De acuerdo con un estudio patrocinado por la Nasa el 98% de los niños entre los 2 y los 5 años podrían ser calificados como genios 1. Sin embargo, esa creatividad innata va desapareciendo en el proceso de crecimiento, debido principalmente a la educación que reciben los niños y a la relación con los adultos.
Con demasiada frecuencia asociamos la creatividad con las disciplinas artísticas y la asignatura de plástica. Pero incluso estas materias se enseñan imponiendo un modelo externo que se debe copiar. El niño copiará el modelo como buenamente pueda, pero en ese proceso dejará de pensar por sí mismo, dejará de experimentar nuevas posibilidades, dejará de buscar respuestas alternativas, perderá la confianza en su capacidad para encontrar soluciones, y medirá el éxito y su propio valor en función de su capacidad para replicar aquello que le ponen delante. Es decir, este modelo de enseñanza bloqueará poco a poco su creatividad.
En la actualidad la creatividad es una competencia muy valorada en el ámbito laboral. De hecho se considera una competencia clave para la supervivencia en un futuro incierto y cambiante. Hay que tener en cuenta que más del 70% de los trabajos que tendrán nuestros hijos no existen hoy en día. Cuando sean adultos utilizarán tecnología que aún no se ha inventado para resolver problemas que no podemos ni imaginar.
Nosotros podemos aportarles todo el conocimiento desarrollado por la humanidad a lo largo de su historia, pero sin creatividad estaremos preparándoles más para el pasado que para el futuro.
La creatividad, la capacidad para adaptarse a la novedad y para buscar soluciones eficaces, son imprescindibles para asegurarse un futuro de éxito en lo profesional y también en lo personal.
¿Qué es la creatividad?
Empecemos por el principio. De acuerdo con la Real Academia Española de la Lengua, la creatividad es la facultad de crear. Pero, ¿de crear qué? Generalmente nos referimos a la capacidad de crear algo novedoso, original. Pero además debe ser algo útil para la sociedad.
Antiguamente la creatividad se consideraba una cuestión divina que se atribuía a los grandes artistas y a los genios. Hoy en día ha sido analizada científicamente y la respuesta que nos dan los científicos es que la creatividad es la capacidad de asociar ideas de una forma diferente.
La neurociencia dice que la creatividad no es un atributo que se tiene o no se tiene, sino una actitud.
¿Qué podemos hacer los padres?
- Entender la creatividad como la capacidad de buscar soluciones prácticas y eficaces a cualquier problema o situación.
- Dejar de asociar la creatividad exclusivamente a las materias artísticas y permitir que se extienda a todos los aspectos de la vida.
- Asumir que la creatividad no se enseña sino que se potencia. Es decir, que no es cuestión de apuntarles a clases de dibujo o de danza, sino que debemos crear en casa una atmósfera creativa.
- Rescatar la interrogación como estrategia. En lugar de enseñarle a nuestro hijo cómo se hacen las cosas, preguntarle: ¿cómo lo harías tú? Y responder a sus preguntas con un: ¿tú cuál crees que es la respuesta? Después tendremos tiempo de explicarle nuestra respuesta o de investigar otras respuestas en libros o en internet.
- Valorar los procesos y no solo los resultados. A veces la prisa por lograr un resultado nos roba el tiempo de experimentar, probar, equivocarse y desarrollar la imaginación.
¿Y qué podemos dejar de hacer?
Evidentemente todos los padres queremos que nuestros hijos aprendan mucho y que tengan éxito en el colegio y en la vida. Pero esas buenas intenciones pueden jugarnos una mala pasada y acabar con la creatividad de nuestros hijos.
- Decirles siempre lo que tienen que hacer y cómo. Y esto se aplica a todo, desde enseñarles cómo funciona un juguete hasta limitar sus elecciones a la hora de combinar la ropa, los alimentos, los colores…etc.
- Vigilar muy de cerca lo que hacen o dirigir siempre las actividades. Dejar espacio para que jueguen según su criterio y permitir que se aburran de vez en cuando favorece más el desarrollo de la creatividad que llenar su agenda de actividades dirigidas.
- Juzgar los resultados. Porque los padres no somos críticos de arte, ni expertos en innovación. Es mejor pedirle que nos cuente qué es lo que ha creado, cómo y por qué, en lugar de decirles si lo que ha hecho está bien o no, o si es bonito.
- Utilizar premios o generar competencia. Porque muchas veces esos premios anulan la motivación intrínseca, que es imprescindible para que los niños se impliquen verdaderamente en lo que hacen y aprendan de verdad.
La creatividad es una competencia clave que puede ayudar a nuestros hijos a tener un futuro de éxito personal y profesional. Para potenciarla tenemos que crear una atmósfera creativa que les sitúe a ellos en el centro del proceso de aprendizaje y les permite experimentar, buscar y equivocarse con libertad y seguridad.