Begoña Ibarrola reflexiona en esta ponencia, al hilo de preguntas de Carlos Arias, bloguero y autor de La libreta roja, Lucía Galán y Leo Farache, sobre las noticias y su impacto en nuestros hijos, especialmente en el caso de la violencia ejercida contra la infancia. Y además lanza dos potentes mensajes a los directivos de los grandes medios: “no todo vale para subir la audiencia, no se pueden permitir faltas de respeto” y los medios “tienen que contar buenas noticias también. Porque les estamos creando la idea a nuestros niños y niñas de que el mundo es un lugar horroroso, lleno de asesinos, violadores, pederastas, corruptos. Esto no es cierto”.
¿Debemos dejar que nuestros hijos vean las noticias?
Ante esta pregunta de Leo Farache, director de Gestionando hijos, Begoña responde: “Yo creo que depende de la edad de los hijos. Si son menores de siete años yo no los expondría a las noticias”, porque la televisión es morbosa, “le encanta regodearse en ciertos temas que el cerebro infantil no está preparado para asimilar y digerir”. Pasados los siete años, “podemos comentar esas noticias, ver el impacto que ha causado en nuestros hijos, ver si tienen alguna duda, porque si se quedan con dudas van a fabular y van a buscar problemas donde no los hay”. En el caso de que alguno de nuestros hijos fuera más sensible, Begoña propone “darle una información veraz pero sin detalles. Nunca ocultemos la realidad, porque se la van a encontrar fuera, se lo va a comentar un amigo: “Oye, que ha entrado un chico en un colegio y ha matado a sus compañeros”. Es que eso lo comentan entre ellos”. En resumen, se trata de estar muy pendientes “para ver cómo digieren” las noticias.
¿Cómo podemos gestionar las noticias de violencia que afecta a la infancia?
A esta pregunta de Carlos Escudero, papá bloguero y autor de La libreta roja, Begoña responde que “a la mente infantil le afecta la violencia, sobre todo cuando está demasiado presente, porque le insensibiliza, ve la violencia como un fenómeno natural, cree que esa es la forma normal de comportarse y que el mundo es un lugar violento. Esto es un error”. Y en este momento Begoña se pone muy crítica:
“Igual que hay personas que piensan que las personas deben tener armas para defenderse, yo pienso que a nuestros hijos podemos darles armas emocionales para hacer frente a las situaciones de violencia, a las que ven en su entorno e incluso a las que pueden generar en otros. La educación emocional es una forma de prevención” que puede evitar que nuestro hijo sufra, ejerza o sea testigo impasible del bullying, por ejemplo
Y es que, nos recuerda Begoña, “la violencia es una falta de autocontrol y a veces los adultos dan muchas veces unos ejemplos pésimos: las escenas de padres gritando y pegando a los árbitros”. Ante las noticias de violencia, como un tiroteo en un centro escolar, Begoña apuesta por explicarles: “Mirad, el ser humano es bueno por naturaleza. La base de un cerebro sano es la bondad. Nos lo dice Richard Davidson, neuropsicólogo de la Universidad de Wisconsin. Se ha demostrado que somos buenos y altruistas. Si una persona actúa de forma violenta, puede ser por dos motivos: porque no sabe amar o porque no puede hacerlo. El amor es lo que le sale al ser humano”. Subraya Begoña que “es básico enseñarles a los niños a ser amables, empáticos, solidarios… Toda la educación en valores es prevención de esas conductas violentas”.
Begoña apuesta por explicar a nuestros hijos que una persona que actúa de forma violenta es alguien que “no sabe controlar su enfado o como alguien muy dañado. Se ha demostrado que la mayoría de las personas jóvenes violentas han tenido como media diez traumas emocionales en su vida. Tendríamos que ver a las personas violentas con cierta compasión y decirles a nuestros niños que realmente el ser humano no es así. Si actúa violentamente es fruto de un problema que él tiene, que no saben amar, no les han amado o no pueden, tienen un problema que les impide ser amables, que es nuestra forma connatural de ser”, indica Begoña.
Lucía Galán, que se confiesa lectora todas las noches de los cuentos de Begoña, alaba esta forma de ver a las personas que ejercen violencia, porque solemos caer en frases como “hijo, es que también hay gente mala”. Begoña vuelve al ejemplo del estudiante que ha disparado a sus compañeros en el centro escolar. Y propone que el mensaje a nuestros hijos sea: “Qué dolor tiene que tener dentro, se ha sentido rechazado, seguramente ha sufrido bullying, seguramente le han agredido a él también en casa, entonces no sabe qué hacer con su ira y explota”. En este sentido, recuerda Begoña que “los que se suicidan implosionan, pero es la misma violencia: dirigida contra los demás o dirigida hacia uno mismo. Y en España tenemos unas tasas de suicidio adolescente bastante considerables”.
¿Cómo podemos educar en el ser en medio de noticias que alaban el tener?
