En los últimos años la palabra resiliencia ha pasado a estar en la boca de todos. En el aspecto educativo ser resiliente se ha convertido en una capacidad que deben tener los niños y niñas. Pero ¿qué significa ser una persona resiliente? ¿Podemos fomentar la resiliencia en nuestros hijos? Os contamos las claves de la mano de nuestras expertas.
¿Qué es ser resiliente?
La Real Academia Española de la Lengua define resiliencia como la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”.
Es decir, la resiliencia es la habilidad que tenemos los seres humanos para sobreponernos a situaciones dolorosas o complicadas de nuestra vida o incluso de adaptarnos cuando se dan situaciones de incertidumbre. Esto implica muchas veces no evadir la situación a la que nos enfrentamos, sino abrazarla, abrazar las emociones que nos producen y convivir con esa situación.
Como todas las demás capacidades de las personas, la resiliencia también se puede educar y entrenar, por eso es tan importante que sepamos qué es y cómo fomentarla en nuestros hijos e hijas.
Resiliencia y las emociones negativas
A veces se confunde ser resiliente con tener mucha fortaleza emocional y no sentir emociones negativas. Justamente ser resiliente significa permitirnos sentir esas emociones negativas y saber gestionarlas para afrontar la situación y continuar con nuestra vida. Así lo cuenta la psicóloga Begoña Ibarrola: “Ser una persona con resiliencia no significa ser dura, no significa no experimentar angustia, ansiedad, dolor, sufrimiento, tristeza… no. En el camino a la resiliencia, tenemos que aceptar el malestar. Este es el principio del realismo que a mí me gusta plantear siempre. Esto no es decir, bueno, no ha pasado nada y salgo adelante. No. Sí ha pasado, sí me ha dejado eso que ha pasado huella, o me ha dejado cicatriz. Sí que ese trauma me ha conmovido hasta las entrañas, me ha dejado muy tocado, pero salgo adelante. Hay que aceptar esa parte del malestar, hay que aceptar esa parte de dolor emocional y tristeza. Y hay que verlos, además, y asumirlos como estados emocionales normales”.
Ser resiliente tampoco debe confundir con la positividad tóxica. Estamos bombardeados con mensajes que nos dicen que sonriamos constantemente, que no pasa nada si experimentamos una situación traumática y que “si queremos, podemos”. Muchas veces tenemos circunstancias que nos impiden salir de un bache por mucha actitud que pongamos. Por eso, ser resiliente significa darnos el tiempo necesario para salir adelante tras los acontecimientos que nos han hecho daño, y para ello hay que experimentar no solo alegría, sino también emociones negativas como miedo, enfado o furia. Como bien dice la experta en inteligencia emocional Mar Romera en esta ponencia, debemos enseñar a nuestros hijos e hijas a abrazar todas las emociones, también las negativas: “Yo no quiero que mis hijas sean felices. No es real. Yo quiero que mis hijas vivan todas las plataformas emocionales”.
¿Cómo fomentar la resiliencia en nuestros hijos?
Se suele asociar la perseverancia, el esfuerzo y el no rendirse a personas que han triunfado en la vida y que han conseguido grandes éxitos tras mucho esfuerzo, pero en todos los ámbitos de nuestra vida es importante tener resiliencia. Todos podemos trabajarla, aunque tendremos mayor facilidad si desde pequeños han confiado en nosotros y nuestros padres y madres nos la han enseñado y fomentado. Os contamos qué herramientas podemos trabajar con nuestros hijos e hijas para que sean personas resilientes:
Dejar que ellos se resuelvan sus problemas
Es importante que desde pequeños fomentemos la autonomía de nuestros hijos y no les sobreprotejamos. Esto significa dejar que ellos busquen la solución a sus problemas, aunque nosotros les podamos ayudar a encontrar el camino que quieran seguir. Así lo explica la psicóloga Patricia Ramírez: “Yo siempre digo que hay que educar en casa con las reglas que tiene la vida. Porque si tú en casa sobreproteges y les haces fácil lo que ellos pueden resolver, cuando salgan a jugar el partido de su vida, no tendrán recursos para poder afrontarlo. Si resolvemos problemas que podrían resolver ellos, no les estamos preparando para la vida. Cuando no estemos, no sabrá hacerse cargo de sí mismo”. Por ejemplo, si nuestro hijo se ha olvidado que tenía deberes, no debemos ir corriendo a hablar con el profesor para justificarle. Debemos dejar que ellos mismos se enfrenten a estos pequeños problemas y se lo digan ellos mismos se lo cuenten al profesor. O por ejemplo, si nuestra hija se ha olvidado la toalla para ir a jugar al fútbol, no es nuestra misión ir corriendo a dársela. Dejemos que ella busque una solución y se enfrente a las consecuencias naturales de sus actos.
No decirles lo que tienen que hacer
Muchas veces, ante un problema que tienen nuestros hijos e hijas, nos anticipamos a ellos y les decimos punto por punto lo que tienen que hacer para resolverlo. Si queremos que nuestros hijos sean independientes y autónomos en un futuro, que no acudan a nosotros ante cualquier problema que tengan, debemos dejar que ellos exploren lo que pueden hacer ante un problema. Lo que sí que podemos hacer es hacerle preguntas que le hagan pensar mediante un estilo conversacional abierto: ¿qué crees que puedes hacer? ¿Has probado a cambiar algo en ese problema?
Dar ejemplos a nuestros hijos
Podemos contarles ejemplos específicos sobre situaciones que hayamos vivido y sobre cómo las afrontamos y vivimos con ellas. Ocultarles aquellas realidades que nos han sucedido les va a impedir vernos como un ejemplo de persona resiliente: “No se debe blindar a los hijos frente a las dificultades, debemos darles herramientas para enfrentarse a ellas. Una realidad emocional compartida estrecha lazos y permite una mayor unión en la familia frente a situaciones difíciles”, explica Ibarrola.
Ser optimista, pero sin caer en una positividad tóxica
Podemos potenciar que nuestro hijo o hija sea optimista en sus pequeños retos, por ejemplo, alabando los esfuerzo que hace. Pero no dejemos que caiga en una positividad que le haga creer que si queremos y si ponemos mucha actitud, podremos conseguir lo que queramos. Hay que hacerle consciente de sus límites y de que no siempre con actitud se consiguen las cosas.
Fortalecer su autoestima
Nuestros hijos e hijas necesitan que sus figuras de apego les reafirmen sus habilidades, sus capacidades y el esfuerzo que realizan para conseguirlo. La confianza es el ingrediente necesario que debemos aportar los padres para poder fortalecer su autoestima y así que puedan verse capaces de enfrentarse a la realidad y a sus problemas. Como señala Begoña Ibarrola, “esto no significa que tengamos que decir a nuestros hijos que todo lo hacen bien, es decirles que los seres humanos aprendemos con ensayo y error, y todos tenemos fortalezas y debilidades. Si nosotros confiamos en ellos, ellos van a confiar en sí mismos, si nosotros no confiamos en ellos, tendrán una autoestima baja y, ante cualquier problema, lo verán como una catástrofe a la que no podrán hacer frente. Y ni siquiera van a intentar superarla, porque se vana sentir desbordados”.