Cuando se enumeran los Derechos del Niño, reconocidos por las Naciones Unidas, a nadie se le olvida citar el derecho a jugar, pero la realidad es que los niños españoles juegan cada vez menos, en torno a una hora y media diaria, y dejan de jugar antes, según un estudio realizado por Psyma para la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes.
Hay muchos motivos por los que esto ocurre (falta de espacios seguros para hacerlo en las ciudades, ocio cada vez más tecnológico e individual, la falta de tiempo de las familias para conciliar que revierte en un mayor tiempo de sus hijos en actividades extraescolares…), pero hay otra causa que resalta la periodista Eva Millet en su libro ‘Hiperpaternidad’ y que no debería pasarnos inadvertida: “La sociedad cada vez es más competitiva, lo que nos lleva a obsesionarnos con que nuestro hijo haga de todo, y cuando antes, mejor, lo que da lugar a que tengan agendas muy intensas desde muy pequeños que les impiden jugar”.
Millet cuenta en su libro que en EEUU, debido a ese afán por la academia precoz, “muchas guarderías han reducido las horas de recreo”. Sobre esto se pronunciaba la pedagoga Mar Romera, una de las voces más autorizadas por el cambio educativo: “En el cole no se potencia el juego porque nosotros no hacemos otra cosa que exigirle que aumente los idiomas, que introduzca tecnología, robótica, gamificación, informática, ajedrez… ¿Cuándo van a jugar los niños?”.
La importancia del juego libre
En el libro de Mar Romera, ‘La escuela que quiero’ podemos encontrar una viñeta muy ilustrativa en la que aparecen un padre y su hijo teniendo la siguiente conversación: “¡Qué suerte tenéis los jóvenes de hoy: ¡todo el mundo es vuestro, es fácil viajar, conocer, saber…!”, le dice el padre al hijo mirando por el balcón. “Yo me conformaría con bajar a la calle”, contesta el pequeño.
Cuando comparamos la infancia que hemos tenido la mayoría de los padres y madres de hoy con la que tienen nuestros hijos, salta a la vista que pasan mucho más tiempo en lugares cerrados. Van al cole en coche, se pasan mucho tiempo en las extraescolares encerrados, los fines de semana en los centros comerciales…
La pedagoga y fundadora de la Pedagogía Verde Heike Freire se felicitaba en uno de nuestros eventos Educar es todo de que “la sociedad se está concienciando cada vez más de la necesidad que tienen los niños de moverse al aire libre y de conectar con la naturaleza”. El problema, nos decía, “es cómo hacer unas ciudades más amables para la infancia, unas escuelas mucho más en contacto con la naturaleza, en los patios, en los entornos ajardinados”.
El contacto con la naturaleza y el movimiento al aire libre “es una prevención para la obesidad, para los trastornos de comportamiento, incluso para la dislexia, porque trabajar la inteligencia espacial a través de actividades que realizan los niños espontáneamente en la naturaleza, como explorar un espacio, es fundamental para desarrollar la inteligencia matemática o el lenguaje”.
Cómo fomenta la sobreprotección este ‘déficit de recreo’
El libro de Millet ‘Hiperpaternidad’ está lleno de ejemplos que demuestran que las madres y padres tendemos a la sobreprotección con nuestros hijos, una sobreprotección que no hace sino aumentar este ‘déficit de recreo’. “Hay progenitores que consideran que incluso los parques pensados hasta el último milímetro y que cumplen todas las normativas para salvaguardar la integridad física de nuestros hijos, pueden ser peligros. Temerosos de que les pase algo, prefieren tenerlos en el salón de casa o en chiquiparks, que son lugares más seguros que el parque del barrio”.
Iniciativa ‘1000 hours outside’
La bióloga Katia Hueso da a conocer en su libro ‘Educar en la naturaleza’ una iniciativa que nos insta a pasar, al menos, 1000 horas al año en el exterior, lo que serían unas 3 horas al día de media. Ella no se muestra partidaria de ir apuntando horas, pero sí que nos emplaza a “traspasar el umbral de la puerta. Aunque en casa estemos bien, salgamos. Vayamos al parque, al bosque, a la playa, donde sea que podamos ir, pero al aire libre. Nuestra salud física y mental, y la de nuestros hijos, nos lo va a agradecer”.