Beatriz Cazurro: “La crianza respetuosa también es asumir el daño que hacemos a nuestros hijos, no negarlo”

Hablar de Beatriz Cazurro es hablar de respeto por la infancia, pero no solo por la infancia actual. Es hablar de respeto por los niños que fuimos, por los niños que son ahora y por los niños que vendrán. Esta psicóloga y psicoterapeuta especialista en trauma y desarrollo personal profundiza, en su nuevo libro ‘Atender lo invisible’ en las heridas y los vínculos que teníamos silenciados pero que explican muchas cosas de lo que somos y, sobre todo, de lo que son ahora nuestros hijos. Hablamos con ella en esta interesante entrevista.

 

 

P. Nos has desmontado un mito. Dices que no vamos a ser la generación que rompa con los patrones. ¿Por qué?

R. Creo que no vamos a romper con todos, pero el cambio de mirada ya en sí mismo rompe un patrón. Aquí también nos sentimos mal a veces, porque si nos creemos capaces de todo mañana, nos vamos a dar un tortazo. En realidad estamos intentando dar un giro de 180 en algo que no se puede, porque estamos reeducando no solo una mente, sino todo un sistema nervioso, y no hay atajos para esos trabajos, es algo en lo que se va gota a gota.  De todos modos, pensemos que hacer un giro de un solo grado también es un cambio. Pero al final qué pasa, que nos exigimos más. Así que, entre no tener conciencia del daño que hacemos a nuestros hijos y creernos capaces de todo, hay grises en los que creo que podemos navegar los padres de hoy en día.

 

P. Claro, es que la presión que tenemos no es poca: educación emocional, crianza respetuosa, no premios ni castigos, no azúcar ni pantallas… estamos agotados, con el cortisol y la ansiedad por las nubes

R. Sí, Y creo que en la nutrición se ve claro: tenemos información de los alimentos procesados… pero si pretendemos que una persona cambie su dieta de un día a otro va a ser un fracaso. Hablamos de algo muy complejo y que tiene mucha raíz. Y al final la ansiedad y culpa nos centran en lo que hay que hacer, pero están generando más estrés, tensión y miedo y, al final, más desconexión. No es infrecuente encontrarse con padres que han hecho todo y cuyo hijo está fatal. Por eso es importante que encontremos un sitio coherente desde el que hacer. Porque la crianza respetuosa también es asumir el daño que hacemos a nuestros hijos, no negarlo. A veces el respeto es reconocer esto y saber que no es lo perfecto, pero es lo más realista y nos permite soltar un poco el control.

 

P. En relación a esto tú hablas de, ‘transparencia psíquica’. ¿Qué es?

R. Es algo que nos ocurre sobre todo a las mujeres. Durante el embarazo hay una sensibilidad mayor hacia procesos psicológicos que no se han cerrado, y revisamos infancias y duelos sin terminar. Es importante nombrarlo para saber lo que nos pasa. Cuando esto ocurre hay tantos comentarios de ‘ya pasó’ que invalidan esa transparencia psíquica. Pero nos olvidamos de que es una preparación para poder cuidar al bebé. Es bueno que nos revisemos y que hablemos de esto, porque no se hace y los procesos de las mujeres están invisibilizados. El saber que es normal te da tranquilidad. Cuidamos a nuestro hijo y es viéndolo como nos planteamos cosas al mismo tiempo, y como aprendemos a cuidarnos a nosotros. Nos planteamos cosas y hablamos un lenguaje nuevo mucho más liviano.

 

P. Y acabamos comparando inevitablemente nuestra infancia y la educación que recibimos de nuestros padres. Que lo hicieron lo mejor que pudieron con lo que sabían. ¿Nos escudamos en eso para justificarlos o exigimos demasiado a nuestros padres?

R. Hay una parte de los abuelos (nuestros padres) que se defienden porque se sienten atacados. Es verdad que nuestros padres lo hicieron lo mejor que podían, la mayoría, pero eso no quita lo otro. Al final tenemos que compaginar el hacerlo lo mejor que podemos con nuestros hijos con lo que ha supuso esa crianza que recibimos para nosotros. Si nos pegaban aceptemos que nos hemos criado con miedo. Claro que tiene un impacto asumirlo. Pero no sabemos cómo manejar ambas cosas. ¿Y qué hacemos? Invalidarlo. Pero reconozcamos si lo que nos dieron en ese momento era lo que necesitábamos o no. Y seamos los padres que hubiéramos necesitado con nosotros mismos, pero seamos, para nuestros hijos, los que ellos necesitan. Porque nadie puede hacerlo por nosotros.

 

P. ¿Es esto a lo que te refieres cuando hablas de negligencia emocional?

R. Es que los bebés son cuerpo puro. Y parte del desarrollo es poder acompañar ese cuerpo y ayudarle a regularse, poniendo palabras, abrazos, alimento, lactancia… es decir, cómo ayudo a este cuerpo que siente tanto a que tenga su espacio y a ponerle límites… Ese desarrollo tiene que ver con la seguridad interna y pasa por el vínculo emocional. Y antes, cuando ni se entendía lo que era esa parte emocional y se consideraba una debilidad, no se atendía pensando que era lo que había que hacer. ¿Y qué pasa cuando una necesidad del desarrollo? Pues que estamos ante una negligencia. Y, ojo, que a veces no es a conciencia. Pero es cierto que la generación de los 70, 80 y 90 no tenía esto en cuenta porque solo importaba el comportamiento, es decir, obedecer, estar contento…y portarse bien. Y lo de portarse bien es un concepto imposible de comprender para un cerebro en desarrollo. Los niños se portan bien siempre. Quizá lo que tenemos que hacer los adultos es explicarles y darles alternativas para que sepan a qué nos estamos refiriendo.

 

 

 

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Lara Fernández

Mamá, periodista y maestra de Educación Infantil

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