El pasado sábado tuvo lugar el evento ‘Educar es todo’ en Madrid, en el Teatro Lope de Vega. Por su escenario pasaron siete expertos para hablar, ante más de mil personas, sobre educación. Uno de ellos fue el psicólogo Alberto Soler, quien ofreció una ponencia sobre el miedo y sobre el papel que juega en la educación de nuestros hijos.
¿Qué es el miedo?
Alberto Soler comenzó lanzando una pregunta al público: “¿Qué es el miedo?” A lo que todos los asistentes respondieron con rotundidad: “el miedo es una emoción”. “Pero ¿buena o mala?” Volvió a preguntar Alberto, para después explicar que solemos pensar que el miedo es una emoción mala, pero no es así. “El miedo es una emoción que sí que produce una sensación desagradable, una sensación que no nos gusta experimentar; y por eso la etiquetamos como una emoción negativa, pero no es negativa en absoluto, de hecho, el miedo es una emoción que nos protege”. Y puso un ejemplo para que todos los entendiéramos: “Imaginaos que no estáis en este teatro, sino que sois vuestros antepasados, que estáis en medio de la selva y os encontráis con el león. Lo tenéis delante. ¿Qué es lo que aumenta la probabilidad de que paséis vuestros genes a la siguiente generación, que digáis “ay que gatito tan mono” y os pongáis a jugar con él o que salgáis corriendo por patas? Y lo que hace que salgáis corriendo es el miedo”.
El miedo es, por tanto, una emoción que moviliza recursos. “Percibimos la situación como amenazante, preocupante y nuestro cuerpo dice: pies, para que te quiero, y salimos corriendo o luchamos contra esa amenaza”.
¿Qué debemos hacer cuando nuestros hijos sienten miedo?
No nos gusta que nuestros hijos sientan emociones desagradables tales como el miedo, la tristeza, la rabia… Y, por ello, tendemos a animarles a que no las experimentes con frases como: “No estés triste, cariño, no es para tanto”, o “no tengas miedo, si tú eres muy valiente”, algo que Alberto Soler nos desaconsejó durante su ponencia: “No es malo que nuestros hijos sientan miedo, de hecho, queremos que sientan miedo a los desconocidos para que no se vayan con cualquiera que se lo pida en un parque. Queremos que tenga miedo a cruzar la calle sin mirar, porque esto impedirá que le atropelle un coche. Lo que no queremos es que nuestros hijos sean miedosos, porque eso significará que no saben gestionar esa emoción”.
Miedos evolutivos y miedos patológicos
El miedo puede ser útil o inútil en función de cuando se presente. Así lo explicó Alberto durante su intervención: “si yo siento miedo cuando tengo una amenaza real delante, es una emoción útil, pero si se presenta cuando no hay una amenaza real, no es útil y nos está dificultando el día a día”.
En este sentido, mencionó dos tipos de miedos que tienen los niños: miedos evolutivos y miedos patológicos. Los primeros son útiles, los segundos no.
“El miedo evolutivo nos alerta de un peligro real, nos moviliza, es proporcionado, desaparece con el tiempo por sí solo (por ejemplo, el miedo a la oscuridad) y es compartido por casi todos los niños. El miedo patológico, en cambio, es desproporcionado, no es compartido por todos los niños, y debe tratarse”.
¿Los miedos se heredan?
Durante su ponencia, Alberto contó porque, en muchas ocasiones, los miedos que tienen los padres son los mismos miedos que tienen luego sus hijos, y no se trata precisamente de una herencia genética, sino aprendida: “Aunque hay miedos que se transmiten de generación en generación para protegernos (por ejemplo, el miedo a las alturas ha impedido que nos extingamos como especie a causa de caídas desde lo alto), hay otros que se transmiten por observación de patrones (por ejemplo, si nuestro hijo ve que siempre que vemos un perro nos ponemos nerviosos, es difícil que nuestro hijo se relacione de forma normal con estos animales, porque ha aprendido que hay que desconfiar de ellos).
¿Cuál es el peor miedo que puede tener un niño?
Para finalizar su ponencia, Alberto lanzó una pregunta al público: “¿Cuál es el peor miedo que puede tener un niño?”. “Que se mueran sus padres”, decían del público. Alberto Soler negó con la cabeza y sentenció: “El peor miedo que puede tener un niño es a su familia. En un momento en el que somos sumamente dependientes, que esas figuras que nos deben proporcionar seguridad utilicen el miedo como estrategia para educarnos es el peor miedo que podemos sentir. Sentir miedo de aquella persona de la cual dependes es verdaderamente terrorífico. Nunca debemos utilizar el miedo como recurso educativo. Aparentemente puede dar la impresión de que funcione, pero estamos generando un problema muy grande para el día de mañana. El miedo es una emoción que siempre tenemos acompañar, pero nunca utilizar como recurso educativo”.