Alberto Soler y Concepción Roger acaban de publicar la segunda edición de su libro Hijos y padres felices (Kailas Editorial), un libro que se plantearon como “un modo de ofrecer información accesible y contrastada, para ayudar a los padres a bajar la presión y poder disfrutar más de esta etapa, que es un momento precioso de la vida familiar y de nuestros hijos”. En este libro no solo hay información contrastada, sino también muchas dosis de empatía con padres e hijos en un momento en el que abundan más los juicios y las presuntas recetas mágicas (“desconfío de quien dice tenerlas”, nos confiesa Alberto) y muchas reflexiones para construir una sociedad más amiga de la infancia.
¿Por qué surgió la idea de escribir este libro? ¿Veis que en esta sociedad es necesario recordar las bases para una crianza feliz?
Llevábamos tiempo queriendo plasmar algunos de los contenidos sobre los que más solemos hablar en charlas, vídeos, etc. en un libro. Tuvimos varias propuestas de editoriales y al final dimos con Íñigo, nuestro editor, y Kailas. Nos gustó tanto lo que nos propusieron que hubo un acuerdo muy rápido, y no podemos estar más contentos con ellos y el trato tan respetuoso que han tenido con nuestro manuscrito y nuestras ideas.
Y sí, pensamos que quizá necesitamos quitarnos un poco de presión con los temas relacionados con la crianza; a veces, en el torbellino del día a día entre pañales, mocos, lloros, rabietas y noches sin dormir cuesta centrarnos en disfrutar de esta etapa. Pero no es tanto eso lo que nos lo impide como nuestras expectativas (a veces, demasiado elevadas), las dificultades a nivel de estructuración social, que nos complican un poco la vida, y muchas veces los mensajes contradictorios que nos llegan a los padres que nos hacen dudar o nos generan angustias innecesarias.
¿Por qué os habéis centrado en la primera infancia?
Es una etapa en la que los padres, sobre todo con el primer hijo, andamos muy perdidos. Recibimos un bombardeo constante de información y consejos, pedidos y no pedidos, muchas veces contradictorios y la presión es muy grande. Planteamos el libro como un modo de ofrecer información accesible y contrastada, para ayudar a los padres a bajar la presión y poder disfrutar más de esta etapa, que es un momento precioso de la vida familiar y de nuestros hijos. Y, además, “como no es lo mismo contarlo que vivirlo”, y nosotros ya hemos pasado con nuestros hijos por todo lo que contamos en el libro, nos es más sencillo empatizar con las dificultades que otros padres pueden sentir en esos momentos.
Hacéis muchas veces hincapié en que padres y madres estamos ahora perdidos porque no criamos en tribu y recurrimos a expertos que a menudo nos hacen perdernos más porque además nos hacen posicionarnos en diferentes bandos. ¿Cómo podemos como padres y madres encontrar nuestro estilo para educar/criar y nuestra seguridad?
La pérdida de la tribu es un hecho; nos encontramos en un contexto en el que, por primera vez en la historia, las madres se ven abocadas a criar a sus hijos desde el aislamiento. Durante el embarazo la madre es el centro de todas las atenciones, pero muchas de ellas después de dar a luz se sienten muy solas. Como por arte de magia la gente alrededor se esfuma; falta apoyo, compañía y ayuda. Antes estaba la tía, madre, hermana, cuñada, vecina… compartíamos la experiencia e inquietudes. Ahora vivimos mucho más aislados. Pero, afortunadamente, cada vez son más frecuentes las redes y grupos de apoyo de madres que tratan de suplir esa carencia, por ejemplo, los talleres de lactancia y grupos de crianza.
Para poder encontrar nuestro estilo lo ideal es que estemos informados; leer al que le guste leer, ir a charlas, ver vídeos… y no casarse con nadie. De toda la oferta que hay, que es mucha, habrá cosas que nos encajen más y otras menos. Cada familia sabe qué es lo que mejor les puede encajar, pero si te has informado un poco, ya puedes elegir. Al menos ya sabes que puede haber diferentes formas de hacer las cosas. Además, conocer qué es normal y qué no lo es, es un gran alivio, porque hace que cambies tus expectativas y muchas veces lo que creías que era un problema, de repente, deja de serlo. Pero las recetas mágicas no existen; nosotros no las ofrecemos, y yo personalmente desconfío de quienes dicen tenerlas. Porque cada familia y cada contexto es diferente.
Es muy interesante la reflexión que hacéis sobre el tiempo de calidad, un concepto que solo se asocia a la crianza y educación de los niños. En cuanto al tiempo, ¿qué necesitan los niños para ser criados felices?
Una vez satisfechas el resto de necesidades básicas, los niños necesitan la presencia y cercanía de sus padres, y que éstos respondan de manera sensible a sus necesidades. Éstos son los ingredientes básicos para el establecimiento de una relación de apego. Los niños no necesitan un poco de “tiempo de calidad”, sino que necesitan tiempo, y por supuesto también que al menos parte de este tiempo sea “de calidad”, claro. Pero este concepto es muy tramposo, porque contrapone cantidad y calidad como si fueran incompatibles. Y no lo son; para que el tiempo sea de calidad no es necesario que hagamos nada muy especial, nuestras actividades cotidianas, vivir juntos y compartir tiempo ya tiene mucho valor y es fuente de aprendizajes y bienestar para nuestros hijos: hacer recados, la compra, preparar la cena, leer, ir al supermercado, dar un paseo… Por supuesto que también tenemos que dedicarles momentos especiales en los que les dediquemos mayor atención o protagonismo, pero…
¿De verdad creemos que a nuestros hijos les bastan “30 minutos al día, pero de calidad” como dicen algunos? Estoy casi seguro de que a la mayoría de niños, si les dan a elegir entre 30 minutos “de calidad” con sus padres o todo el día con ellos, lo tienen claro, pero es que… ¡lo mismo les pasa a los padres!
