros hijos. “Eres un vago” “Eres un desastre” “Eres lo peor”. Cuando hacemos una crítica a nuestros hijos, muchas veces la dirigimos a su persona, a su forma de ser. Podemos señalarles las cosas que no nos gustan, podemos decirles que han sobrepasado nuestros límites, pero debemos hacerlo criticando sus conductas, no su persona. Guerrero lo explica así: “Podemos decirles y criticarles todas las conductas que consideremos a nuestros hijos y alumnos, pero nunca debemos cuestionar a nuestros hijos como personas. Está bien que les digamos que no nos parece bien que no hayan estudiado para un examen, que hayan empujado a su hermano al suelo o que hayan faltado al respeto a su tío, pero estas conductas no ensucian ni manchan lo maravillosos que son nuestros hijos. Si queremos que crezcan sanos y con una buena autoestima debemos mantener esta premisa a rajatabla”.