Una de las preocupaciones más frecuentes entre padres y madres se presenta cuando nuestros hijos nos llevan todo el rato la contraria. ¡No quiero hacer eso! ¡No me gusta! ¡No, no, no! Nosotros les decimos de hacer una actividad x que sabemos que le gusta y ellos de repente no quieren hacerla; les ponemos la comida y no les apetece comer; protestan constantemente por todo, etc.
¿Qué ha pasado? ¿Por qué se comportan así? ¿Cómo podemos cambiar sus actitudes? Pueden ser varias las causas por las que nuestro hijo o hija se está comportando así, así como la edad es un factor que influye mucho en estas conductas.
Rabietas de las 2 a los 4 años
A partir de los 2 años comienza la etapa de las rabietas en los niños. Estas pataletas se producen por varios motivos: cuando tienen una necesidad básica y no la pueden satisfacer en ese momento; cuando no entienden una situación; o cuando necesitan descargar su tensión acumulada. Durante estas rabietas nuestros hijos no atienden a su mente racional. Como cuenta el psicólogo Alberto Soler, se producen porque los niños pequeños ya tienen desarrollada en su cerebro toda la parte emocional, al contrario que la zona que controla sus impulsos, que no la tienen nada desarrollada. Es por eso que tienen tanta impulsividad al sentir una emoción “negativa”.
Justo a partir de estas edades es cuando nuestros hijos e hijas empiezan a entender los límites que les ponemos. Por eso, es muy importante ya desde esta edad fijar un límite y no ceder ni cambiar de opinión. Hay que mantenerse firmes con los límites y las normas que pongamos porque de otra manera, cuando nuestros hijos vean que hemos cedido y nos hemos saltado un límite con ellos cuando siempre les hemos dicho que no, el límite quedará diluido y para nuestro hijo estos límites no tendrán autoridad y podrá usarlos a su conveniencia a partir de ahora.
Pongamos un ejemplo para entenderlo mejor: es martes y nuestro hijo quiere un huevo de chocolate. Nosotros hemos puesto el límite de que solo puede tener chocolate los viernes. Siempre que no ha sido viernes le hemos dicho que no a comerse el huevo de chocolate, y aunque haya tenido una rabieta por ello, no hemos cedido y no nos hemos saltado el límite. Hoy, como no estamos estables emocionalmente y no queremos que nuestro hijo tenga una rabieta, hemos cedido y le hemos dado el huevo de chocolate. Es recomendable que si marcamos un límite, no cedamos para que nuestro hijo no pueda usar esta arbitrariedad para conseguir sus deseos o para llevarnos la contraria.
Adolescentes que llevan la contraria
La adolescencia también suele ser una etapa en la que se lleva la contraria a los progenitores. El cerebro durante la adolescencia se está reconfigurando para estar casi listo y maduro en la etapa de la adultez. “Es como si metafóricamente tuviéramos unos obreros en el cerebro adolescente que están creando carreteras, que están asfaltando y que están tratando de conectar las distintas zonas cerebrales”, cuenta el psicólogo Rafa Guerrero. La parte inferior del cerebro es la que está más operativa durante esta etapa, una parte que es mucho más impulsiva e inconsciente, de ahí que muchas de sus conductas las hagan sin pensarlo mucho. La parte superior, el neocórtex, es la parte del cerebro que más “en obras” está, que no madurará completamente hasta cercana la edad de los 25 años y que controla el funcionamiento ejecutivo del cerebro, donde se desarrolla la planificación, la espera a la gratificación o el control de los impulsos.
La combinación de las expectativas que se ponen sobre los adolescentes y de los cambios que tienen a nivel cerebral hace que la adolescencia sea una etapa en la que hay mayor predisposición a que nos llevan la contraria en todo. Aunque debemos dar autonomía a nuestros hijos e hijas, debemos acompañarles también en esta etapa:
- Consensuar con ellos límites y consecuencias.
- Comunicación activa: aprovechar ratos en familia para preguntarle.
- Ten paciencia: estate con ellos tanto en las buenas como en las malas situaciones.
Otras causas por las que nuestros hijos nos llevan la contraria
Además de la edad, puede haber varios motivos por los que nuestros hijos e hijas nos llevan la contraria en todo:
Los límites no son fijos
Como hemos explicado anteriormente, es necesario fijar unos límites y no ceder ante los deseos de nuestros hijos e hijas si no queremos vivir con arbitrariedad en casa. Fijarlos desde pequeños y pactar las consecuencias cuando van creciendo les va a ayudar a hacerse responsables de sus actos.
Los castigos le generan una actitud de rebeldía
Cuando castigamos a un niño o niña les puede provocar los efectos de las 4R, entre ellos llevarnos la contraria y estar en rebeldía:
- Resentimiento: rencor que se queda en nuestro hijo.
- Revancha: quiere venganza por haber sido castigado.
- Rebeldía: nuestro hijo o hija hace lo contrario que nosotros queremos.
- Retraimiento: se va apartando de sus progenitores, así como le genera una baja autoestima sobre sus capacidades.
Poca autonomía
Si desde que han sido pequeños hemos sobreprotegido a nuestros hijos e hijas y no les hemos dejado que ellos vayan haciendo las cosas solos, puede haber un efecto rebote por el que ellos quieran tomar sus propias decisiones y hacer lo contrario que les decimos. Así puede pasar también si les hemos educado con un estilo autoritario en el que nunca hemos tenido en cuenta su opinión ni lo que ellos sentían.
No atendemos sus necesidades emocionales
A veces nuestros hijos nos quieren llevar la contraria porque tiene una carencia emocional que no ha sido cubierta. Para poder cubrir sus necesidades y de esta forma, evitar que nos lleven la contraria, podemos seguir estas claves, entre otras, de la Disciplina Positiva:
- Transmíteles que les tienes en cuenta
- Elimina las etiquetas
- Hazles sentir capaces para que recuperen su autoestima
- Dales opciones
- Establece límites firmes y respetuosos
- Cambia la autoridad por la confianza y el respeto
¿Qué podemos hacer para que no nos lleven la contraria?
Viendo las causas por las que nuestro hijo nos lleva la contraria, debemos usar aquellas herramientas que puede mejorar la relación que tenemos con nuestros hijos.
- Límites fijos y respetuosos
- Comunicación activa: no solo preguntarle qué tal el cole
- Tener paciencia
- Ofrécele varias opciones en donde pueda escoger
- Dales autonomía
- Deja que viva las consecuencias de sus actos