5 actos que nos facilitan la vida en el coche, pero que a nuestros hijos les perjudican

Muchas de las cosas que hacemos en nuestro día a día van encaminadas a facilitarnos la vida. Es lógico, tenemos que compaginar el trabajo con la vida familiar, con las tareas domésticas, con nuestra vida social, en pareja… No hay horas en el día, y si no desarrollamos estrategias para facilitarnos esa cotidianidad, es imposible que lleguemos a todo, pero… ¿nos hemos parado a pensar en las consecuencias que tienen algunos de esos actos para nuestros hijos? En este caso vamos a centrarnos en esos actos que llevamos a cabo en el coche. 

 

1. Calmarles con elementos externos

A todos nos suena la famosa frase: “¿Cuándo llegamos?”. Es una pregunta que suelen hacer nuestros hijos cuando acabamos de salir del garaje de casa. No hemos empezado el viaje y ya quieren llegar. En ese momento, las madres y padres entramos en pánico. Un niño aburrido, sentado en una silla sin poder moverse, no es el compañero de viaje que todos desearíamos. Para evitarlo, cargamos el coche de todo tipo de instrumentos que puedan distraerlos, incluida la tableta con sus dibujos favoritos. Pero como dice siempre el neuropsicólogo Álvaro Bilbao: “los niños tienen que aburrirse, el aburrimiento es la madre de la creatividad”. En una sociedad del “hacer y no parar”, en la que no permanecen ajenos nuestros hijos, no viene nada mal que el coche sea ese lugar en el que no hacemos “nada”. Y cuando decimos nada nos referimos simplemente a mirar por la ventana, pensar, cantar canciones, mantener conversaciones en familia… “Desconectar a nuestros hijos conectándoles a un instrumento externo para que no se aburran, impedirá que desarrollen mecanismos internos para calmar ese aburrimiento”, nos alerta siempre el psicólogo Rafa Guerrero.  

 

2. Llevarlos demasiado pronto a favor de la marcha

 Un recién nacido tiene el 25% del peso del cuerpo en la cabeza, y la musculatura de su cuello todavía no tiene la fortaleza suficiente como para sujetarla. Los hombros, además, son muy estrechos. Si a un bebé lo colocamos mirando en el sentido de la marcha y lo sujetamos a la silla con arneses, su cabeza va a salir despedida con mucha fuerza en caso de accidente y sus frágiles cervicales no van a ser capaces de retenerla. La elongación que se puede producir en el cuello del bebé puede llegar a ser de más de 5 cm, y es evidente que las lesiones que se generan pueden ser gravísimas. Si al mismo niño lo colocamos en sentido contrario a la marcha, en caso de accidente la cabeza y la espalda se van a apoyar en el respaldo de la silla, y la energía del impacto se va a disipar en un área muy grande. La función del arnés en este caso será la de evitar que el niño salga de la silla en el movimiento de rebote, que es únicamente del 26% del total. Esta es toda la teoría que hay detrás de las sillas que se instalan en sentido contrario a la marcha: dar tiempo a que la cabeza del bebé pierda peso en comparación con el cuerpo, a que la musculatura de su cuello se refuerce y a que los hombros ganen tamaño como para poder alojar el cinturón de seguridad del automóvil. Así pues, el consejo es mantener a los niños en contra de la marcha hasta los 4 años, edad en la que su cabeza ya ha perdido peso en comparación con el cuerpo, su cuello se ha fortalecido y los hombros pueden soportar el cinturón de seguridad del coche. ¿Es difícil? Sí, los niños prefieren ir mirando al frente, saber por dónde va circulando el coche, ver las caras de quiénes les hablan, e ir a contramarcha les va a incomodar y poner muy nerviosos, pero su seguridad debe estar por encima del buen clima en el coche. Es un mal trago que debemos pasar.  

