“Quizá la tarea más difícil de ser padres no era controlar el comportamiento ajeno, sino el propio”. Nos encanta esta frase de Luther Oso en Pie Lakota, jefe indio, que fue un reconocido escritor, educador y filósofo, entre otras muchas cosas. Y nos encanta porque siempre pensamos, como nos decía Marina Escalona, “qué puedo hacer con mi hijo”, cuando en realidad la pregunta es “qué tienes que hacer contigo. Porque ha pasado el tiempo de dirigir la vida de nuestros hijos y tenemos que empezar a inspirar, a convertirnos en un referente”. Es decir, que educamos con el ejemplo. Y porque esta frase nos recuerda además la importancia del autocuidado, porque como decía Míriam Tirado, “en realidad gritamos” o nos desbordamos o descontrolamos “porque perdemos el centro, porque estamos cansados, frustrados, sentimos impotencia de no tener más recursos para que nuestros hijos nos hagan caso, nos comprendan. Y porque a veces nos sentimos muy solos en esto de criar”. Como nos decía María Soto en un taller, “necesitamos no perder de vista el autocuidado”, porque “¿qué les estamos enseñando a nuestros hijos si no nos cuidamos? ¿Nos van a respetar o se van a respetar si nosotros no nos respetamos?”.
Ana y Lucas son padres de un niño de tres años, Jorge, en plena explosión de rabietas. En apenas unos meses, las rabietas de Jorge se han hecho famosas en el barrio, porque son muy intensas, frecuentes e inoportunas. Y agotadoras para sus padres, que no saben cómo ayudar al niño en estos momentos, no tienen muy claro si esas explosiones son algo normal y han probado todo lo que está escrito para cambiar el estado emocional y el comportamiento del niño: abrazarlo, hablarle tranquilamente, quedarse cerca mientras pasa la tormenta, pero sin intervenir, llevarlo a rastras a casa, ignorarlo… Todo eso no ha evitado ni acortado ninguna crisis y los padres cada vez se ponen más nerviosos y agotados ante situaciones parecidas y desconfían de la validez de todas las recetas que han ido encontrando. “A estos expertos me gustaría verlos aquí, a ver qué hacían”, pensaba Ana mientras se llevaba al niño del parque en medio de una de las rabietas.
Además, los nervios y el cansancio hacen mella en la pareja, que empieza a discrepar sobre la forma de actuar ante los “numeritos” del niño y a discutir por ese motivo: que si hace falta más mano dura, que si le dejas hacer lo que quiera, que si se nos está subiendo a la chepa… Al final, viven estas rabietas con muchos nervios y hostilidad, algo muy lógico, pero que no ayuda en nada a mejorar la situación y hacerla más llevadera.
¿Creéis que si Ana y Lucas intentaran relajarse, vivir la situación con más calma y cuidarse para poder vivir las rabietas con más energía y paciencia mejoraría la situación? Desde luego, lo fácil es decirlo, ¿verdad? ¡Qué razón tiene Luther Oso en Pie Lakota!
¿Cómo podemos mejorar nuestro autocontrol y autocuidado?
- Recordemos que somos su ejemplo. Si queremos que nuestros hijos tengan cierta regulación emocional, no se lo vamos a enseñar estando de los nervios por una rabieta.
- Como nos decía María Soto, cuando las emociones se desbordan, el cerebro racional se apaga. No actuemos en ese momento”. Elegir no actuar si hijos o padres y madres estamos nerviosos y desbordados exige valor para controlarnos, respeto hacia nuestros hijos y hacia nosotros mismos y la confianza de que la calma nos dará la solución, afirma María.
- Cuidémonos para cuidar. Como nos decía Pepa Horno, “ no se puede educar bien si no se está bien. Las familias deben encontrar tiempos propios para cultivar su identidad y su fortaleza emocional”. Seguro que hay actividades que te recargan de energía y optimismo o hay necesidades que debes satisfacer para estar bien (como sueño, tiempo de desconexión, tiempo en pareja). Invertir en autocuidado tiene un impacto muy positivo en nuestro bienestar como familia.
- Tengamos en cuenta nuestro objetivo a largo plazo. La educación es un viaje muy largo y es interesante no perder de vista dónde queremos llegar o los objetivos que tenemos en la educación de nuestros hijos: educar a personas asertivas, empáticas, solidarias, con sentido del humor, optimistas, con iniciativa, con inteligencia emocional, con curiosidad por aprender… Y es que las urgencias del día a día a veces son árboles que no nos dejan ver el bosque y nos perdemos del camino. Pero teniendo claro dónde queremos llegar estaremos más seguros de por dónde ir y qué hacer con los pequeños retos que se nos presentan.
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