La gran mayoría (si no todos) preferiríamos poder pasar más tiempo con ellos, pero muchas veces no podemos porque tenemos otras obligaciones, y parece que nos tenemos que consolar con esto del tiempo de calidad. Sin embargo, creo que tiene más sentido tratar de organizarnos para poder disfrutar todo el tiempo posible con nuestros hijos, que seguir con nuestros ritmos frenéticos, consolándonos con la historia esta del tiempo de calidad; infancia sólo tienen una, estos años pasan muy rápido, y luego los echaremos de menos.
No rehuis, como pueden hacer otros expertos sobre la crianza ideal, el análisis del contexto social en el que vivimos, que hace a menudo difícil criar y educar con tiempo y seguridad. ¿En qué cosas la sociedad no ayuda a tener hijos felices? ¿Qué cambios deberíamos reivindicar para construir una sociedad que ayude en esta labor?
Vivimos en una sociedad que da la espalda a los niños y a la crianza. Las condiciones sociales y económicas hacen que las familias retrasen el momento de ser padres mucho, o que tengan menos hijos de los que les gustaría. Estamos a la cabeza de la Unión Europea en el retraso en la maternidad, las tasas de lactancia materna son tan bajas como cortos los permisos de maternidad, las mujeres son penalizadas laboralmente cuando son madres… Pero eso no acaba aquí; las jornadas laborales hacen muy difícil la conciliación, los padres tienen que recurrir a los abuelos o cuidadores para hacerse cargo de sus propios hijos porque trabajan larguísimas jornadas, el espacio público en las ciudades está invadido por los coches y es muy hostil para los niños, estamos bombardeados por mensajes que nos llevan al consumo constante para calmar nuestra conciencia por el poco tiempo que podemos invertir en familia, estamos la mayoría muy centrados en el tener y poco en el ser… Son muchos los factores que hacen que hoy, la crianza, implique unos retos distintos a los que existían hace algunos años.
Para empezar, deberíamos exigir unos permisos de maternidad dignos, y 16 semanas es cualquier cosa menos digno. Ni se acerca a los 6 meses de lactancia materna exclusiva que recomienda la Organización Mundial de la Salud. Deberíamos garantizar que las madres no sean penalizadas por la maternidad, unas mejores políticas de conciliación que comiencen por horarios más racionales, más apoyo a las madres trabajadoras y a las que deciden cuidar a sus hijos ellas mismas en casa, espacios urbanos más amables con la infancia, regulación más severa de la publicidad y televisión orientada a la infancia… la lista es casi infinita.
¿Por qué vivimos con angustia y preocupación comportamientos y momentos evolutivos de nuestros hijos que son naturales, como las rabietas?
Para empezar porque nos falta práctica. Antes, cuando se tenían 8 o 10 hijos, solo te pillaba de novato con el primero. Con el segundo tenías algo más de idea y con el tercero o el cuarto ya te podías relajar más. Además, aparte de los hijos propios se tenían cerca normalmente sobrinitos, primos, vecinos… Ahora que lo más frecuente es tener dos hijos, uno, o ninguno, no estamos tan acostumbrados a lo que antes se conocía como “cosas de niños”. Nos preocupa estar haciéndolo mal; tenemos miedo de cometer un error y que por no haber sido capaces de mantenernos firmes, al final nuestro hijo acabe “en Hermano Mayor” (¡cuanto ha marcado ese programa!). Además, sentimos el peso de la mirada de los demás sobre nosotros, nos sentimos juzgados, y a veces actuamos movidos por el qué dirán, más que por lo que realmente nos gustaría hacer.
Según las investigaciones, para que los niños se desarrollen de un modo saludable necesitan una relación cálida y afectuosa con sus padres. Los que han vivido en contextos de gran autoritarismo, ésto lo haces porque lo digo yo y punto, al final son los que presentan mayores problemas, en contra de lo que popularmente creemos. Damos menos valor a la la relación entre padres e hijos de lo que deberíamos.
Dedicáis bastante espacio a analizar qué ocurre con la pareja y cómo se puede trabajar para construir equipo. ¿Qué claves resaltaríais para hacer un buen equipo de crianza?
No debemos perder de vista que tenemos los mismos objetivos: dar lo mejor a nuestros hijos, ser felices y disfrutar con el proceso. Tenemos que recordar que (en la gran mayoría de los casos) nos lanzamos a tener hijos porque nos llevábamos bien y en principio éramos un equipo. Pero, a veces, discrepamos en la forma que consideramos mejor para lograrlo. Por eso es muy importante el respeto y la tolerancia a la diferencia. No hay que hacerlo todo igual, de hecho, en la diversidad está la riqueza. Y en los temas en los que no debería haber fisuras (escolarización, lactancia, cohecho, etc) tendremos que dialogar, respetar y ser flexibles buscando, en última instancia, lo mejor para ellos. Si se trata de un tema importante, por el bien de los peques, deberíamos ser capaces de ceder, Y si el tema es menor, con más motivo podremos ceder 😉
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