¿Somos conscientes de cómo influye en nuestra forma de ser padres la forma en la que fuimos hijos? En el libro ‘Los niños que fuimos, los padres que somos’ la psicóloga y psicoterapeuta Beatriz Cazurro nos invita a reflexionar sobre cómo, nuestras experiencia pasadas, creencias y necesidades no cubiertas influyen en el tipo de padres que somos.
- Beatriz, la idea sobre la que gira todo el libro es que “aprendemos a ser padres siendo hijos”. Entonces, ¿vamos a ser los padres que nuestros padres fueron con nosotros?
No siempre exactamente igual, pero por supuesto que hay muchas cosas que vamos a repetir, porque cuando somos niños recibimos el mensaje de qué es lo importante a la hora de cuidar a un niño. ¿Es importante pasar tiempo con ellos, escucharles, obedecer, las emociones están permitidas o hay que reprimirlas? Todos estos mensajes van a configurar nuestras creencias, nuestra forma de funcionar o comportarnos con nuestros hijos. No es tanto que vayamos a ser exactamente igual que nuestros padres, pero su trato sí que va a configurar cómo actuemos nosotros con nuestros hijos.
- ¿Podemos acercarnos a ser los padres que nuestros hijos necesitan a pesar de nuestras necesidades no cubiertas de la infancia, de nuestras limitaciones, traumas y creencias erróneas. En definitiva, de esa herencia que nos han dejado nuestros padres?
El primer paso es tomar consciencia de que ser hijo y ser padre son dos cosas que no pueden desligarse: se entremezclan y afectan directamente la una a la otra continuamente. Aprendimos a ser padres siendo hijos, así que, si queremos mejorar, necesitamos conocer nuestra infancia, entender cómo nos hemos construido. Pero el primer paso es tomar consciencia para poder cambiar ciertas cosas. A veces conseguiremos hacerlo de forma individual, otras necesitaremos apoyo terapéutico para conseguirlo, porque hay cosas que tenemos tan interiorizadas que, aunque no queramos hacerlas, nos salen solas.
- Pones un ejemplo del libro de un padre que había recibido una educación muy autoritaria y que, por no querer reproducir lo mismo con sus hijos, se había pasado al extremo opuesto: la permisividad. Esto supongo que es otra cara de la misma manera…
Exacto. Es otra forma de seguir enganchados a nuestra infancia. Tanto el padre o la madre que reproduce el modelo de sus padres, como los que se van al otro extremo, en ninguna de los dos casos estamos mirando al niño que tenemos enfrente para ver qué necesita.
- Muchas personas, al convertirse en padres, reflexionan acerca de lo difícil que debió ser para sus padres la paternidad. Tú dices en el libro que “sin embargo, pocas veces reflexionamos sobre lo difícil que debió ser nuestra infancia con los errores o las carencias que nuestros padres tuvieron”…
Yo soy madre, y soy muy consciente de que es un trabajazo, de lo demandante y cansado que es. Y, por supuesto que, cuando me convertí en madre, entendí algunos de los errores que cometieron mis padres conmigo, pero como niños, somos absolutamente dependientes de nuestros padres, tanto a nivel físico como emocional. Cuando las personas de las que dependes no te están viendo, no te saben escuchar, no te saben traducir, por supuesto que lo pasamos mal. ¿Hicieron lo que pudieron? Por supuesto. No se trata de culpabilizar ni de hacer sentir mal, pero sí de describir lo que ha sido y entender el impacto que ha tenido en nosotros. Poder aceptar la realidad, pero esto no se suele hacer. Y cuando se hace, no se recibe bien. En seguida oyes frases como: “no digas eso de tu madre, que dio todo por ti” están muy normalizadas”. Hay una gran presión social por sentirnos agradecidos por lo que nuestros padres hicieron, pero también hay que ver aquello que hicieron mal, no pasa nada.
- ¿Qué opinas de la frase tan de moda: “Eres la mejor madre o el mejor padre que tus hijos podrían tener”?
Somos los que tienen, no sé si los mejores o los peores, los que hay, y con esto hay que trabajar. A mí la frase: “eres una madre maravillosa” me parece que nos infantiliza. Como adultos, podemos o debemos sostener la verdad. No estoy de acuerdo con el hecho de negar cosas que están ocurriendo solo con el objetivo de quedarnos tranquilos. Yo puedo a la vez entender la situación de mi padre que estaba 15 horas trabajando para que tuviéramos comida, y agradecer que la tuviéramos, y a la vez decir que me sentí sola. Es compatible. Sin embargo parece que no, que son excluyentes. Que decir una, niega la otra.
- Hablando contigo me viene a la cabeza la culpa…La culpa tiene muy mala prensa, ¿qué opinas?
Viendo con perspectiva la cantidad de violencia de ejercemos sobre los niños en nombre de la educación: gritos, amenazas, castigos, chantajes, violencia física…quizá deberíamos plantearnos si dejar la culpa fuera del rango de sentimientos importantes dentro de la paternidad es una buena idea. Y, aunque como dices, en los últimos tiempos la culpa tiene muy mala prensa, no sé si deshacernos de ella por completo nos impedirá centrarnos en lo que sí deberíamos trabajar. Aquí deberíamos discernir entre la culpa sana y la culpa neurótica. La culpa neurótica es la que surge cuando nos comparamos con un modelo de perfección absoluta a todas luces inalcanzable y nos machacamos por no llegar a él. Muchas veces surge sin una justificación real, como por ejemplo, cuando una madre sale a hacer ejercicio media hora y cree que está abandonando sus obligaciones. En cambio, la culpa sana surge cuando hacemos daño a otro. Es el sentimiento que ayuda a asumir nuestra responsabilidad de forma proactiva, buscando cambiar y mejorar. Digamos que la culpa sana es la manera adulta de hacernos cargo de nuestros errores.
- En el libro le dedicas un capítulo a las diferentes formas que tenemos de ejercer violencia contra los niños. Formas que están muy normalizadas: chantajes, castigos, amenazas, gritos… Y dices algo que debería hacernos reflexionar: “lo hacemos con los niños porque podemos”…
Exacto. Entendemos que si un hombre intimida, pega o controla a una mujer, estamos hablando de violencia de género; si un jefe nos presiona o amenaza con echarnos para que hagamos un trabajo, es un abuso de poder. También sabemos que no es adecuado gritar a la gente que queremos o con la que trabajamos para conseguir que hagan lo que nosotros deseamos. Sin embargo, lo hacemos con los niños. Nos creemos con el derecho a hacerlo. Pero detrás de esto hay un abuso de poder y autoridad. Obviamente que somos la autoridad, y así debe ser, pero abusar de este poder no está bien.
- Leyendo esta entrevista alguien podría preguntarse: entonces, ¿los padres somos responsables de todo?
La respuesta es no. Tenemos mucha responsabilidad, pero estamos en un contexto, en una sociedad que no nos sostiene como padres. Hay violencia obstétrica, pediatras desactualizados, bajas maternales insuficientes, maestros con prácticas obsoletas y políticas centradas en la productividad de los adultos por encima del bienestar de los niños. Todo esto es una muestra de cómo está normalizada, desde diversos ámbitos, una atención inadecuada a la infancia. Es muy injusto, por tanto, centrar todas las miradas en los padres.