 

3. Dejarles el abrigo puesto

Abrigo y silla infantil son una mala combinación. Recientemente, la cadena de TV americana NBC advertía del riesgo de que los niños viajen en la silla infantil con el abrigo puesto. Para demostrarlo, el conocido periodista Jeff Rossen coloca un niño que viste anorak en una silla con arneses. Aprieta los arneses, y todo parece correcto. A continuación, baja al niño del coche, le quita el anorak y lo vuelve a sentar en la silla. Para sorpresa de todos, la distancia entre el arnés y el hombro del niño es de unos 10 cm, lo que en la práctica equivale a llevar el arnés sin abrochar. En caso de accidente, los tirantes se van a abrir, los hombros se van a quedar sin sujeción y el niño va a salir despedido fuera de la silla. Así pues, sujetar a un niño en la silla de seguridad con el abrigo puesto, ya sea con arnés o con el cinturón de seguridad del vehículo, no es la mejor idea. Es cierto que lo más rápido y cómodo es sentar al niño con el abrigo puesto, pero no es lo más seguro. El consejo, si hace mucho frio, es arrancar el coche y poner la calefacción durante unos minutos hasta que la temperatura interior del coche sea soportable.  

 4. Pedir prestada la silla, o heredarla de algún familiar 

 Las sillas no caducan, pero pierden efectividad. Si las sillas no tienen fecha de caducidad ¿significa que son eternas? Ni mucho menos. Una parte importante de la silla, si no la más importante, es la estructura de plástico. Este plástico está formado por diferentes componentes y esta aleación debe cumplir con dos requisitos: debe ser estructuralmente resistente para no romperse en caso de accidente y, al mismo tiempo, flexible para amortiguar los golpes y proteger al bebé en caso de accidente Este plástico es especialmente sensible a la luz del sol y a los cambios de temperatura. Estos dos factores hacen que con el paso del tiempo el plástico vaya perdiendo sus propiedades y vaya endureciéndose. Es por este motivo que nunca debemos adquirir una silla de coche de segunda mano, ya que puede haber estado involucrada en un accidente y porque no sabemos qué uso se le ha dado. Si la silla nos la presta algún familiar o amigo debemos, en primer lugar, averiguar cuando se compró la silla por primera vez, si la homologación de la silla es todavía valida y el uso que se le ha dado a la misma.  

 

 5. No tener en cuenta que el ejemplo educa 

 Quién no se ha saltado alguna vez un semáforo en naranja, cuando veíamos perfectamente que no poníamos en riesgo la integridad de nadie, ni la nuestra; o ha incumplido alguna norma de circulación para ahorrar tiempo, por ejemplo, no parar en un stop, y pasarlo como si se tratase de un ceda el paso. Bien, pues cada vez que nos subamos a un coche con nuestros hijos debemos tener muy presente que el ejemplo es la mayor herramienta educativa. Los niños aprenden por imitación, por tanto, aceptarán como normales aquellas prácticas que vean en nosotros, también las que llevamos a cabo al volante. Si ven que nos saltamos las normas, que no respetamos a los peatones, que perdemos los nervios, acabarán interiorizando este tipo de comportamientos y, lamentablemente, es muy probable que los reproduzcan cuando sean ellos los que conduzcan. Por tanto, debemos conducir como queramos que lo hagan nuestros hijos e hijas de adultos.  

Como decía el filósofo y educador indio Luther Oso en Pie Lakota: “Quizá lo tarea más difícil de ser padres no es la de controlar el comportamiento ajeno, sino el propio”.   

 Si quieres obtener más tips relacionados con buenas prácticas de seguridad vial cuando viajamos con niños, descárgate la guía gratuita ‘Educando a bordo’. 

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María Dotor

Tener solo unas líneas para presentarse no es fácil. Espero hacerlo bien 😉 Soy periodista y amante de la educación. Una de mis frases favoritas es: “La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo” de Paulo Freire. Por eso creo que es tan importante tomárnoslo en serio. Por eso, y porque educar es el más apasionante e importante de los viajes. ¿No crees?

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