Lucía recuerda que en las encuestas muy buena parte de los millennials quieren ser ricos y famosos. ¿Cómo podemos contrarrestar estos valores en casa?, le pregunta a Begoña. La autora de cuentos infantiles y psicóloga afirma que “hay dos tipos de valores. En nuestra sociedad, sobre todo los medios abundan mucho en la cultura del tener. Pero la cultura del tener genera resentimiento, envidias, mucha problemática de tipo emocional, porque siempre alguien va a sentirse excluido, porque no tiene y quiere tener. Tendríamos que educar en la cultura del ser: sé feliz tú como eres, acéptate, quiérete, no te compares con los demás. Si a lo mejor esa persona es famosa y es infeliz. Busca tu felicidad”. De hecho, subraya Begoña, “los estudios nos dicen que la riqueza no aporta felicidad más que los primeros seis meses”. Por eso, se muestra partidaria de rescatar “los valores del ser, que te den autonomía personal, autoestima, confianza, que busques en qué talentos puedes destacar y cuál es tu aportación para la mejora del mundo, ¿no? Porque así te vas a sentir feliz. Los medios de comunicación siempre están poniendo el acento en los valores de tener y eso genera muchos problemas para las familias que quieren educar en otros valores. Pero no nos queda más remedio que hacer ver esos contravalores y rescatar los valores del ser en casa”.
Ante esto, Leo Farache recuerda que en realidad a veces decimos delante de nuestros hijos que ojalá nos toque la lotería para dejar de trabajar. Begoña afirma que “los valores que vives son los que estás transmitiendo. Tú puedes dar un discurso, pero lo que va a calar en tus hijos es lo que te ven hacer a ti”. E insiste: ”Todos los estudios nos dicen que para ser muy feliz lo que tenemos que hacer es ser muy agradecidos, lo segundo querernos a nosotros mismos, lo tercero buscar un trabajo donde tus talentos se pongan en funcionamiento y aportes algo a los demás, lo cuarto que tengas amigos… Todo eso lo tenemos que rescatar para que nuestros hijos separen los valores del tener de los valores del ser”.
¿Cómo educar con las noticias para vacunar contra la corrupción?
Carlos señala que “me pasa como al niño de El Sexto Sentido, yo solo veo corruptos” y afirma que “no quiero que mis hijos sean unos Bárcenas en potencia”. Begoña define la corrupción como “una falta de honestidad social”. Para educar contra la corrupción, “tenemos que trabajar para desarrollar unos valores de honestidad, honradez, no engañar, decir siempre la verdad, enseñar a nuestros hijos que todo lo que haces tiene consecuencias, enseñarle que el fin no justifica los medios. Les tenemos que educar en la decencia”. Pero no podemos pensar que solo hay corruptos en la política, “también miremos en casa. Porque si un padre o una madre le dice a su hijo: “Ponte el cinturón de seguridad, no vaya a haber un policía por aquí que nos multe” en vez de decirle “Ponte el cinturón de seguridad por tu propia seguridad”, estamos haciendo una cierta engañufla. O si le digo: “Dile al profesor que hemos estado con un problema muy grave y no has podido hacer los deberes” o si un padre o una madre protegen a su hijo cuando se ha portado mal con otro y lo tapan, eso es corrupción también. Lo primero es que tenemos que limpiar la casa. Y luego hablar de los corruptos”.
¿Cómo pueden colaborar familia y escuela?
Esta pregunta se la traslada la periodista Glòria Serra. Begoña considera que “familia y escuela tienen que ser cómplices de la educación, navegar y remar en la misma dirección para que la eficacia sea la máxima. Esa relación tiene que estar basada en el respeto y en una comunicación fluida”. En cuanto al impacto que las noticias o los acontecimientos pueden generar en un niño, “es muy importante que haya un trasvase de información para que los adultos les transmitan un mensaje acorde, sobre todo haciéndoles ver que el mundo es un lugar seguro, aunque ocurren catástrofes, que la gente es buena aunque hay gente que se comporta de forma equivocada”. Además, abogó, entre aplausos, por evitar como padres y madres las críticas “por grupos de WhatsApp o menos aún haciendo un comentario despectivo hacia ese profesor delante de nuestro hijo”. Pero por lo mismo, afirma, “también hay una responsabilidad del profesorado para no llamar solo cuando hay malas noticias. Porque así nos encontramos con el: “Ay, que me ha llamado el tutor, a ver qué me va a contar” y entra ya el terror. No hagamos como los medios, que solo dan malas noticias”.
¿Qué mensaje transmitiría a los directivos de las televisiones sobre las noticias y su impacto en los niños?
Begoña les preguntaría “si son conscientes de que los medios de información son medios de formación”. Si son medios de formación, Begoña reivindica que haya criterios educativos para decidir horarios y contenidos. Y critica la manida expresión de “las imágenes que van a ver son muy duras”. “No digas esa frase, no pongas esas imágenes. No necesitamos ver muertos y nuestros hijos no tienen por qué verlos”.
Por otro lado, Begoña defiende que “a costa de subir la audiencia no vale todo”. Por eso cree que “no se debería permitir que haya discusiones o debates con faltas de respeto”. Nos cuenta que preguntó “en una televisión si pagaban lo mismo a todos los contertulios y me dijeron que no, que mucho más a los peor educados, a los que agreden o amenazan, porque sube la audiencia”. Eso no se debería permitir en un código ético de medios de información.
Y el tercer tema que le gustaría trasladar a los directivos de la televisión es recordarles que “tienen que contar buenas noticias también. Porque les estamos creando la idea a nuestros niños y niñas de que el mundo es un lugar horroroso, lleno de asesinos, violadores, pederastas, corruptos. Esto no es cierto”. Begoña resalta que “hay dar una información veraz, pero no regodearse en las malas noticias y volver una y otra vez con escenas truculentas. Y que todos los días se pregunten: ¿Qué cosas buenas hemos contado sobre el mundo? Porque hay cosas buenas que pasan en el mundo y hay gente muy buena que hace cosas muy buenas, pero por desgracia no son noticia”.
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